Unión Editorial. 270 páginas. 1ª edición de
1927, ésta es de 2011.
Traducción de Juan Marcos de la Fuente
Prólogo de Julio César de León Barbero
En la pasada Feria del Libro de Madrid compré varios libros de economía: en la Librería del Economista me hice con El
capital de Karl Marx (la
versión resumida que ha hecho el profesor César
Rendueles) y Teoría de la clase ociosa de Thorstein Veblen, y ya hacia el final de la Feria descubrí la
caseta de Unión Editorial, que
publica libros de economía, principalmente de la escuela austriaca y de
tendencias liberales. Estuve hablando con unos libreros muy jóvenes, que me
recomendaron Liberalismo (La tradición clásica) de Ludwig von Mises (Lemberg, Ucrania,
1881, Nueva York, 1973) como introducción para acercarme a las ideas de la
Escuela Austriaca de pensamiento económico.
En junio de 2015 leí El capital de Marx (que ya comenté en el
blog, ver AQUÍ) y en diciembre de 2015 me apeteció leer Liberalismo de Mises, que –como era lógico suponer- iba a ser una
réplica al libro anterior. La familia de Mises era de origen judío y provenía
de Lemberg, la capital de la antigua Galitzia, que formaba parte del imperio
Austrohúngaro (y que actualmente está dentro de Ucrania). Cuando Luwdig era aún
un niño, la familia se trasladó a Viena. A principios del siglo XX la
intelectualidad de Viena simpatizaba con el comunismo. El joven Ludwig leyó en
1903 la obra Principios de economía política de Carl Menger, lo que hizo que encaminara sus inquietudes
intelectuales hacia el desarrollo de las ideas liberales. En 1912 publicó su
primera obra, La teoría del dinero y del crédito, utilizando las ideas de
Menger. En 1922 publicó un libro titulado El socialismo, criticando las ideas
propuestas por esta doctrina. En 1927 publica la obra que ahora nos ocupa,
exponiendo sus ideas liberales.
El libro comienza con un prólogo
de Julio César de León Barbero, tomando partido a favor de las ideas liberales
para Hispanoamérica. Continúa con un prólogo escrito por Mises en 1962, cuando
vivía ya en Estados Unidos, país al que se había exiliado después de la llegada
al poder de los nazis.
Introducción
En la primera página nos dice
Mises: “El dominio de las ideas liberales, aunque por desgracia demasiado
limitado en el tiempo, fue suficiente para cambiar la faz de nuestro planeta.
Con él se inauguró un grandioso desarrollo económico. La liberación de las
fuerzas productivas humanas multiplicó la cantidad de los medios de
subsistencia.” (pág. 25). En la página siguiente: “El bienestar creado por el
liberalismo redujo notablemente la mortalidad infantil.” “En los países más
adelantados en sentido liberal la mayoría de quienes ocupaban la cima de la
pirámide social estaba formada no por personas favorecidas desde su nacimiento
por unos padres ricos y bien situados, sino por individuos que, partiendo de
condiciones de estrechez económica, supieron hacerse camino con sus propias
fuerzas y el favor de las circunstancias. Desaparecieron las viejas barreras
que había separado a amos y siervos. Sólo existían ya ciudadanos con derechos
iguales.” En este último párrafo de la introducción se muestra ya el modo de
razonar de Mises: afirma que en los países liberales las personas que han
alcanzado los puestos más altos de la pirámide social provienen de las capas
más humildes de la sociedad, pero no aporta ningún dato estadístico que lo
avale. A pesar de que en más de un momento de su exposición afirmará que una de
las ventajas del liberalismo es que funciona con el método científico, él no
parece usarlo en sus exposiciones.
Pág. 27: “El poder del gobierno
está hoy en todas partes en manos de partidos antiliberales. El antiliberalismo
pragmático ha desencadenado la guerra mundial e inducido a los pueblos a
encerrarse en sí mismos, protegidos por prohibiciones a la importación y a la
exportación, aranceles, medidas antimigratorias y otras por el estilo.” Sobre
el tema de los gobiernos antiliberales volveré más tarde, ya que es una cuestión
importante en el libro; pero desde estas primeras páginas destaco ya una
segunda idea: todo lo malo que le ocurre al mundo -por ejemplo, las guerras- es
debido a ideas antiliberales, porque Mises ha decidido identificar su
definición de liberalismo con la de prosperidad y paz.
Mises define la esencia elevada
del liberalismo: “Si el liberalismo fija su atención exclusivamente en los
bienes materiales, no es porque minusvalore los bienes espirituales, sino
porque está convencido de que lo que hay de más alto y profundo en el hombre no
puede quedar sometido a reglas externas” (pág. 29)
“Otra acusación recurrente
dirigida contra el liberalismo es la de racionalidad, en el sentido de que
quisiera someterlo todo a reglas racionales.” (pág. 30)
“Está muy extendida la opinión de
que el liberalismo se diferencia de las demás orientaciones políticas porque
privilegia y defiende los intereses de una parte de la sociedad –propietarios,
capitalistas, empresarios- frente a las otras clases sociales. Pero se trata de
un supuesto sin fundamento alguno. El liberalismo ha considerado siempre los
intereses generales, nunca los de un grupo particular cualquiera.”
