Hace un tiempo un seguidor de Archivo de autos, no recuerdo su nombre, comentó que se acordaba de un camión frontal Leyland del catálogo de Matchbox que transportaba caños. Le mencioné que sería una de las piezas que se publican, sábado a sábado, en la sección “Garaje Miniatura”. Le llegó el turno a ese camión Leyland.
No separé los caños plásticos, de color gris, en su momento y no voy a hacerlo casi 50 años más tarde. Quedarán unidos por siempre. En parte creo que no los separé para no perderlos y en parte porque no iba a jugar con ellos.
Lo cierto que están iguales que cuando llegaron a mis manos desde la Librería San Agustín. Lugar donde mis padres compraron la mayoría de los Matchbox que tengo. En especial era mi padre el que se encargaba de la compra.
Es una pieza más que conserva su caja original de cartón, como la mayoría de los Matchbox de mi infancia. En cuanto al camión se nota que jugué algo con él por las cachaduras en su carrocería. Pero los caños plásticos están intactos como el primer día.
Este Leyland rojo debe ser de 1967 o 1968. No lo recuerdo con exactitud. Lo seguro que es anterior a la serie Superfast del año 1969. Cada año la empresa británica Lesney Products & Co. Ltd. realizaba cambios en su catálogos de “autitos de colección” Matchbox.
Algunos de esos catálogos están dando vueltas por mi casa. Tengo que encontrarlos. Tuve la suerte que uno de los socios de la Librería San Agustín, amigo de mi padre, Juan Mohr, me los regalaba una vez que aparecía el catálogo nuevo.
Hay material interesante de recordar, y conocer, en esas pequeñas publicaciones apaisadas con un formato similar, pero más chico, de algunas historietas argentinas. Claro que muchos de los productos descriptos no llegaron a estas tierras.
La particularidad de este camión frontal Leyland de color rojo eran sus cuatro ruedas delanteras directrices. Esto no era para nada habitual de ver la ciudad de Buenos Aires cuando era un chico de 7 u 8 años. Existieron algunas unidades, no sé si de esta marca inglesa en particular, pero eran raros de ver.
Este camión es similar, salvo las ruedas directrices, al modelo que vimos el sábado pasado con la casa-oficina en su caja de carga. Al menos con una cabina parecida y una caja de carga plana, salvo los cuatro pilotes para contener los caños.
Imagino muchas situaciones de juegos con este Leyland frontal. Se prestaba por el tipo de caja playa. Siempre había algo que llevar de un lado a otro de la mesa libro del comedor de mi casa. El escenario preferencial para que se lucieran mis queridos Matchbox.
Aunque si la mesa del comedor estaba ocupada podía terminar jugando sobre la cama de mis viejos. Tenía una colcha tejida que su dibujo parecía un camino. Y no costaba nada imaginar un mundo paralelo al de la colcha de planchar.
Simplemente era tener una base para poder desarrollar en nuestras mentes mundos imaginarios, como personajes. Todo con su correspondiente sonido. Los motores, las grúas, los gritos o las órdenes. En definitiva estábamos emulando el mundo real.
La claro que a una escala pequeña, como nosotros mismos en nuestra infancia. En mi caso reconozco, a la vuelta de las décadas pasadas, que fue un entrenamiento. Conocí muchos autos, camionetas y camiones antes que los viera en fotos en alguna publicación.
No existían en los años sesenta las posibilidades con las que cuenta un chico en este siglo XXI. Basta con escribir un nombre en Don Google para que inmediatamente nos devuelva una imagen o un sitio donde encontrar información detallada.
En aquellos años nos teníamos que remitir a revistas, diarios, libros y tal vez, solo tal vez a la televisión abierta. La televisión por cable no era algo que estuviera en nuestra cabecitas. Una película extranjera podía ser un vehículo para conocer autos de otros lares.
Y ahí descubrir que lo que teníamos en casa y guardado en una caja esperándonos para que jugáramos con él. Muchos de esos autos diminutos eran los Matchbox. Estos juguetes ingleses nos abrieron la ventana a muchos vehículos de Europa y Estados Unidos.
Fueron la excusa perfecta para que conociéramos autos que de otra manera no veríamos nunca en nuestras vidas. Salvo que tuviéramos la suerte de viajar a otras partes de mundo. La imaginación nos hacía volar sin salir de nuestras casas.
Sin esos juegos con los Matchbox de la infancia no existirían muchas cosas en mi vida. Para empezar no estaría publicando, sábado a sábado, estos “autitos de colección”. Tampoco hubiera conocidos los vehículos que me enseñaron los Matchbox.
No existirían esas historias con autos, que cada tanto, aparecen publicadas en Archivo de autos. Menos existiría este sitio dedicado a los viejos autos que supimos conseguir. Por eso los Matchbox me acompañan desde hace tantos años, pero eso lo descubrí no hace tanto tiempo.
Para los que tengan ganas de ver todos los “autitos de colección” del “Garaje Miniatura”, les dejo el enlace con la página donde están todas las notas publicadas hasta la fecha:
http://archivodeautos.blogspot.com.ar/p/garaje-miniatura.html
Mauricio UldaneEditor de Archivo de autos
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