Libertad de expresión y democracia, según Almudena Grandes

La Sra. Grandes tiene relevancia dentro del progresismo militante, confesión que profesa igualmente su poeta de cabecera, y que resulta tan interesante como rentable. Dª Almudena nos deleita con perlas de su profunde esencia demócrata, como la publicada en El País, en el que pide el voto para la izquierda aún sin pensar, con tal de no votar a la derecha. Una suerte de buscar la condena del pensamiento ajeno antes que la defensa del propio: “El entramado financiero que se ha cargado las políticas progresistas, que se está cargando el Estado de bienestar y que, cuando consiga liquidarlo, va a cargarse la democracia, y lo hará declarando que es por nuestro bien y porque es una reforma más, otra reforma inevitable, una etapa más del proceso que nos aboca a escoger entre las reformas o el Diluvio. Piensen en eso o, si lo prefieren, no piensen, pero vayan a votar. Por lo que más quieran, o por lo que más odien, voten a la izquierda. Que, al menos, sepan que seguimos estando aquí. Y que no se lo vamos a poner fácil”. Si algún conspicuo popular acusase a un socialista de “cargarse la democracia”, sería perseguido hasta la eternidad por las huestes de lo políticamente correcto enarbolando la bandera tricolor como símbolo de la libertad.

Otra perla de la intelectual Sra. Grandes: “Es comprensible, por ejemplo, que tu ministro de Hacienda piense que hay millones de españoles idiotas. Tendría sus razones, porque muchos votantes del PP creyeron honestamente en su diagnóstico”. No es excesiva. Otros correligionarios, como el Sr. De Castro, preguntaron en mitin, como había “tanto tonto de los cojones que votaba a la derecha”, pese a lo que no se vio privado de cargo político o responsabilidad alguna durante unos años, hasta que perdió el duelo encarnizado con el Sr. Gómez, aunque eso, es ya otra historia. ¿Se imaginan vds. a un político popular preguntándose por qué hay tanto tonto de los cojones que vota a la izquierda?. Lejos de ser perseguido por las huestes anteriores, se le condenaría a muerte de inmediato; al menos, Dª Almudena habría defendido esa opción: “Cada mañana fusilaría a dos o tres voces de la derecha que me sacan de quicio". Otra bonita forma de entender y defender la libertad, de expresión, o de lo que sea; la verdad es que los sentimientos, al menos, de Dª Almudena son bastante evidentes: Todos sabríamos lo que hubiese hecho en tiempos revueltos, como la serie de televisión. Pero uno prefiere no pensarlo, toda vez que se trata de un icono de la cultura, de la izquierda, de la solidaridad y de todas esas cosas, menos ciertos locutores de radio, algunos votantes de otros partidos y gente de tan baja ralea, que piensa de modo diferente al suyo. Demócrata en estado puro.