Los creadores rusos representan como nadie el exceso sin límites, la pasión sin preámbulos y la resignación sin escapatoria. Andreï Zviaguintsev es uno de esos artistas completos, director, guionista, actor… que, en tan sólo una década, ha acumulado premios, elogios de la crítica y reconocimiento del público. Su último trabajo, Elena, rozaba la genialidad en la interpretación y el virtuosismo en una historia sin concesiones.Con Leviatán, la bestia marina diabólica del Antiguo Testamento (en su primer , ha vuelto a cautivar a la crítica (mejor guión en la edición de este año del festival de Cannes, junto a Oleg Neguiney, no sería de extrañar, que se fuese de la sección oficial del Festival de Sevilla, con otro galardón bajo el brazo) e hipnotizado al público.El director proclama a los cuatro vientos que su intención era analizar la reacción humana frente a una adversidad que la sobrepasa pero, para los espectadores atentos a los escasos efluvios democráticos del actual presidente ruso, le ha salido un espeluznante y radical retrato de su país.El buen Kolia (versión contemporánea del paciente Job) vive junto a su familia en un pueblecito, del norte de Rusia, al borde del mar de Barents (paisaje tan espectacular que la fotografía de la película, ya por sí misma, constituye un regalo para los ojos).El alcalde del pueblo ha decidido realizar una interesante promoción urbanística, o lo que sea, justamente en medio de la casa de Kolia. Frente a la negativa de Kolia y de un familiar abogado, para impedir ese proyecto, el alcalde decide utilizar los métodos más drásticos de corrupción, violencia y coacción que conoce. Y son muchos.En nuestro país, estás situaciones tan habituales (que han dado, dan y darán por muchos años, nuevos inquilinos para nuestras prisiones) no sorprenden a nadie por tratarse de aberraciones tan repetitivas y presentes en nuestro paisaje (que el nuevo cine español no deja de retratar) que acaban, casi, por olvidarse.Pero Leviathan, ese monstruo marino de la Biblia, también posee otra acepción muy interesante. Título del mítico ensayo político de Thomas Hobbes en que el filósofo construye una teoría del Estado, monstruo devorador de individuos, y definido como autoritario, corrupto y absolutista. Lucidez que ha traspasado los siglos y poco ha cambiado.Por eso, aunque el cineasta, digno heredero del otro Andréi célebre, Tarkovski, insista en su versión humanista de la historia, no podemos evitar pensar en la ironía y finura de la elección de su título para contarnos esta Rusia actual tan poco dada a las libertades (del vaquero americano Bush, de un lado, hemos pasado, al vaquero ruso Putin, del otro; el día en que coincidan dos vaqueros en ambos lados se armará la gorda).