“Históricamente el liberalismo fue la primera orientación política que se
preocupó del bienestar de todos y no de determinados estamentos sociales. Del
socialismo, que también da a entender que persigue el bienestar colectivo, el
liberalismo se distingue no por el fin al que tiende, sino por los medios que
elige para obtener el mismo fin.” (pág. 33) “Si el liberal desaconseja
determinadas medidas demagógicas porque prevé sus consecuencias negativas, se
le llama enemigo del pueblo y se aplaude en cambio al demagogo que, ocultando
las consecuencias negativas que se derivarían, aconseja aquellas medidas porque
aparentemente ofrecen una utilidad momentánea.” “Al liberal que pide hacer un
sacrificio momentáneo se le acusa de egoísmo y de actitud antipopular.” (pág.
34).
En este libro no se cita a Keynes ni una sola vez, pero tal vez el
siguiente párrafo puede ser leído como una crítica a sus ideas: “La política
antiliberal es una política que destruye capital. Aconseja aumentar la dotación
del presente a expensas del futuro.” (pág. 35)
Dice Mises: “El hecho de que en
el mundo existan indigencia y pobreza no es un argumento contra el liberalismo.
(…) El liberalismo quiere eliminar la indigencia y la pobreza y piensa que los
métodos que propone son los únicos capaces de alcanzar ese fin.” (pág. 35)
Si David Ricardo decía que para que la sociedad prospere el trabajador
debe siempre cobrar un salario al nivel de subsistencia y tal vez (pero Ricardo
no lo decía claramente) ese nivel de subsistencia puede mejorar con el tiempo,
Mises ahonda en esta idea y afirma que los resultados ventajosos de las
innovaciones técnicas e industriales se traducen en una satisfacción
cualitativamente mejor de las necesidades de las masas, pero que debido a la
labor de los partidos antiliberales hoy se asocian los conceptos de liberalismo
y capitalismo a la imagen de una miseria creciente y una desbordante
pauperización del mundo. Mises se olvida de la denuncia de Marx sobre las
condiciones en las fábricas capitalistas, y afirma que las condiciones de vida
del obrero han mejorado gracias al liberalismo, que no es la doctrina de los
empresarios, puesto que hay empresarios a favor de ella y otros en contra (que
abogan por el proteccionismo, por ejemplo). Mises trata de analizar las raíces
de las doctrinas antiliberales, y de nuevo parece obviar cualquier crítica a
las condiciones laborales hecha por Marx y afirma que se deben al
resentimiento, lo que llama el «complejo de Fourier»: “El resentimiento entra
en juego cuando alguien, aun encontrándose en condiciones bastante
beneficiosas, odia hasta el punto de estar dispuesto a aceptar graves
desventajas con tal de ver perjudicado al objeto de su odio.” Pese a que Mises
aboga por el método científico en más de un caso parece dejarse llevar por la
pasión y acaba llamando “neuróticos” o “poseedores de un cerebro enfermo” a los
antiliberales: “Sólo la teoría de la neurosis puede explicar el éxito que
obtuvo el fourierismo, producto demencial de un cerebro gravemente enfermo.”
(pág. 42). Según Mises cuando el marxismo abandona el terreno de la palabrería
dialéctica y de la ridiculización y difamación del adversario sólo le queda
abogar por la utopía. Mises dedica unas pocas páginas a mostrar las
contradicciones del socialismo real (ya escribió un libro sólo sobre este
tema), pero me parece que obvia de manera excesiva y premeditada las críticas
que hace Marx a las condiciones laborales de las fábrica en el siglo XIX. Según
Mises el ciudadano medio ha conseguido incrementar sus esperanzas de vida
gracias al capitalismo, mientras que Marx documentaba ejemplos en los que las
esperanzas de vida de diversos trabajadores disminuían por la explotación en
las fábricas.
La introducción acaba con algunas
burlas a los ideales del comunismo, y así se cita a Trotski: “El nivel medio de
la humanidad (…) se elevará a las alturas de un Aristóteles, de un Goethe, de
un Marx.” “De semejantes absurdos está llena toda la literatura socialista”,
nos dice Mises en la página 45.
Capítulo I: Los fundamentos de una política liberal
Así comienza este capítulo en la
página 47: “La sociedad humana es una asociación de individuos para una acción
común. Una acción común regulada por el principio de la división del trabajo.”
“Todo el proceso de civilización del hombre se basa en esta mayor productividad
del trabajo, basado a su vez en el principio de la división del mismo.”
Pág. 48: “Los liberales sostienen
que el único sistema de cooperación humana realizable en la sociedad basada en
la división del trabajo es el que prevé la propiedad privada de los medios de
producción. Sostienen que el socialismo como sistema global aplicado a todos
los medios de producción es inviable.”
