Revista Sociedad

¡Libertad para los diputados!

Publicado el 07 septiembre 2013 por El Patíbulo
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Publicado el 7 septiembre, 2013 | por Óscar Sainz de la Maza

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¡Libertad para los diputados!

“Es absolutamente inútil pretender que se pueda obtener un éxito coaccionando o presionando de manera ilegítima a los diputados del Partido Popular (…) El acoso, la coacción, la persecución y el insulto a los representantes elegidos en las urnas para intentar torcer su voluntad no es aceptable en democracia”

- Alfonso Alonso, portavoz del Grupo Parlamentario Popular.

Uno diría que los desahuciados (desposeídos de su casa por el banco, homeless de primera hornada) merecen algo más de respeto en una sociedad que se dice compasiva con los saharauis de África o las víctimas del terrorismo. Particularmente si resulta que la única, la puñetera y única reivindicación que exigen a este gobierno y al anterior (sí, gente, desde 2006) es la de aprobar la dación en pago: que el banco que les vendió la casa a altos intereses no les cancele lo que quede de sus deudas después de echarles a la calle y quedarse con su casa.

Vaya mito que han intentado crear, aquellos que han contraatacado a los escraches de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca tildándolos de violentos o (palabra de Jiménez Losantos) “batasunos, gente con la ideología de Cuba, que quiere el comunismo donde no hay propiedad privada” (esRadio, 13/2/2013). No han sido pocos los correligionarios suyos que han comparado las manifestaciones a la puerta de los diputados que se niegan a aprobar la dación en pago con el acoso terrorífico que durante años mantuvo Batasuna en sus diversas formas contra todo disidente civil dentro de la sociedad rural vasca. En este último caso, los abertzales insultaban a políticos o periodistas por el mero hecho de ser españolistas, llamándoles “cerdos” y pintando “ETA mátale” a cada ocasión que surgiera.

En este caso, el asunto es ligeramente menos dramático: una temible patrulla de desahuciados truena “¡Sí se puede! ¡No se quiere!” ante la casa de sus sobreprotegidas víctimas, siendo posible que pronto se pase al insulto si el aludido no da la cara. Cuando el diputado, en cambio, sí baja a hablar con los manifestantes, ambas partes lo suelen agradecer, como fue el caso del diputado por Pamplona Jose Cruz Pérez Lapazarán. (Por todo lo demás, hombre del PP de Navarra donde los haya).

Permítanme recordarles también la historia del diputado popular por Ourense Celso Delgado Arce –también Presidente de la Comisión de Fomento del Congreso-, que se detuvo a parlamentar con desahuciados que protestaban ante el portal de su domicilio en Ourense (6 de abril, 2013). Cuando llamaron los manifestantes al portero automático, contestó el hijo del político gallego. ¿Qué hizo la horda bolchevique? ¿Acaso se comió, guillotinó, insultó al rapaz de un representante parlamentario directamente responsable de la tramitación de la dación en pago? Nada de eso, pues no se les ocurre nada más que soltar un por favor que abra el portal, que desean depositar en el buzón un “manifiesto en el que reclaman su apoyo apelando a su conciencia personal y a su humanidad para terminar así con el drama que afecta a las familias de este país”. Palabras del hijo, que después de darles permiso para realizar su petición, llama a su padre que acude rápidamente al domicilio. Para entonces, ya se ha leído un manifiesto y la pequeña comitiva se ha disuelto. ¿Acto terrorista? Nunca me lo ha parecido.

Celso Delgado Arce se dirige entonces a los miembros dispersos de la PAH que aún forman algunos corrillos en la calle. Durante un cuarto de hora, accede, como el político que es, a escuchar los problemas de los afectados. Una vez terminado –afeará la intromisión en una conversación privada a los medios de comunicación- promete trasladar las peticiones de los desahuciados al Consejo de Ministros aunque les recuerda finalmente su disciplina de voto. Estos quedan poco convencidos de su compromiso.

