Nadie nos enseña a superar batacazos. No hay clases, ni cursos, ni talleres que enseñen a, cuando de verdad caes, no sufrir y levantarte relativamente rápido. Es la vida misma quien nos empuja y quien nos ayuda a levantarnos de nuevo. Las circunstancias, la familia (y sus circunstancias), la genética, nuestro entorno... Todo influye en nuestra actitud ante el fracaso. Lo que está claro es que de nosotros depende que la recuperación sea posible.
Los cambios bruscos en nuestra rutina, que van desde la pérdida del trabajo, el cambio de nuestras condiciones laborales, la ruptura con la pareja, la pérdida de personas importantes o fundamentales, cambio de domicilio habitual por causas de fuerza mayor... Hasta enfermedades largas y complicadas, son tropezones, más bien obstáculos que vienen, en principio, para romper con nuestro orden y hacernos tambalear, son vallas kilométricas que nos separan de nuestra seguridad y que podrán ser insalvables a no ser por nuestra actitud.
Evidentemente, lo que "se mama" en casa influye en nuestra manera de afrontar las dificultades y la fuerza con que nos enfrentamos a los problemas. O bien porque hemos tenido grandes maestros, o bien porque ya desde bien pequeños hemos tenido que sacarnos las castañas del fuego ante situaciones nada normales o complicadas, o bien por la combinación de ambos factores.
Sin embargo, que nuestras ganas de comernos el mundo sean nuestra seña de identidad no quita para que no podamos, y debamos, permitirnos nuestros momentos de bajón, nuestros días grises y nuestras jornadas de "luto por todo", que las hay y son bien necesarias.
A parte del trabajo personal que supone asumir las circunstancias que nos vienen, a parte de la madurez con la que cada uno es capaz de solventarse la papeleta, ayuda mucho saberse rodeado de buena gente, pero de buena gente de verdad. Gente que te da un abrazo cuando lo necesitas, que te da la mano para que te levantes, que pone su hombro para que llores, que te hacen sonreír sin motivo, que se entregan sin más y sin esperar nada a cambio, que te quieren porque sí y porque eres tú y así, que no te piden que cambies por y para ellos, que no exigen que te comportes de una u otra manera, que no condicionan tu vida y tu manera de vivirla... y que también te dan la colleja a tiempo para que abras los ojos y vuelvas a ser tú, cuando, por una de ésas, te ha dado por volverte un pelín "gili".
Yo tengo la suerte de contar con gente maravillosa en mi vida, personas que valen millones. Tengo la fortuna de haber vivido circunstancias que han forjado mi carácter, a veces difícil, a veces llevadero, pero carácter al fin y al cabo. Así que sólo depende de mí y de saber usar con arte estos dos ingredientes mágicos el que cada dificultad suponga un nuevo triunfo.
Y tú, ¿cómo vives los batacazos y cómo te levantas tras ellos?
CON M DE MAMÁ