Pág. 49: “En el programa del
liberalismo sería más oportuno poner en primer lugar, junto a la palabra
«propiedad», las palabras «libertad» y «paz».
Pág. 50: “La idea de libertad se
halla tan enraizada en todos nosotros que durante mucho tiempo nadie osó
cuestionarla. (…) Sólo Lenin se atrevió a calificarla de «prejuicio burgués».”
Antes del liberalismo, dice
Mises, la esclavitud se consideraba una institución legítima. “El trabajo libre
es incomparablemente más productivo que el trabajo efectuado por quien no es
libre.” (pág. 51)
“La madre de todas las cosas no
es la guerra sino la paz. Lo único que hace que la humanidad progrese y que se
distinga del mundo animal es la cooperación social.” (pág. 54) “Si un pueblo
pacífico es agredido militarmente por un enemigo, debe defenderse y hacer todo
lo que esté en su poder para rechazar la agresión. (…) El error en cambio está
en elevar estas virtudes militares a virtudes absolutas. (…) La verdad es que
existe nada que sea en sí y por sí un bien o un mal. Las acciones humanas son
buenas o malas sólo en relación con el fin al que sirven y las consecuencias
que comportan.” (pág. 55)
“El desarrollo pleno de la
división del trabajo sólo es posible si está permanentemente garantizada una
convivencia pacífica.” “Para extender la división del trabajo dentro del
territorio nacional habría que excluir la guerra civil incluso como
posibilidad. Y para extenderla a todo el mundo habría que garantizar la paz
permanente de los pueblos.” (pág. 56-57)
“En la época del máximo
florecimiento del liberalismo se pensaba por lo general que las guerras entre los
pueblos de raza blanca no eran ya más que cosas del pasado.
Pero los acontecimientos fueron
en una dirección muy distinta. Las ideas y los programas liberales fueron
sustituidos por el socialismo, el nacionalismo, el proteccionismo, el
imperialismo, el estatismo y el militarismo.” (pág. 58). En este párrafo
podemos volver sobre otro de los rasgos del pensamiento de Mises: la paz es
promovida por el liberalismo, así que cualquier guerra está auspiciada por
ideas antiliberales, por tanto, cualquier pensamiento que diga, por ejemplo,
que las condiciones de los trabajadores deben mejorar en las fábricas es nociva
porque acabará promoviendo una guerra (civil en este caso, porque los partidos
antiliberales sólo buscan el beneficio de una parte de la población,
exaltándola contra otra).
“La supuesta igualdad de todos
los hombres es una afirmación que se apoya en bases sumamente frágiles. En
realidad, los hombres son sumamente desiguales.” (pág. 59). El liberalismo
aboga por la igualdad de trato de los hombres ante la ley, para conseguir la
máxima productividad posible del trabajo humano y para mantener la paz social.
“Los privilegios de clase deben desaparecer si se quiere que cesen las luchas
para acapararlos.” (pág. 60) “La propiedad privada no es un privilegio de los
propietarios, sino una institución social para bien de todos.” (pág. 62)
“Los defensores de la igualdad en
la distribución de la renta olvidan el punto esencial: que la suma global que
se puede distribuir –el producto anual del trabajo social- no es independiente
de la manera en que la distribución se realiza. (…) Sólo porque en nuestro
ordenamiento social es posible la desigualdad de riqueza y sólo porque esta
desigualdad estimula a cada uno a producir lo más que puede al menor coste,
dispone hoy la humanidad del total de riqueza anual que puede consumir. Si se
eliminara este incentivo, la productividad se reduciría hasta el punto en que
la cuota de renta per cápita, en igualdad de distribución, caería muy por
debajo de la que hoy recibe incluso el más pobre.” (pág. 63)
Mises no está en contra de la
existencia de personas ricas ni del lujo: “El lujo estimula al consumo y a la
industria a inventar e introducir nuevos productos, y es por tanto uno de los
factores dinámicos de nuestra vida económica.” “Su lujo tiene un efecto de
imitación, suscitando en las masas nuevas necesidades y estimulando a la
industria a satisfacerlas.” (pág. 65). Sobre esta última idea opinaba Paul Krugman que esto también puede
tener un efecto perverso: ya que las personas menos pudientes, por imitar a los
ricos, acaban cargando sobre sí un endeudamiento excesivo.
“Al demostrar la función social y
la necesidad de la propiedad privada de los medios de producción y de la
consiguiente desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza,
proporcionamos al mismo tiempo la demostración de la legitimidad ética de la
propiedad privada y del orden social capitalista que en ella se basa.” (pág.
65)
“Todo lo que contribuye a
preservar el orden social tiene un valor ético.” (pág. 67). Ya he apuntando que
Mises obvia toda crítica a los abusos del capitalismo, simplemente no los
concibe: el socialismo lleva a la ineficiencia y el capitalismo a la
eficiencia, mantener el orden capitalista (sin ningún cuestionamiento sobre que
puedan producirse abusos) lo transforma en una cuestión “ética”.
