Revista Cultura y Ocio

Liber disputationis raimundi christiani et homeri saraceni (i)

Por Daniel Vicente Carrillo

En la medida que mis ocupaciones me lo permitan, procedo a traducir en varias entregas el opúsculo de Llull titulado "Libro de la disputa entre Raimundo el cristiano y Homero el sarraceno". 

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Dios, con tu gracia y bendición
Da comienzo el Libro de la disputa entre Raimundo el cristiano y Homero el sarraceno
PRÓLOGO
Cuéntase que hubo cierto hombre cristiano arabigohablante, cuyo nombre era Raimundo, que por mucho tiempo trabajó para que los infieles vinieran a la santa fe católica y para que Tierra santa, donde nuestro Jesucristo vivió y murió, fuera recuperada y arrebatada a los sarracenos, devotos de Mahoma, quien dijo a su pueblo: En Dios no hay trinidad, ni Cristo es Dios. El tal Raimundo fue a cierta ciudad de los sarracenos llamada Bugía, en la que tras predicar y alabar la santa fe católica en la plaza fue prendido, golpeado y encarcelado por los sarracenos. Estando en la cárcel Raimundo, un erudito sarraceno, a quien llamaban Homero, lo visitaba con frecuencia junto a otros sarracenos para disputar con él sobre la fe por orden del obispo de los sarracenos, de quien se decía ser un hombre muy docto, con la esperanza de atraer a Raimundo a la fe de Mahoma.
Mientras así disputaban largamente entre ellos, Homero intentaba concluir filosóficamente ser imposibles la trinidad y la encarnación en Dios. Raimundo le dijo que hicieran ambos un libro sobre su disputa, en el que el sarraceno ofreciera las razones más fuertes que pudiera encontrar contra la trinidad y la encarnación, y que el cristiano las destruyese, probando darse la trinidad y la encarnación en Dios. Y que, una vez hecho el libro, lo enviaran al sumo pontífice y a los reverendos cardenales, y al obispo de los sarracenos, así como a sus sabios. A lo que el sarraceno aceptó, si bien dijo que quería empezar él primero, pues daría razones tales que contra ellas nada podría decir el cristiano razonablemente.
SOBRE LA DIVISIÓN DE ESTE LIBRO
Este libro se divide en tres partes. La primera parte versa sobre la proposición. La segunda sobre la disputación. La tercera sobre el fin o propósito por el cual se ha escrito este libro.
En la primera parte el sarraceno propone dieciocho principios mediante los que pretende destruir la ley de los cristianos. Y el cristiano propone el mismo número de principios, con los que pretende destruir la ley de los sarracenos, pues una vez probadas la trinidad y la encarnación la ley de los cristianos será verdadera y la de los sarracenos será destruida y deberá reputarse falsa. 
En la segunda parte el sarraceno prueba contra el cristiano, y el cristiano contra el sarraceno.
Y en la tercera parte ambos ordenan que el libro sea enviado a sus superiores para que aprecien quién de ellos aporta razones más fuertes contra la ley del otro.
PRIMERA PARTE DE ESTE LIBRO, QUE VERSA SOBRE LA PROPOSICIÓN
LA PROPOSICIÓN DEL SARRACENO
Dijo el sarraceno: Dios, alto y sublime, tiene siete condiciones que le son esenciales, con las que puede conmutarse, y sin las cuales no puede existir. Las cuales son: 1) Entidad necesaria, por la que Dios es el ser necesario; (2) Unidad, por la que Dios es uno; (3) Singularidad, por la que Dios es singular; (4) Infinidad, por la que Dios es infinito; (5) Eternidad, por la que Dios es eterno; (6) Simplicidad, por la que Dios es simple; (7) Vida, por la que Dios está vivo. Estas siete se predican todas ellas de Dios, de tal modo que el sujeto y el predicado se conmutan como la definición y lo por ella definido; y tal conmutación no se halla más que en Dios.
