El viento anda callado,
ni la brisa aparece
para susurrar a mis hombres.
El levante
permanece en silencio,
dejando los cuerpos agotados,
cansados
de navegar hacia rumbos sin destinos.
Allá, en tierra,
en ese mundo enloquecido
de cuerdos perdidos,
los barruntadores,
esos que algunos llaman locos,
andarán cantando su música
de solitarios charlatanes.
Y entre tanto,
el levante sigue en calma,
esperando,
escondido detrás de esa pereza
que huye de sí misma.
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