Para Mises la función del Estado
debe reducirse a la de velar por el derecho de la propiedad privada, y en esto
es en lo que se diferencia el liberalismo que propone del anarquismo, según el
cual debe eliminarse la propiedad privada y el Estado. “Tales son las funciones
que la doctrina liberal atribuye al Estado: la protección de la propiedad, de
la libertad y de la paz.” Adam Smith
apuntaba que el Estado debe ocuparse de la protección del individuo (policía),
de la protección de la nación (ejército), de la construcción de
infraestructuras, y, en última instancia, apunta que no estaría mal que
ofreciera un mínimo de educación pública. Para Mises la necesidad de las
infraestructuras o la educación han desaparecido.
Para Mises la democracia hace
posible la adaptación del gobierno a la voluntad de los gobernados sin luchas
violentas y las doctrinas antidemocráticas sostendrían entonces el derecho de
una minoría a dominar el Estado (entre estos antidemócratas estarían los
sindicalistas, Hitler, Lenin o Trotski).
Según Mises el comunismo ha
llevado a una reacción en forma de fascismo nacionalista, y por tanto el
comunismo y los fascismos romperán la paz tan deseada por el liberalismo. “El
fascismo puede hoy triunfar porque la indignación general ante las infamias
cometidas por socialistas y comunistas le ha procurado las simpatías de amplios
estratos sociales. (…) Sólo hay una idea que pueda contraponerse al socialismo:
el liberalismo.” (pág. 86)
Mises aboga por la libertad
absoluta del individuo y por tanto está a favor de la legalización de las
drogas, por ejemplo. “Un hombre libre debe saber tolerar que sus semejantes se
comporten y vivan de un modo distinto de lo que él considera apropiado, y debe
abandonar la costumbre de llamar a la policía tan pronto como algo no le
gusta.” (pág. 91)
Mises también cree que no debe
existir ninguna injerencia de lo religioso en la organización social: “En un
sistema social basado en la cooperación pacífica no hay espacio para las
pretensiones de las iglesias de monopolizar la enseñanza y la educación de la
juventud.” Frases como ésta deberían ser recordadas a políticos de la vida
pública española que se declaran liberales (con acento chulapo madrileño), pero
luego dan conciertos con dinero público a los colegios privados religiosos.
“El Estado es un aparato
coercitivo y represivo. (…) Todo lo que el Estado es y es capaz de hacer
implica la coerción y el uso de la fuerza.”, nos dice Mises en la página 94
tratando ya de poner al lector en contra de ese Estado que unas páginas antes
ha dicho que era tan necesario para defender la propiedad privada. “El
ciudadano no puede ser coartado en sus movimientos hasta el punto de obligarle,
si piensa de manera distinta de quienes están en el poder, a elegir entre su
destrucción y la destrucción del aparato del Estado.” (pág. 96)
Capítulo II: La política económica liberal
“El sistema de propiedad privada
de los medios de producción coincide con la historia del desarrollo de la
humanidad desde su condición animal a las cimas alcanzadas por la civilización
moderna.” (pág. 97). Mises carga contra el sindicalismo que pide que las
fábricas sean de los trabajadores y, por supuesto, contra el socialismo, el comunismo y el intervencionismo.
Mises habla de los críticos del
capitalismo y dice que todo lo que no les gusta del mundo moderno lo achacan a
la propiedad privada. “Nadie desea vivir en una sociedad socialista si no es en
el papel de director general o de inspirador del director general.” (pág. 102)
“El socialista da por descontado que en una sociedad socialista la rentabilidad
del trabajo sería por lo menos igual a la de la sociedad capitalista. (…) La
cantidad de lo que se produce en una sociedad capitalista no es independiente
del modo en que se produce.” (pág. 103) Para Mises la competencia hace que se
mejoren los medios de producción y por tanto la productividad de los recursos
productivos.
“En la sociedad capitalista son sólo
y siempre los más aptos los que disponen de los medios de producción.”, afirma
Mises, un creyente verdadero de la teoría de la libre competencia, que asegura
que si no se es el mejor en la dirección de las empresas el mercado echará
fuera, por ejemplo, a los ricos herederos, y si usted está pensando que conoce
a personas que no rinden el máximo en sus trabajos y ahí siguen y la empresa no
se hunde, Mises le dirá que eso es por privilegios antiliberales, si el
liberalismo se aplicase sin fisuras sólo llegarían más arriba los más válidos.
Los estados, según Mises, tienden
a reprimir la fuerza de la propiedad privada, base del desarrollo del individuo
y la sociedad. ¿Una de estas represiones a la propiedad privada serían, por
ejemplo, las limitaciones hacia el trabajo infantil, algo de lo que Mises no
habla nunca?
