La pasión del califa moro
Esta leyenda, muy poco conocida y muy poco documentada, aunque lo suficiente para poder hilvanar los acontecimientos que la sustentan, tiene que ver con la existencia del Castillo de Mascaraque en sí mismo.
No es fácil entender las razones que motivaron la construcción de este Castillo por aquellos tiempos tan convulsos, y es difícil justificar su existencia por razones estratégicas de guerra, a pesar de que la versión más difundida es que sirvió como refugio y aprovisionamiento entre los Castillos de Mora y Almonacid, mucho más importantes y fortificados que el de Mascaraque.
Lo primero que resulta cuestionable de esta versión es que la distancia de una legua que medía entre castillos, no parece razón suficiente para afrontar semejante tarea. Tampoco da la sensación, a simple vista y sin profundizar en detalles, que las defensas del Castillo fuesen concebidas para afrontar ataques y resistir los embates del enemigo. Compárese con la situación estratégica del de Almonacid de Toledo y del de Mora, ambos fortificados y situados en lugares que los hacían casi inexpugnables, de modo que muy probablemente el Castillo de Mascaraque no fue concebido para la guerra.
Y si no fue concebido para la guerra, necesariamente debemos asumir que fue diseñado y planeado para el amor, y es aquí donde comienza la leyenda de la pasión del Califa Moro y de la Cristiana Supersticiosa.
Es un hecho no cuestionable que la construcción del Castillo de Mascaraque data de la época de dominación árabe en España, y es un hecho igualmente no cuestionable que los Pentáculos de Salomón, que luce aún en la actualidad el Castillo, datan de la época de su construcción, pero los Pentáculos de Salomón no son guardianes contra males que utilizasen precisamente los árabes, muy al contrario, más bien parecen guardianes de procedencia celta, donde se les conoce como “Pies de Druida” de modo que podemos asumir con cierta fiabilidad que el Castillo de Mascaraque fue construido por árabes para cristianos, es decir, por un Califa para una Cristiana y aquí comienza la leyenda de la Pasión del Califa Moro, una historia de amor entre el Walid de Córdoba y la Cristiana Supersticiosa de Villa Silos, acaecida allá, por los albores del segundo milenio y que por los designios del azar nos ha llegado hasta nuestros días.
El Walid de Córdoba, un joven Califa versado en conocimientos diplomáticos, muy apreciados por aquellos tiempos tan convulsos de la reconquista de España, en una de sus rutinarias visitas por los Reinos de Taifas, recorriendo las tierras que ellos denominaban como “Ma ´ ancha” (Sin agua), sintió sed, y quiso el destino que recalase en Villa Silos, uno de los asentamientos que dieron lugar posteriormente a la actual Villa de Mascaraque.
En aquel caluroso verano de los albores del segundo milenio, aquel joven y versado Califa no consiguió saciar su sed. Bebió agua fresca de manos de una Cristiana, pero cayó embrujado por sus encantos. La historia de amor entre aquel apuesto Califa y aquella Cristiana, cuyo nombre nadie nunca debe mencionar, fue una historia plagada de celos, pasiones, fanatismo, intransigencias, y maldiciones.
El Califa era joven e impetuoso, pero inexperto en asuntos del amor. La Cristiana era mujer casada, de mayor edad y de mayor experiencia, y cuenta la leyenda que aquella mujer, insatisfecha, sin hijos y con un marido adusto y huraño, se sintió cautivada por aquel apuesto Califa y cayó en sus brazos y se abandonaron a las pasiones de la carne.
Pero el marido adusto y huraño de la Cristiana no tardó en conocer la infidelidad de su bellísima esposa y la repudió de su casa. La Cristiana, al sentirse repudiada por su esposo y señalada por las gentes de Villa Silos, buscó amparo en el Castillo de Almonacid, que a la sazón estaba gobernado por un Rey Moro pariente del Califa que la sedujo.
Los emisarios del Rey Moro de Almonacid salieron prestos en busca del joven Califa para ponerle al corriente de cuanto acontecía a la atribulada Cristiana, y cuentan los escritos guardados celosamente en archivos de la Universidad de Fez, donde el filosofo Averroes fue a recalar después de haber sido expulsado del Reino de Granada que, tal fue la exasperación del apasionado Califa que, reventó un caballo en su camino de regreso para dar amparo y protección a su enamorada Cristiana.
Y aquí, al amparo del Castillo de Almonacid y con la salvaguarda del Castillo de Mora, ordenó el apasionado Califa construir un Castillo para dar cobijo a su enamorada Cristiana, y fue aquí, en este Castillo de Mascaraque, donde el ilustrado Califa vivió la más bella historia de amor jamás contada entre un Omeya y una Cristiana.
Y dicen los maltrechos legajos que la Cristiana, temerosa de las maldiciones y abominaciones que le expidió su adusto y huraño marido, mandó proteger el Castillo con los Pentáculos de Salomón, que son efectivos contra toda clase de males, pero el precavido Califa, receloso de la bondad y protección de Los Pentáculos, ordenó la construcción de un pasadizo subterráneo entre el Castillo de Mascaraque y el de Almonacid, incluso con el de Mora, pero cuentan los papeles que a pesar de la buena voluntad del Rey Moro del Castillo de Almonacid, que incluso llegó a perforar sobre roca viva, no consiguió tal empeño… o quizás sí lo consiguió y logró ocultarlo por el bien de los enamorados.
Fuente: Wikipedia
Revista Cultura y Ocio
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