Te voy a contar algo: necesito descansar mejor. Llego a la cama con sueño, capaz de dormir como si no hubiera un mañana pero al cerrar los ojos algo me impide bajar la persiana del día que ya termina… Pienso en todo lo que hoy no he podido terminar que además me recuerda a algo del pasado que no resolví tan bien como me hubiera gustado, repaso el completísimo programa para mañana que arrastrará los pendientes de hoy, me pregunto por qué tal persona no me hace caso si todos sabemos sobradamente que necesita cuidarse más, intento encontrar explicación a esas cosas del día a día que aún no comprendo, me preocupo por lo que puede que nunca llegue a suceder hasta el punto de temer que se convierta en realidad, me centro en lo que me crea insatisfacción en lugar de pensar en lo maravilloso que hay en mi vida y así hasta el infinito. ¿Increíble, verdad? Durante el día no me pasa porque no paro pero es llegar a la cama y… ¡Zas!
Es cierto que son pocas las noches que esos temas me quitan el sueño pues termino durmiéndome tarde o temprano tras una veintena de vueltas en la cama (¡compadezco a mi marido!) pero sí reconozco que todas esas cargas que yo misma me echo a la espalda, que voy recogiendo durante el día, me roban el descanso. Aunque realmente no me lo roban, yo lo estoy entregando. Y soy yo quién lo entrega porque algunas veces estoy tan cansada o superada de responsabilidades que no me doy el permiso para echar el freno… Ya se sabe: en casa del herrero, cuchara de palo.
Cargar con peso extra cansa mucho
¿Tú también has sentido alguna vez un peso sobre los hombros, verdad? Suele ser una manifestación física de esas cargas emocionales que nos acompañan desde tiempos inmemoriales: la envidia, el rencor, el dolor… Las cosas que hemos vivido y sentido, las cosas que nos hubiera gustado vivir y sentir pero que jamás nos atrevimos a hacer; todas ellas se convierten en un peso extra que no necesitamos para nada pero que seguimos llevando encima. Y eso cansa, cansa mucho.
Hay personas que me dicen: “estoy bien, no me falta de nada pero siento que llevo una gran carga, no descanso y termino agotado”. Casualmente, esas personas suelen estar ancladas al pasado, rememorando una y otra vez las cosas que les hicieron sufrir, inmóviles ante la vida, nadando entre excusas, reclamando mejoras pero sin tomar el control de sus vidas.
Pasar página sin más ni es sano ni es posible, sería como querer limpiar la casa y barrer la porquería debajo de la alfombra. Salir corriendo tampoco es la solución, cambiamos de horizonte pero esas emociones desagradables siguen estando ahí…
Descansa mejor liberándote de las cargas
Con independencia de nuestra edad, siempre tenemos responsabilidades: desde cuidar los libros de texto cuando vamos a la escuela hasta ser consecuentes con los resultados de las decisiones que hemos tomado cuando ya estamos más creciditos (sin hablar de facturas, trabajo, familia…). Sin embargo, no solemos tener en cuenta que otra de nuestras responsabilidades es velar por nuestro bienestar ya que somos los únicos que podemos incidir directamente sobre el mismo. Claro está que distintos profesionales pueden ayudarnos en todos los aspectos de la vida pero nadie vendrá a arreglar la avería del baño si no le llamamos, igual que nadie nos quitará de encima todo eso que llevamos años arrastrando si no somos nosotros quiénes hagamos algo por salir adelante y mejorar.
Aquí te dejo algunas prácticas muy sencillas que pueden ir aligerando tu carga, además de evitar que siga creciendo. Te explico cómo empezar con 5 consejos muy sencillos:
- Ocúpate solo de tus asuntos
No te estoy llamando cotilla ni entrometido/a, solo intento decirte que muchas veces prestamos ayuda sin que nos la hayan pedido y que esa ayuda puede generar tensiones y malestar porque no suele ser bien recibida y porque invertimos tiempo en prestarla, en convencer de que podemos ayudar, en discutir porque no nos la agradecen y encima en enfadarnos y desenfadarnos. Sinceramente… ¡No es rentable!
Sé que no es fácil pero es MUY necesario. Yo antes era “la madre salvadora del mundo” y no solo me sentía muy vacía e insatisfecha sino que además luego me quedaba sin energía ni recursos para poder encargarme de mi propia vida. Cada día sentía más resentimiento y frustración porque no valoraban mis esfuerzos y apenas podía cumplir con mis propias responsabilidades.
Si ayudas solo cuando te piden ayuda tendrás energía y recursos de calidad para algo o alguien que sí quiere contar contigo y además habrás cumplido con tus necesidades primero (indispensable para garantizar tu avance y calidad de vida presente y futura). Evita meterte en conversaciones ajenas, deja que los demás lleven la razón con independencia de que la tengan o no, huye de los cotilleos y olvídate de intentar comprender por y para qué alguien dice o hace según qué cosas. Eso te consume y te distrae de lo realmente importante: tu vida.
A los pocos días de práctica verás que ya no te sientes tan saturado/a… ¡Felicítate por lograrlo! Valora la humildad, la sabiduría y la perseverancia que ahora te permiten tener el control de todo tu poder personal.
- Aprende a delegar y a pedir ayuda
Somos humanos y ello no es sinónimo de perfección ni de llegar a todo. Sé que somos muchos los obsesos del control y maniáticos que creemos que solo nosotros podemos garantizar que las cosas se hagan como queremos sin crear mayores complicaciones pero, sinceramente, ese pensamiento jamás nos permitirá crecer en ningún sentido. Por ejemplo: si en casa no dejas que tus hijos te ayuden con la limpieza porque solo limpian “lo que ve la suegra” tú no tendrás ese momento de relax o de intimidad y ellos no tendrán la oportunidad de coger práctica, mejorar o aprender la mejor forma de hacerlo. O en los negocios, si no delegas las actividades administrativas a tus trabajadores… ¿Cómo crees que vas a poder atender a tus clientes si te pasas todo el día frente al teléfono, el ordenador y las facturas?