En las páginas siguientes Mises
usa un tipo de razonamiento que me parece fundamental para entender cuáles son
sus posicionamientos y poder establecer un cuestionamiento de sus doctrinas:
Mises afirma que los gobiernos son, por su propia naturaleza, contrarios al
capital, y contrapone los intereses del gobierno con los del capital,
victimizando la posición del capital, que no puede desarrollarse plenamente en
su búsqueda del bienestar general debido a las injerencias del Estado: “Los
gobiernos, mientras se adaptaban a tolerar la propiedad –naturalmente, contra
sus verdaderas intenciones y contra los impulsos innatos de toda organización
de poder- seguían tenazmente ligados a la ideología contraria a la propiedad.”
(pág. 109). Mises no parece concebir que los gobiernos, en las sociedades más
desarrolladas y supuestamente más liberales, actúan, en realidad, como títeres
del capital. Pensemos en la negativa de Estados Unidos a firmar el Protocolo de
Kyoto, ¿en este caso el gobierno está actuando en contra del capital, o el
gobierno, connivente con el capital, hace lo que éste le dicta?
Mises analiza un poco el
funcionamiento del socialismo (algo que supongo ya hizo con profundidad en su
anterior libro) y habla de la falta de incentivos privados, y lo que considera
más importante: la imposibilidad de valerse de los precios y el sistema de
costes para elegir entre las alternativas la que resulte más valiosa para una
sociedad.
Mises también critica una tercera
vía entre el capitalismo y el socialismo: el intervencionismo, y para defender
su postura nos da el ejemplo clásico de un gobierno que trata de intervenir en
los precios, creando un exceso de demanda. “O capitalismo o socialismo. No
existe una tercera vía.”, nos dice y esto es así porque el estado no debe
ocuparse de la sanidad, ni de la educación, ni de la contaminación de las
empresas, ni de las infraestructuras, etc. En cualquier manual de economía
existe un tema llamado “Fallos de mercado”, éste tema no existe para Mises: el
mercado siempre aporta las mejores soluciones a todo.
Como nuevo ejemplo del buen
funcionamiento del mercado nos da el de lo nocivo que resulta introducir un
concepto como el del salario mínimo, generador de paro e ineficiencias. Mises
sí que está a favor de la inmigración y la libertad de movimiento de las
personas. Por supuesto, los sindicatos también generan paro y van en contra de
la clase obrera. “Si además el gobierno y los sindicatos conceden a los parados
el subsidio garantizado, lo único que se consigue es agravar el mal.” (pág.
125)
Y ahora sí que me parece que hace
una crítica directa a Keynes sin citarle: “Es claro que no se puede eliminar el
paro acometiendo un programa de obras públicas de otro modo no previstas. En
este caso los medios financieros invertidos deberían ser hurtados, a través de
impuestos o créditos, al empleo alternativo que habrían tenido.” (pág. 127)
Según Mises sólo se puede elegir
entre propiedad colectiva y privada y las formas intermedias son “teóricamente
irracionales”. Además, como el socialismo es irrealizable sólo nos queda el
capitalismo.
En algún momento Mises se olvida
de que él se ha arrogado para sí mismo la condición de ser el “serio” en el
debate, el que defiende la concepción científica de la economía y se tira más
hacia el panfleto: “O propiedad privada de los medios de producción, o bien
hambre y miseria para todos.” (pág. 131) En la misma página afirma: “Para una
ideología como la del liberalismo, fundada enteramente sobre bases científicas,
cuestiones como la de la bondad o no del orden social capitalista (…) ni
siquiera se plantean. El liberalismo se basa en las ciencias de la economía
política pura.” Esta página refleja bien el estilo del texto: yo me arrogo para
mí mismo el poder de la racionalidad y de ciencia, pero no lo aplico, me voy a
un extremo, eliminando cualquier cosa que haga que mis teorías no sean válidas
(grandes desigualdades de renta, inmovilismo de las clases sociales, fallos de
mercado, contaminación…) y las defiendo con la vehemencia del hooligan: “Los neurasténicos (…)
califican a la economía política de ciencia triste.”
En el punto 7 y último de este
capítulo Mises aborda un tema que me resulta muy interesante. De hecho, al
comenzar este punto resume mi postura: “Los enemigos del liberalismo sostienen
que hoy ya no existen las premisas para una política liberal. El liberalismo
–dicen- fue una realidad cuando en cada sector productivo existía una fuerte
competencia entre muchas empresas medianas. Pero hoy, cuando el mercado está
dominado enteramente por grandes grupos, cárteles y otros monopolios, el
liberalismo está prácticamente muerto. No es la política la que le ha
destruido, sino una tendencia presente en todas las necesidades evolutivas de
la propia economía libre.” (pág. 133) Mises no cree que se pueda llegar a la
existencia de monopolios, su confianza en el libre mercado es sólida: si se
llegase a una situación de monopolio los beneficios extra atraerían a otros
empresarios que ofrecerían los mismos productos a precios más bajos y todo se
arreglaría (Mises cree en la libertad de entrada y salida de los mercados). Los
monopolios sólo podrían darse en el caso de algunas pocas materias primas, y en
este caso el monopolio serían bueno porque hace que los recursos mineros se
usen de forma más moderada (algo que podría entonces usarse como razonamiento
en su contra: ¿en los otros mercados competitivos se hace un uso excesivo de
los recursos?). Estos monopolios sobre recursos mineros sólo le pueden parecer
mal a economistas que se guían por la envidia (Mises el científico). Mises no
parece tampoco creer en la formación de cárteles de grandes empresas que fijen
precios, y aquí voy a decir que esta afirmación me parece deshonesta. En La
riqueza de las naciones, Adam
Smith, padre del liberalismo económico, nos advertía del peligro que
corremos como sociedad ante las asociaciones de empresarios (tengo la cita recogida
en ESTA ENTRADA) para fijar precios, algo de lo que Mises, de nuevo, calla, y
si yo comento esto del libro de Smith parece que la madura y científica
respuesta de Mises para mí sería que yo me muevo por la envidia.
