Es de noche. Inspiro profundamente. Suelto el aire despacio, casi saborenándolo.
La oscuridad es mi aliada… en ella me siento cómoda, me envuelve en un abrazo cálido.
Sigo respirando pausadamente. Mis movimientos son lentos, relajados, tranquilos…
De repente, un dolor que nace de lo más profundo de mi cuerpo detiene el tiempo y me transporta lejos de aquí… Inspiro… respiro…
Me siento danzar al ritmo de una melodía silenciosa e invisible…una canción cuya letra olvidé y ahora, mi cuerpo intenta recordar.
Siento que ésta habitación cada vez es más pequeña… para mí un rinconcito oscuro es suficiente… la nada, el todo…
Otra vez ese dolor que crece, se expande y recorre mi cuerpo… cada vez más frecuente… cada vez más intenso…
Mi voz canta al recibir el dolor… aaaaAAAAaaaaauuuuummmmmaaaaaaAAAAaaaaa… recordé la letra de ésta melodía ancestral…
Mi mente escapa, cada vez más lejos de aquí… Cada vez soy menos yo pero, a la vez, soy más pura, más genuina…
Todo en mi se conecta (o se desconecta) y me permite aceptar y recibir el dolor sin oponer resistencia… me dejo mecer por cada oleada…
Me sobra la ropa… sudo… y tengo sed…
Acaricio mi vientre… Oh! pequeña chispa de vida! Sentirte me hace sentirme… Me hace ser fuerte…
Me proteges de las dudas… del temor…
Entro en mí… Siento que por mis venas cabalga una antigua sabiduría ancestral y me dejo llevar… Todo se intensifica, todo es salvajemente bello…
Te acompaño, me acompañas… Y mi cuerpo sigue abriéndose para recibirte… Ven a mis brazos… Ven a ésta piel caliente que te espera… Ven al amparo de mis pechos llenos de amor…
Siento como mi piel vibra y mi cuerpo se abre recibiendo la vida con cada vaivén…
Y por fin, te rozo esa preciosa melena… Otra embestida y ya puedo oler la vida que hay en tí… Ya puedo besar esa piel suave y olvidarme del mundo…
Sólos, tú y yo.
Mi pequeño, has nacido sin prisas, sin interrupciones, has nacido del respeto… has nacido en libertad!