Revista Opinión
Hace unos meses me puse un poco utópico con el orden mundial. En un alarde de ingenuidad (por lo de irreal, no por lo de irrazonable en lo que toca a mis preferencias) proponía un club con los países democráticos que hiciera un lista de países según su falta de respeto a los derechos humanos que se dedicara a presionar al último de la fila.
En vista de los hechos en las revueltas de los países árabes, me atrevo a añadir otro criterio más, el de ayudar sistemáticamente a toda revuelta que se levante contra un dictador.
Tiene de bueno que, si ya hay una revuelta, hay un mínimo de oposición organizada, que podrá tomar las riendas del poder tras la caída del dictador. De esta manera se evita lo que pasó en Irak. Claro que el problema es que pase lo que ocurrió cuando EEUU apoyó a los talibanes contra los soviéticos en Afganistán. La ayuda a las revueltas deben estar condicionadas a una organización democrática allá donde vayan tomando poder.
Mirando el mapa de la revuelta en Libia, se me antoja que lo que ocurra en la ciudad de Misrata definirá lo rápido o lento que vaya todo.