Otra crítica a las grandes empresas
podría ser que se da en ellas una gran burocratización. Mises apunta que el
enchufismo sólo se da en las empresas públicas, ya que como ocurre en el
comunismo no hay en ellas un análisis real de productividad y pueden mantener a
personas ineficientes. El enchufismo no se puede dar en la empresa capitalista
(Mises nunca ha vivido en España, obviamente) porque si la persona no sirve
para su puesto, rendirá menos y esto quedará en evidencia y si no se soluciona
pronto la empresa se hundirá y sólo sobrevivirán las más eficientes, las que no
tienen a enchufados: “Quien dispone de medios de producción de su propiedad o
tomados en préstamo a interés de quien es su propietario, debe cuidar siempre
de emplear tales medios de tal modo que satisfagan, en las condiciones dadas,
la necesidad social más urgente. Si no lo hace, trabajará con pérdidas, verá en
un primer momento cómo estará cada vez más comprometida su posición de
propietario y de empresario, y al final será expulsado definitivamente de esta
posición.” (pág. 141). Sé lo que está pensando lector: que usted ha visto cómo
en su empresa privada enchufaban a alguien inepto y la empresa no se hundía
sino que todo seguía adelante, y si las cosas iban mal es probable incluso que
le despidieran a usted, honrado trabajador, y no al enchufado, y que la empresa
siga y así. Mises tienen una respuesta para usted: esto puede ocurrir por temas
antiliberales, no por temas liberales, si al liberalismo le dejasen funcionar
bien usted, el que trabaja de verdad, destacaría (existe información perfecta
en toda organización, igual que en los mercados) y ascendería mientras ve cómo
se expulsa de la organización al inepto enchufado. Y así se las gasta Mises.
Entre patrón y trabajador siempre
hay armonía en una empresa privada: “El dador del trabajo debe tratar de pagar
la fuerza de trabajo en consonancia con la prestación laboral. Si no lo
hiciera, correría el riesgo de que le quitase el obrero un competidor dispuesto
a pagarle más. El contratado, por su parte, debe tratar de ocupar su puesto de
modo que merezca el salario, para no correr el riesgo de perder el puesto.” Ya
sabemos que eso que decía Adam Smith sobre las asociaciones de empresarios para
tirar los salarios a la baja no puede darse en una sociedad liberal. Esta
armonía no se da, sin embargo, en las empresas públicas que no se rigen por
criterios de eficiencia económica.
Capítulo III: La política exterior liberal
Mises vuelve a ponerse aquí
grandilocuente: “El objetivo de la política interior del liberalismo es
idéntico al de la política exterior: la paz.” El liberalismo desea el libre
comercio por todo el mundo. Además de grandilocuente, también es un poco
victimista: “Hoy, cuando las ideas antiliberales dominan el mundo. El
cosmopolitismo se ha convertido en un reproche a los ojos de las masas.” (pág.
154)
En su búsqueda de la paz interior
en un país Mises se muestra a favor de los referéndum: “El derecho de
autodeterminación respecto a la cuestión de la pertenencia a un Estado
significa, pues, esto: que si los habitantes de un territorio –ya se trate de
una única aldea, de una región o de una serie de regiones contiguas- han
expresado claramente a través de votaciones libres su voluntad de no seguir en
la formación estatal a la que actualmente pertenecen y de constituir un nuevo
estado autónomo, o a la aspiración a pertenecer a otro Estado, hay que tener en
cuenta este deseo. Sólo esta solución puede evitar guerra civiles, revoluciones
y guerras internacionales.” (pág. 157-158) En su razonamiento, va un poco más
lejos: “Si de algún modo fuera posible conceder a cada individuo este derecho
de autodeterminación, habría que hacerlo.”
“La guerra mundial no fue sino la
consecuencia natural y necesaria de la política antiliberal de los últimos
decenios.” “Es un puro disparate acusar a la industria armamentística de ser
responsable del estallido de la guerra.” La industria armamentística surgió
para satisfacer la demanda de los gobiernos (el mal), si éstos hubieran
demandado otra cosa se hubieran desarrollado más otras industrias.
