Revista Sociedad

Libertad de elección

Publicado el 12 marzo 2013 por Francescbon @francescbon
Mi inseguridad sobre mi capacidad para la ficción (que, curiosamente, se agudiza cuando leo ensayos del mejor escritor de ficción de la actualidad) me ha hecho desestimar un post que tenía en borrador: se llamaba, se iba a llamar Escarcha en las cejas e iba a escribir sobre un indigente que moría de frío en el invierno de una ciudad, en cuyos bolsillos encontraban cartas dirigidas al Vaticano pidiendo que le fueran regalados algunos de los dos hábitos sobrantes una vez se sabía la talla (la física: no merece la pena especular sobre la talla moral) del nuevo Papa. Iba a escribir sobre el tipo impresionado por la noticia de que, mientras él pasaba frío en un cruel invierno europeo de 2014, dos hábitos o uniformes papales o como narices se describa, resultarían desperdiciados al confeccionarse tres tallas posibles.El cuento, que en el plan de mi cabeza iba a incluir cartas del pobre desgraciado apelando a la caridad cristiana y a su condición de agnóstico, con tal de disponer de un ropaje con el que guarecerse del frío, pues, digo, el cuento, quedará allí, flotando en algún lado, como tantas ideas que parecieron geniales pero no como para fijarse en mi cabeza ni como parar lo que hiciera cuando acudieron a mi mente y buscar donde anotarlas.
LIBERTAD DE ELECCIÓNTodo viene a cuento por el tema del cónclave.Cónclave siempre me ha parecido una palabra falsamente esdrújula. Adoro las palabras esdrújulas y ello bien pueda ser en agradecimiento a su sencillez: tanto en castellano como en catalán siempre se acentúan. En catalán puede quedar la duda restringida a la e y la o de si el acento es abierto o cerrado, pero en castellano esas palabras son un descanso para el guerrero que duda en las llanas y las agudas. Para ejemplificar esa situación, la propia palabra esdrújula es esdrújula. Coherente como ella sola, pensadlo.
A mí cónclave me parece que debería ser llana con-cla-ve. No sé si con es un prefijo pero estoy seguro que clave se refiere a clave, a cerrado, y no sé yo de muchas palabras en las que el prefijo se constituya, ordeno y mando, en sílaba tónica (otra palabra esdrújula, bien! - aquí termina la broma). El caso es que se acentúe donde se acentúe una serie de peces gordos de la iglesia (muchos: de ahí el milagro de los panes y los peces), van a reunirse y a elegir a uno de ellos, que se encargará en los próximos años de afear la conducta a los occidentales por follar antes de hora, por no traer hijos no previstos al mundo, y bla bla bla. Lo harán de un magnífico buen rollo: esta vez el motivo de su reunión no es que nadie haya pasado a mejor vida. El anterior se cansó y lo deja. Pobrecito, de qué vivirá. Aunque seguro que se apaña con poquita cosa.El caso es que esa elección rodeada de secretos y costumbres ascentrales (lease rancias) y extrañas (lease absurdas) paraliza medio mundo, especialmente los medios de comunicación conservadores, que se quitan la careta y le dan una cobertura completamente desproporcionada. A mí no me interesa lo más mínimo, pero me ha permitido hacer justicia con las esdrújulas.
LIBERTAD DE ELECCIÓNOtra consulta: aquí es cuando pierdo seguidores, como cuando en Twitter le meto la vara a Artur Mas, que no acaba de descongelar el filete de la independencia que se le pidió cocinar, ayer hizo seis meses. Ha habido una consulta en las islas Malvinas sobre el deseo de sus habitantes de pertenencia a uno u otro estado. Y el resultado ha sido abrumador: los de las Malvinas (me planteo si este es el momento o no de llamarlas Falkland) quieren ser súbditos ingleses: han votado el 92% y el 99,8% quiere ser inglés. Ese 0,2% que no quiere, que atisbo que son, de acuerdo con los datos de población de las islas, una decena de personas a mucho estirar, no llegan a llenar una mesa grande de desayuno. Dirán los argentinos lo de la situación geográfica y seguramente habrá habido una (eficaz) campaña propagandística y puede que muchos de los votantes no sean oriundos de las islas, sino británicos de origen desplazados allí en una campaña planificada. Claro: pero diez personas como mucho es algo que da risa. No pretenderán que le preguntaran a los argentinos del continente. Igual que los españoles no deben opinar sobre Catalunya, deben ser los residentes en las islas quienes decidan su futuro. Mi consejo a Cristina Kirchner es que deje correr el tema y considere la voluntad de la gente. Lo mismo que digo sobre Canarias y Gibraltar y Andorra y, por supuesto, Catalunya y Euskadi. Normalmente la gente siempre elegirá la opción que le parezca más beneficiosa y estable para su nivel de vida y su perspectiva de futuro. Sólo eso pesa ahí cuando las banderas, en el fondo, cuando uno está donde quiere, solo sirven para decorar tazones y sonarse los mocos cuando no hay otra cosa.

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