Revista Libros
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Había una vez en Granada, un rey moro que no tenía más que un hijo llamado Ahmed. La servidumbre del palacio no tardó en llamar al pequeño príncipe Al Kamel o El Perfecto, a causa de las excepcionales cualidades morales y físicas que revelaban sus pocos años.
Los astrólogos, hombres que se dedicaban a observar el estado del cielo, pronosticando de acuerdo con la hora del nacimiento los