Leyendo a Rosseau (sic) en cuatro patas (sic)
Lisandro Duque recuerda al recientemente fallecido Juan Mosca como un lector implacable que obligaba a trabajar « horas extras » a García Márquez. ¿Que hubiera dicho Fernando Garavito de la columna de Mauricio Botero Caicedo sobre, según él, un tal ROsseau (sic)? Si alguna vez El señor de las Moscas botó por la ventana una máquina de escribir al ver un error de una redactora, que no haría en este momento al enfrentarse al artículo de Botero! Vaya esta diatriba como homenaje póstumo a Garavito, como prueba de que su llama no se apaga entre los lectores de El Espectador.
El columnista Mauricio Botero en una columna titulada curiosamente : « tan rápido como inexorable » (El Espectador, domingo 31 de octubre de 2010. http://www.elespectador.com/columna-232326-tan-rapido-inexorable) embarra con sus glosas despistadas a Rousseau, el filósofo ginebrino. Tan rápida como oxidada es la lectura que hace Botero de Rousseau, a quien el columnista mutila impunemente no solo en su apellido, sino además tratándole de « cursi y bucólico” bajo la supuesta acusación de defender “la naturaleza y lo rural”. Luego escribe una página llena de estadísticas para demostrarnos que el mundo de hoy es más urbano que en los tiempos de Rousseau! Nunca pudimos entender que tenía que ver Rousseau con su apología solapada al hiper-capitalismo y en qué medida las ideas del Contrato Social o del Emilio se relacionan con el crecimiento de las ciudades en China (¡!).
Irónicamente, Rousseau (como cualquier filósofo inactual) si tiene mucho que decirnos sobre lo humano y el lugar del hombre en las sociedades modernas. No porque defienda una especie de anacronismo del “buen salvaje” a secas (como ingenuamente lo supone Botero) sino porque introduce en la filosofía moderna y en lo que pronto tomaría fuerza con el nombre de “crítica a la economía política”, el concepto de desigualdad, síntoma incuestionable de nuestra pretendida modernidad y desarrollo. Si Botero hubiera leído alguna vez el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres se daría cuenta de que las ideas de Rousseau no se reducen a una nostalgia de “lo rural”. Sin ir más lejos, en El Contrato social, (pero también ya en Hobbes y Spinoza) es muy claro que cuando se habla de “estado natural” no se habla en términos históricos, como una época del pasado que se extraña, sino de un estadio teórico que se lee en contraposición con el estado político. Y pensar que hace doscientos años, Nariño, Torres, Bolívar y tantos otros leían a Rousseau y se inspiraban en sus ideas para pensar una nación. Y ahora, en pleno Bicentenario, en el imperio de las frías “estadísticas” se lee a Rosseau (sic).
Conozco amigos que han pasado cinco años de su vida haciendo una Tesis de Doctorado en filosofía, en Colombia y en Europa, sobre Rousseau (haciendo lecturas comparativas con Marx o Nietzsche por ejemplo, o estudiando su estilo y la manera cómo construye un personaje filosófico en sus Confesiones, etc.), pero para Botero esto debe parecer tan insensato como escribir bien un nombre. De hecho, casi nunca leo a Botero : su extremo uribismo y su talante de extrema derecho me daña mi té inglés con galletas suizas de los domingos. Pero esta vez fue demasiado lejos. Creo que Botero es de Cali. Que bien le hubiera sentado hacerse a una semana sabática en el Congreso de Filosofía que acaba de terminar en esa ciudad. Al menos habría aprendido un par de cosas básicas sobre Jean Jacques Rousseau, y hubiera trascendido, en parte, su visión caricatural del pensamiento moderno. Sin embargo, tal vez el error sea de mi parte, y Botero se haya referido efectivamente a un ROsseau (sic), algo así como el Jean Baptiste Botul del filósofo francés Bernard Henri-Lévy. Si esto es así ofrezco disculpas y le solicito atentamente comparta más ideas de ese Rosseau (sic) con nosotros. Definitivamente a veces se lee y se escribe a cuatro patas.
Pedro Escudriñez
Ginebra