Me resulta muy curioso lo que
opina Mises sobre la educación: en la página 163 dice: “En la mayoría de los
Estados existe hoy la obligación escolar, o por lo menos la instrucción
obligatoria.” Aquí no da su opinión sobre esta escolarización obligatoria, se limita
a afirmar que se da, pero un poco más adelante dice: “En todas las zonas de
lengua mixta la escuela es una realidad política de la mayor importancia. No se
conseguirá despolitizarla mientras siga siendo una institución pública y
obligatoria. Sólo hay un medio para conseguirlo: hacer que el Estado, el
gobierno, las leyes, no se ocupen de la escuela y de la instrucción; que el
dinero público no se gaste en esto; que la educación y la instrucción estén
enteramente en manos de los padres y de asociaciones e instituciones privadas.
Es mejor que una masa de muchachos crezca sin instrucción formal que se le
instruya para que luego se le mande a dejarse matar o mutilar en la guerra
cuando se hace adulta. Cien veces mejor un analfabeto sano que un mutilado
instruido.”
Entendamos el último párrafo: los
males vienen del Estado y por tanto las exaltaciones nacionalistas (el mal)
sólo pueden darse en su seno; en cambio los padres o las instituciones privadas
(el bien) siempre actuarán siguiendo los principios racionales del liberalismo,
y por tanto no inculcarán ideas nacionalistas a sus hijos. A este tipo de
racionamientos, con esas premisas apriorísticas tan fuertes, Mises le otorga
categoría de pensamiento científico.
Me adelanto y voy a la página
208: “Mientras siga habiendo aranceles protectores y prohibiciones migratorias,
escuelas e instrucción obligatorias, intervencionismo y estatismo, surgirán
continuos conflictos destinados a complicarse y a desembocar en otras tantas
guerras.” Si en los párrafos anteriores parecía que Mises toleraba la educación
pública, aquí ya parece que la considera generadora de guerras y por tanto
nocivas. Así que tenemos aquí a un pensador que afirma en la introducción de su
libro que en los países liberales los puestos más altos de la jerarquía social
los están ocupando personas que vienen de abajo, de un mundo sin privilegios,
que no cree en el poder de la educación pública como generadora de
oportunidades y que considera que en el mundo laboral no se producen nunca
abusos hacia los trabajadores (los únicos abusos vienen de los sindicados) y
además llama ingenuos a los socialistas. ¿De verdad podemos pensar que en un
fantástico mundo de liberalismo puro los
obreros van a poder cobrar un sueldo que les permita llevar a sus hijos a
escuelas privadas y que con esos conocimientos adquiridos van a poder prosperar
y alcanzar los niveles más altos de la sociedad? Concluyo aquí: creo que Mises
cae en el mismo error que le achacaba a los socialistas y comunistas utópicos:
su mundo también es utópico. Si se dan las condiciones que él propone,
desaparecerán los abusos y las ineficiencias y los hombres trabajarán en plena
armonía, buscando la paz y la colaboración y cada uno conseguirá exactamente lo
que se merece.
Mises se muestra contrario al
colonialismo europeo: “No hay capítulo de la historia más ensangrentado que el
de la historia de la política colonial.” “El dominio de los europeos en África
y en partes importantes de Asia es un dominio absoluto, y contrasta de la
manera más estridente con todos los principios del liberalismo y de la
democracia.” (pág. 177)
“El liberalismo reivindica para
cada individuo el derecho a vivir donde le plazca” (pág. 191) “La política
dirigida a la limitación de la inmigración debe considerarse desde un doble
punto de vista: como política de los sindicatos y como política de
proteccionismo nacional.” (pág. 192) “Las restricciones a la inmigración –y
sobre esto no existe la menor duda- reducen la productividad del trabajo
humano.” (pág. 194)
Igual que Mises parecía
pronosticar, en párrafos anteriores, el ascenso de los fascismos europeos,
también parece mostrarse visionario respecto a la futura Unión Europea: “Los
Estados europeos deberían por lo tanto asociarse en una unión militar y
política.” (pág. 199)
Mises, para un mundo globalizado,
apunta una idea con la que estoy bastante de acuerdo: “El derecho internacional
está por encima del derecho de los distintos Estados, y reclama la creación de
tribunales y autoridades superiores a los Estados que aseguren la paz
internacional.” (pág. 204)
En la página 210, nos vuelve a
decir que el liberalismo se basa enteramente en la ciencia, pero una líneas más
arriba cae en el insulto: “La esterilidad mental del pueblo ruso era tan grande
que no fue capaz de elaborar y expresar con autonomía ideas que son
emblemáticas de su más profunda naturaleza.” Además le da algún palo a algunos
de nuestros escritores favoritos: “Un pueblo en que sobreviven los ideales de
Dostoievski, de Tolstoi y de Lenin es incapaz de generar un vínculo social.”, y
sigue: “No equivale en absoluto a proponer que se prohíba la importación y la
traducción de los escritores rusos. Que los neuróticos se diviertan cuanto
quieran; las personas sanas, en todo caso, los evitarán.” Aquí que ya saben,
queridos lectores, si a usted le gusta Dostoievski o Tolstoi, Mises opina
(usando los más modernos métodos de la ciencia) que es usted un neurótico.