Dijo el sarraceno: Atribuimos a Dios once cualidades. Las cuales son: (1) Bondad, (2) Magnitud, (3) Potestad, (4) Sabiduría, (5) Voluntad, (6) Virtud, (7) Verdad, (8) Gloria, (9) Perfección, (10) Justicia y (11) Misericordia. No decimos, sin embargo, que éstas sean esenciales a Dios, y tal pretendo demostrar en la segunda parte. Ni digo que éstas sean substanciales ni accidentales. No son substanciales, puesto que la substancia no existe sino mediante forma y materia, de las cuales se compone; y dado que en Dios no puede haber composición por razón de su simplicidad infinita, por ello no son substanciales. Tampoco son accidentales, pues el accidente no existe por sí mismo, por cuya razón es imperfecto. Y toda vez que la esencia de Dios está libre y absuelta de toda imperfección, es evidente que en Dios no hay accidentes. Son, pues, de otra índole que la substancia y el accidente para estar sustentadas y radicadas en la esencia de Dios y para que Dios con ellas obre en las criaturas; como la substancia, y mucho mejor que ella, que con sus accidentes obra en su efecto. Puesto que las antedichas cualidades no son en Dios substanciales ni accidentales, se sigue que Dios no es trino ni encarnado. Y así procuro probarlo en la segunda parte.
SOBRE LAS SIETE CONDICIONES DE DIOS
1. SOBRE LA ENTIDAD NECESARIA
Dijo el sarraceno: Dios es el ser necesario, en tanto no puede ser de otro modo. Y lo pruebo así: Todo ser infinito y eterno es necesario. Ahora bien, Dios es un ser infinito y eterno; luego Dios es el ser necesario. La premisa mayor es manifiesta por sí misma. Pruebo la menor: Si Dios no es infinito y eterno, es cuantificable y nuevo. Y de tal dios no pretendo demostrar nada, ni lo tengo por Dios, ya que es un efecto, sino de Dios, preexistente en la infinidad y en la eternidad, sin el cual ningún efecto puede existir. Por lo que es evidente que Dios es el ser necesario.
Se ha probado que Dios es el ser necesario. Ningún ser no necesario puede conmutarse con el ser verdaderamente necesario. Los cristianos dicen sin embargo que el Hijo de Dios es Dios, y el Espíritu Santo es Dios, y que estos mismos pueden conmutarse con el Padre por su esencia. Y puesto que el Hijo necesita al Padre, dado que por él es generado, no es necesario por sí mismo, sino por el Padre. Y otro tanto puede decirse del Espíritu Santo, que procede de uno y otro. Tampoco el Padre es necesario, pues no puede ser sin el Hijo ni el Espíritu Santo, dado que los relativos se implican mutuamente. Por lo que es evidente que la trinidad en Dios es imposible; de lo contrario, ésta conllevaría contradicción, a saber, que Dios es el ser necesario y no es el ser necesario, lo que es imposible.
Los cristianos dicen que el Hijo de Dios es encarnado, supuesto que él sea Dios, como ellos mismos afirman. Pero, desde luego, él no puede encarnarse. Y lo pruebo de este modo: Ningún ser necesario y eterno puede ser un ser no necesario. El Hijo de Dios es un ser necesario, infinito y eterno; luego no puede encarnarse. La premisa mayor es manifiesta por sí misma. Explico la menor [y la conclusión] como sigue: Cristo hombre no es necesario, pues es hombre; el hombre en verdad creado es cuantificable y nuevo. Sin embargo, un ser creado, cuantificable y nuevo no puede ser un ser increado, infinito y eterno. Se ha demostrado, por tanto, que Dios no puede encarnarse.
