Revista Cultura y Ocio
Hubo un tiempo, escribe Rodrigo Fresán en su excelente novela La parte inventada, en que las fiestas o el cine o la televisión o el alcohol o las drogas o el sexo o la política o los atardeceres nos alejaban de los libros. “Ahora -¡sorpresa!-“, añade a continuación, “son los libros los que nos alejan de los libros.” Esta cita me parece clarificadora de la crisis que atraviesa la literatura. Hace referencia, además, a la debacle de la lectura. Es cierto, la gente lee cada vez menos y, en consecuencia, cada vez peor. El problema no reside esencialmente en la progresiva sustitución del libro impreso por el electrónico. Estriba antes en el enaltecimiento del envase por encima del contenido.
Importa el artefacto. El último modelo del e-book y de la tablet. En cualquier caso, también del móvil con sus aumentos sucesivos de pantalla. Son máquinas que permiten leer a velocidad y con ligereza. Se busca la frase corta y no, desde luego, por su “sabio poder de síntesis”, sino por su “burda base de abreviaturas”, en palabras de Rodrigo Fresán.
Prima hoy la lectura “en dosis homeopáticas”, expresión que alude, entre otros, a ese modo de leer picoteando aquí y allá mientras se pulsan teclas. Entregados a la pantalla, se salta de un libro a una red social, pausa imprescindible, claro está, para satisfacer la compulsiva necesidad de actualizar y revisar perfiles sociales. O de escribir mensajes cortos, cuyo talento se mide por su ajuste a determinado número de caracteres. ¿Dónde queda la concentración, la soledad, la imaginación que requiere el hábito de leer? Se ha perdido la respiración lenta y hasta bien adentro, como describe con lucidez Fresán el proceso de lectura. En 20 años esta será un culto, se dice en La parte inventada. “Será un hobby minoritario. Unos criarán perros y peces tropicales, otros leerán.” A los últimos se les asociará –de hecho ya suelen ser estigmatizados por aquellos que consideran que la vida está a la altura de la vida– con seres melancólicos, asociales y aburridos. Entre tanto, se frotan las manos los escritores que eligen “la gloria instantánea de los cien metros” frente a “la soledad del corredor de fondo”. Ellos escriben libros que, sin duda, nos alejan de la literatura, ay.
FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.