Anna Seguí, ocd Puçol
Carta de Nura a Mara
Queridísima Mara:
Desde la celebración del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, el Blog “De la rueca a la pluma”, sigue pujante en propagar el mensaje sanador y libertador de la Madre Teresa. Me da contento saber que tú, siendo seguidora y lectora de los artículos que se han ido publicando, quieras ahora conocer los escritos de esta gran mujer que, en su tiempo, supo ser testigo de las gracias de Dios recibidas, para bien personal y comunitario, pero fundamentalmente, para bien de las gentes y la Iglesia de su tiempo. Espero que tu acercamiento a Teresa te sea gracia para ti también.
Dices que estás tomando gusto en su lectura. Toma también cuidado y anda despierta para que sepas detectar a fondo el paso de Dios por su vida, por la tuya, y “Si pudiere, ocuparle en que mire que le mira, y le acompañe y hable y pida y se humille y regale con El” (V 13,22). En cada escrito queda reflejado el cuidado de Dios, cómo “nos va disponiendo para hacernos mercedes” (F 23,6) cuando le dejamos a Dios ser Dios con y en nosotros. Él no quiere prescindir de nuestra disposición y acogida, más bien nos la reclama, y Teresa tuvo habilidad para disponerse: “Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y ésta era mi manera de oración” (V 4,7). Esa disposición es como una actitud básica que está en nuestra voluntad ofrecerla a Dios, pues Él no quiere hacer menos con nosotros, contigo, tenlo por seguro. En Teresa nos podemos espejar.
Maestra orante, se dejó modelar por el Dios de las misericordias (como le llamaba ella), para que la forjara a su imagen y semejanza, dejando que Él sacara lo mejor de sí misma, hasta ser configurada con Cristo, ¡y lo fue en verdad! “Señor, que ya sois Dios de misericordia; habedla de esta pecadorcilla, gusanillo que así se os atreve” (C 3,9). “Atajad el pensamiento de vuestra miseria lo más que pudiereis, y ponedle en la misericordia de Dios y en lo que nos ama y padeció por nosotros” (C 39,3).
La grandeza de Teresa radica en el hecho de una vida puesta en las manos de Dios en radical confianza en su misericordia, “Alabo la misericordia de Dios, que era solo el que me daba la mano” (V 7,22). Aquello que vivió y experimentó adquirió un sentido profundo, extraído de la fuente de su vida interior, de donde le brotaba la fuerza y la sabiduría, para que todo acontecimiento natural adquiriera dimensión humano-divina, “veo claro la gran misericordia que el Señor hizo conmigo” (V 8,2). Date cuenta cómo Teresa apela siempre a la misericordia de Dios, sabedora de que es por pura misericordia que se experimenta salvada y liberada. “Que es verdad, cierto, que muchas veces me templa el sentimiento de mis grandes culpas el contento que me da que se entienda la muchedumbre de vuestras misericordias” (V 4,3). “De su misericordia jamás desconfié. De mí muchas veces” (V 9,7).
Observarás que, desde su relación íntima y amorosa con Jesús, poco a poco, va emergiendo de dentro hacia fuera la sublime manera de ser y hacer de Teresa: “Harto me parece hacía su piedad, y con verdad hacía mucha misericordia conmigo en consentirme delante de sí y traerme a su presencia; que veía yo, si tanto Él no lo procurara, no viniera” (V 9,9). Progresivamente se fue armonizando interiormente, hasta hallarse reconciliada consigo misma y con los aconteceres del humano vivir: “es mucho más lo que yo debo a Dios, porque me ha perdonado más” (V 14,12). Quien aprende a ver y vivir desde Dios en todo, la existencia se convierte en alabanza divina, y las relaciones con los demás se tornan fraternas, originando verdadero amor a la humanidad, “y mientras mayor mal, más resplandece el gran bien de vuestras misericordias. ¡Y con cuánta razón las puedo yo para siempre cantar!” (V 14,10).