2. SOBRE LA UNIDAD
Dijo el sarraceno: Todo ser existente que sea uno por la unidad infinita y eterna está separado y absuelto de toda pluralidad. Ahora bien, Dios es un ser existente que es uno por la unidad infinita y eterna; luego Dios está separado y absuelto de toda pluralidad. Explico así la mayor: Puesto que el ser existente uno infinito y eterno es opuesto a la pluralidad, y viceversa; como un hombre no es muchos hombres, y tampoco a la inversa. Pruebo así la menor: Si Dios no fuera un ser uno infinito y eterno, se seguiría que existen muchos dioses, y así unos limitarían a los otros, lo que es imposible. Conclúyese, pues, que Dios está separado y absuelto de toda pluralidad o trinidad.
Ningún ser existente uno infinito y eterno existe junto a otro ser infinito y eterno. Pues si fuera junto a éste, cualquiera de ellos sería infinito, y finito y limitado, lo que es una contradicción manifiesta. Mas tú, cristiano, dices que uno es el Padre infinito y eterno, otro uno es el Hijo infinito y eterno, y otro uno el Espíritu Santo infinito y eterno; y todos estos tres son un Dios infinito y eterno. Y de esta manera implicas que hay contradicción en Dios, pues en el ser en que existe la unidad infinita y eterna no puede existir la ajenidad infinita y eterna. Por lo que es evidente que no hay trinidad en Dios.
Dijo asimismo el sarraceno: Tú dices que el Padre es Dios, y el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios; y ninguno de estos es el otro. Y así dices que existen tres dioses, diferentes en número. Lo que es una contradicción; por tanto, etc.
Asimismo: Digo que estableces una diferencia de personas en Dios. Por consiguiente, se sigue que existen diferencias en sus razones, para que una no sea la otra. Y así se dan en ellas accidentes; como si un ser necesario no fuera por sí mismo uno, singular, infinito y eterno, etc., sino por los accidentes, es decir, que fuera uno por la unidad, y singular por la singularidad, etc., y viceversa, lo que es falso e imposible, puesto que en las razones de Dios no puede darse ningún accidente. Es claro, pues, que en Dios no puede existir la trinidad por diferencia ni de ninguna otra manera.
Ahora bien, estableces en tu alma diferencias en las razones divinas, si bien fuera de la abstracción de tu alma no son muchas en verdad. Nosotros hacemos tales diferencias respecto a las criaturas, diciendo así: Dios tiene bondad, puesto que crea lo bueno; y tiene grandeza, puesto que crea lo grande; y tiene poder, puesto que crea lo poderoso; y así con las demás.
Y cuando dices que la diferencia consiste en los correlativos personales, y dices que éstos son esenciales, consubstanciales y coesenciales, o cosas por el estilo, de ello se sigue que la diferencia circula por la substancia, la esencia y la eternidad, multiplicando muchas substancias, esencias, eternidades y similares, lo que es imposible. Y de esta manera implicas una contradicción y destruyes la unidad divina, que es infinita y eterna.
Ningún ser existente uno, infinito y eterno puede existir junto a un hombre finito y nuevo, compuesto de diversas esencias. Pues así como es imposible que una piedra se una a una planta o a un león, así y con mucha mayor razón es imposible que el ser uno infinito y eterno se una a un hombre finito, etc.; por lo que resulta evidente que Dios no es encarnado.
Además: Cuando dices que Dios se encarna en una naturaleza humana, respondo que más le correspondería encarnarse en muchas.
3. SOBRE LA SINGULARIDAD
Dijo el sarraceno: Toda singularidad infinita y eterna supone que no exista sino un ser singular infinito y eterno. Ahora bien, Dios es de esta manera; luego en Dios no hay trinidad o pluralidad. La premisa mayor es manifiesta por sí misma. Pruebo sin embargo la menor del siguiente modo: El Filósofo establece una causa primera singular; y esto mismo convienen todas las leyes. Puesto que así lo dicen, con mucha más razón es Dios uno y singular, como existe un mundo singular, y un sol, y un fuego, y una blancura, y semejantemente. Conclúyese, pues, que en Dios no hay trinidad.
