Hay ocasiones que para leer la columna de Mario Vargas Llosa en El País hay que hacerlo sentado y acompañado de una bebida caliente, que bien puede ser un té en la noche o un café si es al despuntar el alba.
A los buenos escritores hay leerles o muy temprano o muy de noche, sus letras ordenadas en esa mágica sinfonía que son sus creaciones literarias no toleran las distracciones mundanas que habitan solo las horas intermedias de cada día, estos espacios son minusválidos de tiempo, se hicieron para vicios banales como ver Televisión o escuchar la Radio, pero no para la buena lectura.
Un halago de Vargas Llosa vale todo el oro del mundo para un escritor; es a la vez quedar en deuda con las musas que consiguieron ordenar las palabras para que lo impreso deslumbrara al escritor en jefe que es el peruano. Pilar Donoso se lleva las palmas en esta ocasión en la que el maestro nos deslumbra con su prosa, misma que es hiriente a veces o capaz de acariciar como el pétalo de una rosa como lo es en esta ocasión.
Poco importa ya lo que haya escrito Pilar, la calificación de excelencia le fue dada, felicidades por lo tanto…