Revista Cine

Leviatán, y su justicia divina

Por Cinéfilo Criticón @cinefilocritic

Muchas veces veo los logos de los premios ganados por las películas en diversos festivales y me hacen dudar si valen la pena. Eso me paso con ‘Leviatán’ quien han escuchado reiteradamente como la favorita para llevarse el premio Oscar a Mejor Película Extranjera. Lo digo porque se ha vuelto como un aviso de que se trata de ese cine introspectivo del cual no estoy acostumbrado y muchas veces tienes que mover neuronas para entender más allá de las imágenes.

Con casi tres horas de duración, esta obra se gana su nombre de largometraje. No voy a negar que al principio no le encuentras sabor al caldo porque el tratamiento del director Andrey Zvyagintsev es muy sutil en sus formas. Nunca pretende indicarte con un láser las condiciones psicológicas de cada uno de los personajes, de eso te tienes que encargar tú como espectador y admito que puede desesperar porque piensas que esto no tiene rumbo y solo te la vas a pasar viendo bellas postales de la tundra ártica.

El detonador del drama es el corrupto alcalde Vadim (Roman Madyanov), quien ha despojado a Kolya (Alexei Serebriakov) de su propiedad a través de procedimientos judiciales viciados. Su única esperanza es su “amigo” abogado Dmitri (Vladimir Vdovichenkov), quien pretende chantajear al alcalde con revelar ciertos actos indescriptibles con tal de que abandone su objetivo.

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La maravilla de ‘Leviatán’ es como el director enmarca las relaciones entre los personajes y gran merito tiene el elenco que literalmente parece que están cargando con su propia alma. Al inicio no te das cuenta porque la primera mitad de la película esta llena de escenas de cotidianidad familiar entre Kolya, su segunda esposa Lilia (Elena Lyadova) y su hijo de la relación anterior Roma (Sergey Pokhodaev). Hasta te llegas a preguntar qué es lo que se supone que es grandioso de esto. Pero conforme pasan los minutos, descubrimos que nada es lo que parece. Debajo de esa cotidianidad existen sentimientos reprimidos que llegan a explotar y tienen terribles consecuencias.

Contrario a lo que estamos acostumbrados, esas explosiones no las vemos. El maldito director Andrey Zvyagintsev (de cariño) omite el drama, te quedas con la zozobra de lo que en realidad ocurrió en una escena clave que ocurre entre Kolya, Lilia y su “amigo”. Otro director se hubiera lucido y exprimido al máximo ese momento clave, más Andrey sabe lo que tiene es sus manos y su propósito no lo descubrimos hasta al final cuando nos da de cachetadas en nuestra cara.

No conforme, la cinta vuelve a omitir un acto por parte de Lilia, que pone de cabeza la vida de Kolya, dejándonos con más dudas que respuestas. A partir de esos momentos se crean dos universos alternos en donde uno como espectador decidirá en cual creer. Y lo maravilloso es que no existe una versión correcta porque todos son culpables de sus propios pecados, solo que algunos intentan esconderlos y tarde o temprano sufrirán las consecuencias.

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Pero la película no se trata de venganzas o hacerte sentir bien con un final feliz, sabe que su objetivo es Kolya y son innegables las similitudes que tiene la historia del protagonista con el relato bíblico de Job y el libreto no lo esconde, al contrario, lo utiliza para trascender en niveles insospechados. Lo que aparentaba ser un drama familiar comienza a carcomer las bases de lo espiritual, dejándonos con un final soberbio que hasta el momento no puedo olvidar.

Tristemente, los medios de comunicación le han dado valor a esta película solo porque ridiculiza la imagen de progreso del régimen de Vladímir Putin, abaratando la cinta y viéndose plenamente ignorantes ante los otros temas que ya mencione. No voy a persignarme y pensar que no es posible tanta corrupción, pero tampoco voy a pensar que es exclusivo de Rusia. Aún cuando llevamos un par de décadas en este mundo globalizado, es increíble que sigamos buscando diferencias solo para aumentar el ego de países o de personas.

De verdad espero que se den la oportunidad de apreciar esta película, aún cuando el mensaje no es del todo inspirador o que te deje viendo pájaros cantar al salir del cine. Sin tratar de vender humo les advierto que no es cine para todos y se requiere esfuerzo para apreciar lo que para mi es la mejor película que he visto para estos premios que están por venir. Y eso que ‘Ida’ no está tan lejos, pero hablaré después de esa joya. Disfruten otra visión del mundo y espero que no caigan en el estereotipo del ruso tomando vodka a cada rato (Aunque, ¡híjole! Creo que ese hígado reclamaba piedad).


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