Ningún ser singular infinito y eterno puede unirse al hombre, que no es singular, infinito ni eterno; como es propio de la razón de lo cálido el no unirse con lo frío, ni lo bueno con lo malo. Ahora bien, Dios es de esta manera; conclúyese, pues, que para Dios es imposible encarnarse.
Asimismo: Supuesto que Dios se encarnara en un hombre, no bastaría un hombre singular, ni dos, ni mil, ni un número infinito, puesto que Dios es un ser infinito. Así, resulta evidente que para Dios es imposible encarnarse.
4. SOBRE LA INFINIDAD
Ningún ser infinito es múltiple, pues el ser infinito no puede estar limitado por otro, toda vez que los demás infinitos serían muchos infinitos y no serían muchos infinitos, lo que es una contradicción. Ahora bien, Dios es de esta manera, como tú y yo concedemos; por lo que es evidente que Dios no es múltiple, ni hay trinidad en Dios.
Además: Tú dices que el Padre infinito genera al Hijo infinito, y que de ambos procede el Espíritu Santo infinito. De donde se sigue que si el Padre es infinito puede generar infinitos hijos; y el Hijo puede ser el Padre y generar infinitos hijos; y otro tanto puede decirse del Espíritu Santo, pues en la esencia infinita no hay nada que obstaculice el poder de las personas infinitas, habida cuenta que el poder infinito es común a todas las personas infinitas. Luego se sigue que habrá infinitas personas en Dios, y no sólo tres, según postula la ley de los cristianos.
También: Ningún ente infinito que se produzca a sí mismo desde siempre y para siempre puede permanecer siendo infinito, puesto que se vaciaría y se aniquilaría respecto a su esencia. Tú dices sin embargo que el Padre produce al Hijo desde siempre y para siempre; luego supón que el Padre se vaciara produciendo al Hijo, y asimismo el Hijo espirando al Espíritu Santo. De donde se seguiría que sólo el Espíritu Santo permanecería infinito y eterno; por tanto, etc.
Ningún ser infinito y eterno está dispuesto ni proporcionado para unirse con un ser infinito y nuevo. La razón de esto es que entre lo infinito y lo finito y lo eterno y lo nuevo no hay ninguna proporción. Por lo que es evidente que para Dios es imposible encarnarse.
5. SOBRE LA ETERNIDAD
En aquella eternidad en la que no se da el generar y el espirar no existe la trinidad. Pues el generar y el espirar son actos ínsitos en el agente y el paciente, dado que los relativos se implican. Con todo, también el tiempo, el movimiento y la sucesión, y similares, se hallan ínsitos en dichos actos. Sin embargo, todos estos están desde luego separados de la eternidad, como lo finito lo está de lo infinito. Ahora bien, tú y yo concedemos que Dios es la eternidad; luego es manifiesto que no hay trinidad en Dios.
Todo ser eterno, si posee una acción, debe poseerla o bien estando en curso o bien habiendo sido finalizada. Pues la acción no puede existir sin sucesión y término inicial y término final. Con todo, nada de esto pertenece a la razón de la eternidad, sino que corresponde a la razón del tiempo y la novedad. Sin embargo, ambos concedemos que Dios es eterno; luego es evidente que no hay trinidad en Dios.
También: En ningún ente eterno, en el que no se dan principio, medio ni fin, existe la trinidad. Pues el principio está dividido por el medio y por el fin, y viceversa; mas estas no pertenecen a la razón de la eternidad; luego es evidente que no hay trinidad en Dios.
Ningún ser eterno, que no puede ser lo que no existe, puede encarnarse. La razón de esto es porque el ente que es eterno no puede ser algo que no era; de lo contrario, tal ser no sería desde siempre. Pero Dios es el ser eterno, etc.; luego Dios no se puede encarnar.
