Francia es un archipiélago político e ideológico. “Se entrecruzan distintas líneas de fractura —ideológicas, generacionales, geográficas…— creando islas e islotes de distinto tamaño”, dice el escritor Jerome Fourquet. Esta división bebe de la fragmentación política y de una creciente desafección ciudadana, como demostró la abstención récord en las municipales de 2020. Fourquet lo deja claro: los franceses no confían en nadie y cuestionan su identidad.
En Francia los partidos tradicionales apenas existen: ni Los Republicanos en la derecha ni el Partido Socialista son ya las formaciones favoritas del electorado. La losa más pesada para los primeros puede ser la corrupción, con el expresidente Nicolas Sarkozy condenado por tráfico de influencias. Pero la herencia de su sucesor, el socialista François Hollande, tampoco ha pasado a la historia positiva de Francia, y su partido todavía intenta despojarse de sus gestión de la crisis económica de 2008 y sus pronósticos errados.
La izquierda y la derecha giran hacia los extremos
Como resultado, los dos polos tradicionales se han escorado a los extremos. Tras el fracaso de 2017, Los Republicanos han apostado por la exministra Valer...
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Correo electrónico Contraseña Recordar cuenta Recordar contraseña éÉé¿éí—<i>Liberté, Égalité, ¿et Division?</i> Por qué la política francesa llega rota a estas elecciones fue publicado en El Orden Mundial - EOM.