Al menos, durante toda la conversación, el diputado ha tenido la amabilidad de lucir en sus manos el folleto de la Plataforma, estampado con los lemas “SÍ se puede, NO se quiere”. Una consigna que parece haber sido demostrada empíricamente tras la reciente decisión del Ejecutivo andaluz de expropiar las casas a los bancos si es necesario, a fin de evitar los desahucios más dramáticos. Un breve recordatorio a la izquierda sobre sus orígenes, de la mano del pequeño pero potente socio de gobierno socialista: la Izquierda Unida – Andalucía (IU-A) de Diego Valderas. Decididamente, IU está demostrando su destreza en el manejo de la Espada de Damocles, que oscila sin tregua sobre las cabezas de los gobiernos de Griñán en Andalucía (PSOE) y Monago en Extremadura (PP).

Alfonso Alonso, portavoz del grupo Popular, parece posicionarse firmemente en contra de que el “libre voto” de los diputados sea coaccionado a la hora de votar un asunto tan grave como la dación en pago. Se trata de una afirmación tan barroca como hipócrita, si consideramos que proviene del vocero de un partido que castiga la ruptura de la disciplina de voto como si fuera un crimen. Un crimen que cuesta… ¿Cuánto fue la última vez, 600 euros? Difícil acordarse, pues de hecho no ha sido muy frecuente que un diputado popular, o uno del PSOE, se hayan atrevido a romper las cadenas que las direcciones piramidales de sus partidos les imponen votación tras votación.

No obstante, me vienen a la memoria algunos ejemplos. El diputado de UPN Carlos Salvador, que se negó a votar la devolución de los presupuestos en un año de crisis como fue 2008. El PP practicaba entonces una oposición total, en cuña cerrada, pues aún estaba lejos de alcanzar su ambiciada Bancada Azul. La crisis desembocó en el cisma PP-UPN, acabando con un idilio que databa de año 1991. El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE) también rompió hace poco la disciplina de voto al apoyar en el Congreso el derecho a decidir, algo que ya había fraccionado al partido cuando se votara el asunto en el Parlement de Catalunya. Otro ejemplo ocurrió, cuando el grupo socialista europeo se negaba a apoyar, en 2008, la Directiva de la vergüenza (el paquete de recorte de derechos a los inmigrantes por parte de la UE). El PSOE decidió sin embargo alinearse con la derecha europea y colaborar en el triunfo de la brutal directiva. Objetores se declararon entonces Josep Borrell, Raimón Obiols y Martí Grau. El partido fue tolerante con ellos, la traición no había tenido consecuencias reales.

Pero aparte de la disciplina de partido, que ya de por sí anula la libertad del diputado en un 100%, ¿Qué otra libertad le queda al político de turno? El único que toma decisiones es el que pertenece a la cúpula, y éstas se suelen ver afectadas por intereses corporativos ajenos a la siempre relativa voluntad de las urnas. Intereses que tienen nombre y apellidos: desde el señor Alierta y las empresas de telefonía (siempre impunes a pesar de coordinar un detestable oligopolio en los precios al usuario) hasta algunos grandes bancos como Bankia –sede de numerosos halcones políticos del PP-, el Banco Santander (por el señor Botín, la RENFE ha llegado a retrasar los trenes) y el Bilbao Vizcaya-Argentaria (BBVA) con el todopoderoso Francisco González a la cabeza. Bancos que, dado el sistema deficiente de financiación de las campañas electorales españolas, se ofrecen cada cuatro años a rellenar las arcas de los dos grandes partidos (nacionalistas incluídos) en una deuda aparentemente inocua. Y son precisamente los mismos que hacen que la policía eche de sus domicilios a cientos de personas los que no obstante permiten a los partidos que aumenten sus deudas con ellos si así lo desean o que incluso no las paguen en la vida. Ése fue el caso de La Caixa, que condonó en noviembre de 2005 unos 6´6 millones de euros al PSC de un total de deuda de 14´7 millones que el partido arrastraba desde 1994. Un favor así… ¿Gratis? Lo dudamos sinceramente.