No cabe duda de que Teresa escribió porque la experiencia de lo que vivía la sobrepasaba y, sabedora de aquella fuente de gracias inmerecidas, las necesitaba compartir con los demás. Teresa quería “engolosinar” a los que se asomaran a sus escritos, y llevarnos con su lectura experiencial a Jesús, “es mi intención engolosinar las almas de un bien tan alto” (V 18,8). Teresa es toda de Jesús, fascinada por la Humanidad de Cristo, a Él nos remite, con el intento de enamorarnos a nosotros también, de este Dios que no trae otro cuidado sino agraciarnos con sus bienes. “¡Oh Jesús mío! ¡Qué es ver un alma que ha llegado aquí, caída en un pecado, cuando Vos por vuestra misericordia la tornáis a dar la mano y la levantáis! ¡Cómo conoce la multitud de vuestras grandezas y misericordias y su miseria! Aquí es el deshacerse de veras y conocer vuestras grandezas; aquí el no osar alzar los ojos; aquí es el levantarlos para conocer lo que os debe; aquí se hace devota de la Reina del Cielo para que os aplaque; aquí invoca los Santos que cayeron después de haberlos Vos llamado, para que la ayuden; aquí es el parecer que todo le viene ancho lo que le dais, porque ve no merece la tierra que pisa; el acudir a los Sacramentos; la fe viva que aquí le queda de ver la virtud que Dios en ellos puso; el alabaros porque dejasteis tal medicina y ungüento para nuestras llagas, que no las sobresanan, sino que del todo las quitan. Espántanse de esto. Y ¿quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y merced tan crecida a traición tan fea y abominable? Que no sé cómo no se me parte el corazón, cuando esto escribo; porque soy ruin” (V 19,5).
Con sus escritos, Teresa nos ha dejado una herencia humano-espiritual-cultural-eclesial que es patrimonio de la humanidad. Así es reconocida también por las grandes religiones como la gran mística de la cristiandad. Teresa es un manantial humano-divino saludable, quien bebe de su pozo interior queda aliviado y vivificado, “Que con sola una gota que gusta un alma de esta agua de Él, parece asco todo lo de acá. Pues cuando fuere estar engolfada en todo ¿qué será?” (V 21,1).
Mucho me alegraré de que esta lectura te lleve a invitar y “engolosinar” a quienes puedan tener interés en conocer la obra de Teresa. Acercarse a ella, conocerla personalmente por medio de una lectura atenta, reposada, pensada y orada, nos lleva a adherirnos más a Jesús y su Evangelio para ser mejores cristianos. Es cierto que todo el empeño de Teresa es este: “Dispuestos y determinados para todo bien. / Ser siervos del amor”. Ella ha experimentado que todos los bienes nos vienen del único bien que es Dios: “Fortaleced Vos mi alma y disponedla primero, Bien de todos los bienes y Jesús mío, y ordenad luego modos cómo haga algo por Vos, que no hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada. Cueste lo que costare, Señor, no queráis que vaya delante de Vos tan vacías las manos, pues conforme a las obras se ha de dar el premio. Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra. Bien veo yo, mi Señor, lo poco que puedo; mas llegada a Vos, subida en esta atalaya adonde se ven verdades, no os apartando de mí, todo lo podré; que si os apartáis, por poco que sea, iré adonde estaba, que era al infierno” (V 21,5).
Mi comunidad, durante la celebración del V Centenario, escribió cuatro libros editados por EDE, con el fin de ayudar a hacer una lectura inteligible e interiorizada de cada una de sus obras. Llevan por título: Una luz tan diferente (Libro de la vida). Juntos andemos (Camino de perfección). Comenzando siempre (Fundaciones). Amor con amor (Moradas). Me dices que tú has gustado ya la lectura de estos libros, y que ahora te resulta más familiar y fácil leerla directamente. Este fue nuestro intento.
Bien, querida Mara, sigue disfrutando de lectura tan sublime, y cuéntame cuando quieras los bienes que te aporta, bueno es compartir los bienes. Recibe mi recuerdo, cariño y oración. Tuya siempre.
Nura
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