Capítulo IV: El liberalismo y los partidos políticos
Afirma Mises que el liberalismo
nunca se organizó como un partico político, propiamente dicho, como si hicieron
los partidos anticapitalistas. Los liberales no se dieron cuenta de que no
todos los hombres poseen la capacidad de pensar lógicamente y que hay personas
que se dejan guiar por una ventaja momentánea y no por una mayor permanente.
Los liberales abogan por suprimir
cualquier privilegio de clase, no como los partidos políticos: “Los partidos
son los representantes de determinadas clases que quieren que se garanticen y
amplíen los privilegios que el liberalismo tuvo que confirmar porque su
victoria no fue completa, y de determinados grupos que aspiran a obtener
privilegios, y por tanto a convertirse ante todo en «clases». El liberalismo,
en cambio, se dirige a todos y propone un programa que puede ser aceptado
igualmente por todos.” (pág. 219)
“Todos los partidos políticos
modernos y todas las modernas ideologías de partido se han formado como
reacción de los privilegios de clase y de los intereses particulares contra el
liberalismo.”, nos dice Mises, convirtiendo en víctima de nuevo al capital. Al
final viene a afirmar que los partidos marxistas y los socialistas lo que hacen
es luchar por sus “privilegios de clase” (la explotación laboral es vista aquí,
curiosamente, como privilegio del explotado), y al mirar sólo por los intereses
de una parte de la sociedad y no por toda, como proponen los liberales, acabará
buscando conflictos que lleguen a la guerra civil y romperá con la paz que
proponen cabalmente los liberales. Sobre el tema de que en el mercado se
produce un acuerdo entre personas libres ya habló Marx en El capital, era uno de sus cuestionamientos básicos.
Mises critica la teoría de Marx
de la lucha de clases, y de forma curiosa dice que la idea de dos clases
sociales la toma de David Ricardo, que divide a la sociedad entre terratenientes,
capitalistas y trabajadores. Según Mises, Marx no puede demostrar la existencia
de una conciencia de clase porque no hay solidaridad entre los trabajadores y
porque tampoco puede demostrar que los intereses de una clase social perjudican
a la otra. Para el liberalismo este antagonismo de intereses no existe. Mises
considera que reivindicar políticas sociales es reivindicar privilegios en
contra de otros miembros de la sociedad (porque, como ya sabemos, en una
sociedad en la que ni siquiera hay educación pública existe igual de
oportunidades).
Según Mises, cuando los partidos
obreros consiguen algún éxito siempre lo hacen en contra de otros obreros, y
por tanto esto anula la supuesta solidaridad obrera.
Me parece curioso el
racionamiento que hace Mises para justificar que las clases intelectuales de un
país puedan ser antiliberales: las clases intelectuales están formadas por unas
pocas personas, y no puede por tanto tener su propio partido de intereses
particulares; como los partidos no podía tolerar que los intelectuales fuesen
liberales lo que hicieron fue incorporarlos a la dirección de los partidos (sé
que os gusta el método científico).
Según Mises, Marx se equivoca al
suponer que «los que tienen» pueden perpetuarse en el tiempo, puesto que la
lógica del capital es que sólo sobreviven los más actos, y es más bien a través
del gobierno cuando se mantienen las propiedades y los privilegios.
Capítulo V: El futuro del liberalismo
Pág. 253: “Fueron el liberalismo
y el capitalismo los que crearon las bases de todas las prodigiosas conquistas que
caracterizan a nuestro tenor de vida moderno.
Pero hoy un soplo de muerte azota
a nuestra civilización.” Me ha gustado esta última frase, parece una parodia
del comienzo del Manifiesto comunista.
Pág. 258: “El liberalismo (…)
sólo una cosa quiere dar a los hombres: un desarrollo pacífico y continuo del
bienestar material para todos.”
Creo que no voy a hacer unas conclusiones finales, porque ya he ido
dando mi opinión sobre lo leído al resumir el texto y esta entrada ya es
excesivamente larga. Sólo un comentario último: una vez que he entrado en el
siglo XX, los libros de economía son mucho más fáciles de seguir y, esté de
acuerdo o no con las ideas aquí vertidas, lo cierto es que he leído este libro
con mucho interés, debido a que habiéndome acercado antes a Smith, Malthus,
Ricardo o Marx sabía perfectamente por dónde iba Mises (sobre lo que quería
hablar y sobre lo que estaba obviando en su exposición y para lo que no tiene
respuestas), así que al fin y al cabo está claro que es el conocimiento el que mueve
la curiosidad y no al revés, como cree algún moderno pedagogo.