Revista Opinión

Libertad, ¿para qué? Botín y su botones

Publicado el 12 agosto 2014 por Romanas


Libertad, ¿para qué? Botín y su botones.

  Botín: "Voy a felicitar a Rajoy por lo bien que lo está haciendo". En la foto, puede verse a Rajoy en el centro geométrico de un triángulo constituido por los tres siguientes puntos, el propio Botín, a su espalda, de Rajoy, Florentino, y, a su derecha, Alierta.


Hoy voy a debatirme entre dos frases: libertad, ¿para qué? y la igualdad no existe ni siquiera en la naturaleza porque no sólo no debe sino que ni siquiera puede existir.

La 1ª, todo el mundo lo sabe, la pronunció Lenin creo que ante uno de esos grandes sabios que España ha producido cuando éste le dijo que tenía que felicitarle por los grandes logros sobre igualdad que había observado en el pueblo ruso pero que también había echado en falta un poco más de libertad, “libertad, “para qué?”, contestó el genio marxista.

La 2ª, la escribió ese súcubo baboso y sangriento que dicen las malas lenguas que gobierna España con el permiso de Botín y de Alierta.

Entre ambas frases gira todo el destino de la humanidad.

¿Es posible realmente la libertad, cómo y cuándo?

¿Por qué luchamos tan canallescamente para que no exista la igualdad?

Ambas cuetiones se hallan intrínsecamente relacionadas con el problema de la voluntad.

La voluntad es el principio y el fin de todo lo que se relaciona con la responsabilidad del hombre.

No somos más que lo que, en el fondo de nuestro espíritu, queremos ser.

Claro que este clamoroso axioma se halla decisivamente empañado por este otro: “nihil volitur qui precognitur”, no podemos querer nada queno conozcamos previamente. Más o menos.

La voluntad, nuestra voluntad, es el principio y el fin de todo, de tal modo que la voluntariedad de nuestros actos es el fundamento esencial de cualquier teoría sobre nuestras responsabilidades.

Partiendo de esta estricta base, todos nosotros, en principio, estamos exentos/ayunos realmente de cualquier responsabilidad porque no accedimos a este mundo por un acto aquiescente.

De pronto, un día nos despertamos y nos hallamos in media res.

No vinimos al mundo sino que nos arrojaron en él.

Y de aquí, precisamente, viene todo.

Esto es tan así que precisamente sobre ello han construido los falsos juristas toda su doctrina sobre el hecho, el acto y el negocio jurídico, basándose en el grado de participación de la voluntad humana en los sucesos humanos con relevancia jurídica.

El hecho es un suceso humano, es decir que le acontece al hombre con plena y absoluta independencia de su voluntad, el hecho de nacer nos puede servir de ejemplo.

El acto humano es un suceso querido deliberadamente por el hombre pero cuyas consecuencias jurídicas son absolutamente independientes de su voluntad.

Y el negocio jurídico es aquel acto humano cuyas consecuencia jurídicas son precisamente aquéllas que el hombre se propone cuando lo realiza.

Para el baboso y sanguinolento individuo que dicen que nos gobierna el acto de nacer, absolutamente involuntario, debe de condicionarnos para siempre.

Y fundamenta, es un decir, su razonamiento ético, precisamente en su/la ausencia de voluntariedad: la naturaleza, o el azar y la necesidad sexual, intervienen decisivamente en nuestro hecho de nacer y eso precisamente es lo que debe de hacernos aceptar indiscutiblemente las consecuencias jurídicas del mismo, no sé si tal especimen era plenamente consciente de la rigurosa aplicación del materialismo dialéctico a tal “razonamiento”.

Bueno, tal vez, él “trascienda” dicho razonamiento remarcando la existencia en el mismo de un designio providencial que, entonce, sí, desde su óptica, justificaría plenamente tal situación jurídica, cada uno de nosotros, que ha nacido donde Dios ha querido que lo haga, debe de aceptar mansamente ese designio divino.

Es la misma razón por la que el invicto Caudillo hacía inscribir en todas sus monedas aquella increíble leyenda de “Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios”. Y no se hable más.

O sea que la base del razonamiento rajoyesco se halla en un designio providencial que, a su juicio y el de todos los suyos, justificaría plena e incontestablemente el “statu quo” de todos nosotros: la igualdad que preconizan todos esos envidiosos rojomarxistas no sólo es contraria a la propia naturaleza sino incluso a ese acto esencial de “religarse” con Dios que es esencial en todos los cristianos.

De modo que no sólo no es lógico, por disconforme con las normas del razonamiento humano, sino que es anticristiano por situarse fuera del designio divino y también es antijurídico por contrariar esencialmente el orden natural de las cosas.

Entonces, ¿en qué se fundamentaba Lenin para preguntar al supersabio español aquello de “libertad, ¿para qué?”.

Parece que se halla implícita en esta breve inquisición, que el de la libertad es un valor subordinado, sí, pero ¿a qué?

Yo, particularmente, pienso que es precisamente a la igualdad, la libertad no es exigible, no puede serlo al hombre, a los hombres, mientras éstos no se hallen en el más riguroso estado de igualdad.

No puede exigirse, es más, sería la más grande de las injusticias que se predicara que existe el mismo grado de libertad entre Botín y el botones de una de las sucursales de su Banco.

Botín, si quiere, puede pasarse años sin aparecer por ninguna de las oficinas de “su” Banco, precisamente por eso, porque es “suyo” y en cuanto al botones, no sólo debe fichar todos los días para entrar y salir de las oficinas en las que trabaja sino que aquél, Botín, puede dejarle sin empleo por su mero capricho.

Sí, claro que sí, Botín tiene todo el derecho del mundo a ser lo que es y a ser cómo es porque un día su padre lo engendró en las entrañas de su madre y ese hecho es por sí mismo intangible e incuestionable y lo mismo puede decirse y predicarse respecto a “su” botones, Botín puede hacer con él lo que le dé la real gana por el mismo derecho divino y humano.

No sé, pero tal vez, con este largo post, haya conseguido explicar un poco el sentido de la pregunta de Lenin al sabio español: “libertad, sí, pero ¿para qué, para despedir a todo el que a Botín le dé la gana, sujetándose, claro está, a las momentáneas circunstancias juridicolabores del momento, o libertad para el botones de Botín, para fichar o no fichar y de no hacerlo ofrecerle en bandeja a su jefe la facultad de despedirlo tan libremente que sólo tendrá que acreditar ante la jurisdicción laboral que aquel determinado día, el libérrimo botones no fichó?”.


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