Conozco a un periodista que me dice: si los desahuciados orientaran el escrache hacia las oficinas y contra la imagen de los bancos, se arreglaba el asunto. Razón no le falta. Los directores de banco, preocupados por su imagen comercial, no tardarían ni dos segundos en dar las órdenes pertinentes a sus respectivas criadas; los partidos mayoritarios aprobarían la dación en pago de inmediato.

Y es que el amor del banquero al político es bien correspondido: En 2011, noviembre, el agonizante gobierno Zapatero firmó una serie de indultos a la desesperada, entre ellos el del vicepresidente del Banco Santander, Alfredo Sáenz. El banco mostraría “su satisfacción” mediante una escueta nota. El gobierno sustituyó la prisión por una multa de 144.000 euros a un hombre que cobra diez millones de euros por año. El quinto banquero mejor pagado del mundo.

Parecía que el Tribunal Supremo había dado ahora marcha atrás al asunto. Pero para aquellos que sean de lágrima fácil, me veo obligado a recordarles que el gobierno Rajoy (esta vez, Partido Popular) ha cambiado ya la ley para conseguir que se rebajen los “Límites de honorabilidad de la Banca” (!) y para que finalmente el Banco de España sea el árbitro definitivo de esta situación. Es decir, el propio Gobierno.

Sáenz no ha sido el único banquero indultado por cara-bonita. Miguel Ángel Calama, ex-director de Caja Rural de Ciudad Real, también era liberado en el mismo mes por el mismo gobierno. A cambio de su dinero –que por cierto, es el nuestro-, el control que sobre los partidos políticos ejercen las entidades bancarias es inmenso. Y no solamente sobre los partidos. ¿O creían ustedes que los medios nos escapábamos a la ecuación general? No verán siquiera una sola noticia en un diario de tirada nacional sobre el Banco Santander que no resulte beneficiosa para dicha entidad. El banco financia una doble página del diario y todo el que se anuncia en un periódico pasa rápidamente a ser intocable por el mismo. No son delirios míos; lo admitió ante nosotros hace un año, en el salón de un palacio santanderino, el prestigioso redactor de El País, Miguel Ángel Aguilar.

Pregunten también a más allegados al gremio. He visto despidos bloqueados por la oportuna llamada de un representante bancario amigo de la víctima. Y censuras a columnas en las que se denunciaban estafas por parte de la empresa de turno (en este caso, Nueva Rumasa, del sin par Ruiz Mateos). Se remueve todo lo que se considere necesario para que los flujos de deuda no se cabreen. Así que con ellos, medios y políticos, los bancos son sorprendentemente pacientes. Pero con los ciudadanos, no.

Por otra parte, seguimos repasando el panorama nacional: entra en escena Sigfrid Soria, diputado canario por el PP, que ha tenido a bien comparar en su cuenta de Twitter el escrache a los diputados, con la persecución “nazi” (sic.) contra los judíos y con los asesinatos de negros por parte del Ku Klux Klan. A uno le daría la impresión de que sus Señorías no se están tomando muy a bien eso de encontrarse de bruces con la ruidosa realidad social que ellos mismos han creado; a base de desproteger a las capas más vulnerables de la población. Aunque sólo fuera porque nuestro querido Sigfrid todavía no ha sufrido ni un solo escrache, quizá habría tenido que reservarse sus simpáticas observaciones. Pero tampoco ha querido dejar de comentar lo que hará cuando ese escrache se produzca.

“Eso sí, como un perroflauta me acose por la calle, me intimide o agreda, la ostia (sic) que se lleva ni se la va a creer”

Lo triste no es que el patriótico diputado piense reventar a bofetones a desahuciados, la mayoría de avanzada edad. No tendrá problema al hacerlo; muchos están peor alimentados que él, y vivir en la calle no ayuda. Tampoco es necesariamente lo peor que no sepa escribir la palabra “hostia” correctamente, aunque no tenga edad precisamente para ser una víctima de la LOGSE. Lo triste, lo verdaderamente triste, es que el señor diputado se crea su propio discurso y piense que aquellos que protestaron hace días ante la sede del BBK en Bilbao eran “perroflautas”. La palabra “perroflauta”, como la palabra “demagogo” o la palabra  “proetarra”, se ha convertido en un adjetivo al que el gobierno y sus voceros recurren velozmente en cuanto se percibe el hedor de la disensión.

