Revista Religión
Libro católico: Pensamientos de un protestante sobre la Iglesia católica y el protestantismo (Capítulo V).
Por DiegoserranomxPENSAMIENTOS DE UN PROTESTANTE SOBRE LA INVITACIÓN DIRIGIDA POR PIO IX A LOS CRISTIANOS DISIDENTES PARA RECONCILIARSE CON LA IGLESIA CATÓLICO-ROMANA.
Por: Rainaldo Baumstark.Índice:Preliminares. I. ¿Qué ofrece a sus adeptos la iglesia evangélico-protestante?
II. ¿Cuál es la vida religiosa de los evangélico-protestantes?
III. ¿Qué ofrece a sus hijos la Iglesia católico-romana?
IV. ¿Cuál es la vida religiosa de los católico-romanos?
V. ¿Qué se sigue de aquí?
V.
¿Qué se sigue de aquí?
Malévolos lectores dirán en seguida: De aquí se sigue que el autor de este escrito debe hacerse católico y dejarnos en paz. Mas con esto nada se diría ni se refutaría nada. Pues por una parte la grandeza y majestad de la Iglesia católica ya ha llenado de admiración a muchos protestantes a quienes sin embargo nadie echará en cara su predilección por el Catolicismo: basta recordar a Schiller en su María Stuart, y a Jean Paul en los Flegeljahren. Y por otra parte el fraccionamiento y disolución interna del protestantismo ha llegado a tal punto en nuestros tiempos, que todo protestante se verá incapaz, por regla general, de adherirse a ninguna fe positiva con aquel completo abandono y plenitud de convicción, exenta de toda duda, que la religión católica demanda. Hasta la circunstancia de que el protestantismo casi en todas partes anda solicitando el favor de las cortes y se afana por vivir a la sombra del poder, es muy a propósito para provocar un juicio severo de parte de los hombres honrados e independientes, ya que con esa actitud incurre en la más palmaria contradicción con el principio de libertad en cuyo nombre vino al mundo.
Ahora solo me resta contestar a la pregunta: ¿Qué significa, si tal es en efecto el estado de las cosas, la invitación del Sumo Pontífice para reconciliarnos con la Iglesia católico-romana?
Que esta invitación fuese objeto de previo y maduro examen, no necesita probarse: no es costumbre de Roma echar impremeditadamente al mundo documentos de esa índole. Y no es menos cierto que se brindaba con tal espontaneidad a hacer ese llamamiento la convocación de un concilio general, el primero celebrado de tres siglos acá, que no solo debía aprovechar semejante oportunidad del Jefe de la Iglesia católica, sino que apenas podía eludirla. Y aun suponiendo que de lo dicho en los precedentes párrafos no pueda sostenerse como verdad sino lo sustancial, queda no obstante fuera de duda que sería muy de desear de parte de todos los cristianos que conservan un ápice de fe, que los votos del romano Pontífice tuviesen cabal cumplimiento.
Bien que esto por ahora no sucederá; y el mismo Pio IX está plenamente persuadido de que por ahora no sucederá; pues cambios de tamaña trascendencia en el mismo seno del género humano no se operan en un momento, necesitan siglos para llevarse a cabo. Si llega a celebrarse el concilio general, lo grandioso e imponente de ese gran suceso, el espectáculo arrebatador de la Iglesia en toda su majestad y grandeza, ocasionará, sí, la conversión particular de muchos, más no dará por resultado la reconciliación en masa de las iglesias separadas. La existencia del protestantismo ha sido muy útil a la religión católica, y su misión no ha terminado aún: continuará en el mundo como principio de oposición religiosa, y seguirá prestando los servicios que la divina Providencia le prescriba para llevar a feliz término la educación del género humano.
Pero no vencerá a la Iglesia católica. Ya ahora puede considerarse como cierto que ella sola aumenta constante y esencialmente en poder y extensión. Tales o cuales relaciones políticas del momento no engañan al ojo del observador: Los Estados modernos se reconciliarán al cabo con la Iglesia en el terreno de sus mutuas libertades. Los cristianos que tengan realmente fe se convertirán cada vez más, en el decurso de los siglos, al principio católico, y con eso irán agregándose en número cada vez mayor a la Iglesia visible de Jesucristo. Cuando de los que ahora vivimos no quede siquiera la sombra de los sepulcros, cuando todas las cuestiones políticas que en enemigos campos tienen hoy dividida a Europa y al mundo entero sean patrimonio exclusivo de la imparcial historia, entonces se recordarán las palabras que en el presente año ha dirigido a sus hermanos disidentes un Anciano perseguido, escarnecido y atribulado. Ahora, después de diez y ocho siglos, aun no se convertido al Cristianismo la parte más pequeña del humano linaje: y de los que son cristianos exteriormente, pocos lo son en su interior. Y sin embargo esa bandera se ha mantenido alta y siempre más alta en todas las vicisitudes de la historia. La Iglesia católica fue la maestra y directora del género humano en todo el decurso de la edad media; inquebrantable ha visto pasar ante sí, en lucha sin tregua ni descanso, los tres poderosos siglos que siguieron a la Reforma; y viviendo en ella la verdad eterna de Dios, al fin obtendrá también el triunfo la palabra de su Fundador:
¡Habrá un solo pastor y una sola grey!
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