Pedir ayuda es algo parecido. A veces necesitamos un apoyo extra porque tenemos todos los recursos para lograr lo que queremos pero, pese a eso, no lo logramos. Yo misma confío en ciertos profesionales para que controlen mi salud y me ayuden a ver otras perspectivas cuando estoy ofuscada a nivel emocional… Y en momentos puntuales en los que las cargas, el estrés o las circunstancias no me están dejando descansar bien recurro a productos que me echen una mano: por ejemplo, la Pasiflora es una opción que nos ayuda a conciliar el sueño y nos permite levantarnos con esa sensación de haber descansado bien (como me vas a preguntar, me adelanto: yo la compro en la farmacia, de Arkocápsulas, y estoy muy satisfecha con su relación calidad/precio), el Melatonyl (de la misma marca) me salva del jet lag cuando me toca viajar y no puedo permitirme que el desfase horario altere mi rendimiento profesional… Y la respuesta es no: no me siento mal por delegar ni por pedir ayuda, gracias a esa humildad y el reconocer que no puedo con todo logro rendir, descansar mejor y disfrutar. Al fin y al cabo, el orgullo no suele llevarnos muy lejos.
- Descubre qué es lo realmente importante y tenlo siempre en cuenta
Tan fácil como tener preferencias. Cuando sabemos qué queremos, qué nos acerca a ello y qué preferimos potenciar en nuestra vida es que podemos establecer unas preferencias claras que mantengan nuestro foco de atención centrado, sin cargarnos con pesos que no son nuestros.
Basta con que te preguntes: “¿qué es realmente importante para mí?” todas las mañanas o cuando ves que empiezas a sentirte agobiado/a. Yo lo hago muy a menudo y eso me permite recordar qué es lo que quiero, eligiendo entre la opción que responde a esa pregunta. Puede parecerte una tontería pero no solo me mantiene en el camino que me dirige hacia mis objetivos sino que, ademas, me hace sentir libre y controlando la situación pues yo me hago responsable de decidir y de elegir en lugar de dejarme llevar por una riada de responsabilidades, trabajo pendiente, cosas que “debería” hacer… Pruébalo, no te arrepentirás.
- Cambia tu actitud frente a la vida
Esto es algo que ya te he dicho muchas veces pero lo voy a volver a repetir: la vida siempre seguirá trayendo retos, las circunstancias no pueden controlarse pero sí podemos acomodar nuestra actitud frente a ellas. Acepta lo que está sucediendo o lo que sucedió, observa las dificultades como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento, deja de huir de los problemas (si tienen solución ponla cuanto antes, si no la tienen deja de preocuparte). Fluye.
Me gusta tener todo controlado y programado, es algo que me caracteriza. Sin embargo, he ido puliendo esa necesidad para agregarle un factor imprescindible: la flexibilidad. Antes me ponía de muy mal humor, todo me salía mal y peleaba con cualquiera que me dirigiera la palabra si las cosas no seguían el plan que había elaborado y eso, por supuesto, me traía muy malos ratos que además de ser una gran carga emocional me procuraban un mal ambiente laboral o de convivencia además de la imposibilidad de descansar bien. Gracias a cambiar mi actitud y ser más flexible, ya no me pasa nada de eso. No digo que me encante que todo dé un giro dramático pero ya no me agobio ni estreso de la misma forma: veo qué es urgente dejar resuelto, me adapto a la nueva situación y busco otra forma de sacar beneficio a la nueva circunstancia. Yo no sufro, los demás no sufren y todo sigue su curso, con facilidad y sin conflictos.
- Respira y relájate
Nos acostamos con todo lo anteriormente mencionado en la cabeza, con cada músculo del cuerpo en tensión, tras estar un buen rato con los ojos pegados a una pantalla retroiluminada y el efecto es devastador: o no dormimos o dormimos pero no logramos descansar bien. Así que frente a cualquier situación que te genere malestar o cuando te acuestes: mantén la calma, respira y relájate, siguiendo el mismísimo “Keep calm and take a breath“.
Te podría recomendar muchísimas técnicas (meditación, contemplación, yoga, neurotecnología de sonido, respiraciones y etc) para trabajar ese equilibrio que te permita reencontrarte con tu serenidad cada vez que lo necesites pero, para no repetirme, prefiero explicarte que un escaneo corporal muy sencillo puede salvarte en cualquier situación, sin que nadie se de cuenta, y aportándote mucha información extra. Por ejemplo, si estás en el trabajo y sientes inquietud fíjate en la tensión de tus hombros, en si aprietas los dientes, si tienes el ceño fruncido… Repasa cada parte de tu cuerpo, identifica su estado y relájalo. La relajación física te procurará mayor tranquilidad y bienestar emocional. ¡Y si ya estás en la cama, lo mismo! No te acuestes como un cazador furtivo a la caza del sueño, hazlo para descansar y establece una rutina de relajación que induzca ese descanso: empieza escaneando los pies, subiendo por las piernas, la pelvis, el tronco, los brazos, las manos, el cuello, los labios, los dientes, los ojos… Al principio puede costarte coger el hábito aunque los beneficios serán inmediatos pero con los días no llegarás a terminar el escaneo corporal sin haberte dormido antes.
Viaja sin equipaje, da más libertad de maniobra y… ¡Deja descansar mejor por las noches!
Raquel Cabalga