Pero atentos, el diputado prosigue: “Y digo más…, si algún perroflauta agrediera a alguna de mis hijas…, LE ARRANCO LA CABEZA. Y ahora, seguid vomitando barbaridades (sic)”. ¿Agredir a sus hijas? Si este hombre sufriera un motín popular como las revueltas de 1905-San Petersburgo, o 1863-Nueva York, no usaría esas expresiones tan a la ligera. ¿Acaso ha amenazado alguno de esos “perroflautas” de 70 años con violar a su criatura? Disgusta ver como los políticos tiran de niños para todo: desde el consabido besuqueo electoral hasta la cortina de humo para oscurecer las verdaderas intenciones de los desahuciados; que se rompa la disciplina de voto y se apruebe de una puñetera vez la inevitable dación en pago.

Que el señor Soria esté tranquilo. Ninguno de los manifestantes tiene edad o energías como para tomar su casa al asalto. Dudo que resistieran los guantazos de este prócer que pretende hacernos creer que se trata de defender a su hija de gente equiparable al Ku Klux Klan y a ETA. Qué rápido nos hemos olvidado de aquella época en que ETA existía, y de verdad. El terror: las llamadas a mis abuelos para que no paseáramos delante de comisarías. Todo se banaliza, sin embargo, en la boca de un político asustado.

Lo más llamativo de todo esto es que muchos de estos parlamentarios “acosados por los nazis”, los bolcheviques, los terroristas o lo que sea esa panda de descastados, viven bajo la impresión de que todo este movimiento se produce dentro de una orquesta dirigida por el PSOE bajo la ladina batuta de Alfredo Pérez Rubalcaba. Es posible que su lejanía ideológica con la izquierda les impida comprender la situación: para aquellos con contactos en el Partido Socialista, la idea de que ahora el Partido tuviera fuerza para dirigir no ya una manifestación, sino una simple Junta de Vecinos, se nos antoja ridícula. El PSOE marcha ahora en un cajón con ruedines, como el inválido de las viñetas de El Perich en el semanario La Codorniz. Ni Rubalcaba ni los sindicatos tienen el control de lo que se les escapa, y la locomotora ya va a una velocidad superior a la que imaginaron. Sólo Izquierda Unida se aferra a duras penas al tren, con Rosa Diéz recogiendo a cualquier “izquierdizado” que se desprenda del PP.

Y eso es, precisamente, lo que queremos subrayar de esta situación dolorosa. Que esto no lo dirige nadie, porque es como una locomotora sin control. Que la masa social se ha empezado a resquebrajar, y acumula demasiadas tensiones (la xenófoba incluída) en su crepitante interior. Y que los diputados del PP bien podrían haber pagado a alguno de sus incontables asesores para que se lo hubieran advertido a tiempo. Ahora sólo queda esperar a que estos parlamentarios cínicos y victimistas –con la sanísima excepción de Carlos Delgado Arce y José Cruz Pérez, políticos dignos de su cargo- aprueben en seguida la dación en pago, una medida que respalda entre el 80 y el 90% de los españoles. Sólo así podrán empezar a contener los acontecimientos. Deben plantearse, mirando al país griego que tanto han hecho por imitar desde hace tres años, si realmente quieren enfrentarse a una masa social que ni siquiera Izquierda Unida pueda controlar. Lo aleatorio. El caos.

Dedicado a mi abuela, que pasó gran parte de su vida pagando letras de hipoteca pero que ha logrado salvarse de todas estas escenas de horror social.

- Óscar Sainz de la Maza



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