6. SOBRE LA SIMPLICIDAD
Dijo el sarraceno: En ningún ser simple infinito y eterno se da la trinidad. Un ser simple no contiene en sí la trinidad, puesto que es llamado simple por carecer de pluralidad. De lo contrario se darían en él pluralidad y composición. Ahora bien, Dios es un ser simple infinito y eterno; luego es claro que no hay trinidad en Dios.
En un ser simple infinito y eterno, en el que no existen lo anterior y lo posterior, no existe la trinidad. Pues un ser simple no tiene en sí anterior ni posterior; de lo contrario, sería un compuesto de los mismos. Como es obvio, lo anterior y lo posterior no son idénticos, de donde se sigue que de los mismos resulte un compuesto. Ahora bien, Dios es un ser simple, etc., por lo que naturalmente lo anterior y lo posterior no existen en Dios, ya que se oponen a la simplicidad, infinidad y eternidad que es Dios.
Mas si tú, cristiano, dices que el Padre es común al Hijo y al Espíritu Santo estableces desde luego en la comunidad de Dios una prioridad y una posterioridad; y de este modo es contradictorio, toda vez que supones que Dios es simple y no es simple; pues, como se ha dicho en la premisa mayor, lo anterior y lo posterior causan la composición; por lo que es evidente que no hay trinidad en Dios.
Dijo asimismo el sarraceno: Tú, cristiano, supones que el Padre es substancia, y el Hijo es substancia, y el Espíritu Santo es substancia. Y dado que toda substancia se compone de forma y materia, de ahí se sigue que cualquiera de las substancias antedichas se compone de forma y materia.
También: Supones que el Padre tiene dos acciones, a saber, una por la que genera al Hijo y otra por la que espira al Espíritu Santo.
Además: Supones que el Hijo tiene una pasión, porque es generado por el Padre, y una acción al espirar al Espíritu Santo.
Asimismo: Supones que el Espíritu Santo tiene dos pasiones, a saber, una por el Padre y otra por el Hijo. Y así implicas que hay en Dios composición, causada por muchas substancias y accidentes; lo que va en contra de la simplicidad divina; por lo que es evidente que no puede existir trinidad en Dios.
Ningún ser simple infinito y eterno puede unirse a un ente finito, nuevo y compuesto, puesto que el ser simple infinito y eterno no posee naturaleza ni materialidad. Ahora bien, Dios es un ser simple, etc.; por tanto, Dios no puede unirse o encarnarse.
7. SOBRE LA VIDA
Dijo el sarraceno: Dios es la vida infinita y eterna. Por consiguiente, argumento de este modo: En la vida infinita y eterna, en la que no existe el vivir, no existe la trinidad. Pues en el ente en el que no existe el vivir no existen el agente y el paciente, que son accidentes, los cuales no son propios de la razón de la vida infinita y eterna. Ciertamente vivir es un acto que procede de aquéllos; luego en tal ser no existe la trinidad. Ahora bien, Dios es la vida infinita y eterna; luego en Dios no existe el vivir, ni por consiguiente la trinidad, la cual no puede existir salvo que el Hijo viva por el Padre y el Espíritu Santo por el Padre y el Hijo.
Ningún ser que tenga una vida infinita y eterna puede unirse a un ser mortal, finito y nuevo, porque sería mortal e inmortal, lo que es imposible. Ahora bien, Dios es un ser que tiene una vida infinita y eterna; luego no es encarnado.
También: Tú, cristiano, dices que Cristo estuvo vivo y muerto en la cruz. Estaba vivo cuando su alma no estaba separada del cuerpo, y murió cuando el alma se apartó del cuerpo y descendió a los infiernos. Y así supones que Dios en un tiempo era hombre y en otro tiempo no era hombre. Pues, si existiera como hombre muerto, Dios no podría existir como hombre vivo y debería encarnarse una vez más. Y resulta absurdo decir o creer cualquiera de estas cosas; de lo que resulta evidente que Dios no se puede encarnar.

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