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Libros de Psicología forense: Sus secretos más perturbadores

Publicado el 26 marzo 2025 por Johnny Zuri @johnnyzuri
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¿Qué oculta la mente cuando habla ante un juez? Psicología forense y sus secretos más humanos y perturbadores

La psicología forense es ese rincón inquietante donde la mente y la ley se cruzan a puerta cerrada. Es el pasillo entre el crimen y el castigo, entre la razón y el delirio. Un territorio tan fascinante como espinoso, donde no hay verdades absolutas, pero sí muchas preguntas necesarias. Y tal vez, alguna respuesta incómoda.

El peritaje psicologico forense es mucho más que un informe con membrete y firma. Es una inmersión en los pliegues ocultos de la mente humana, un intento —siempre imperfecto pero necesario— de traducir emociones, traumas y motivaciones en un lenguaje que pueda ser entendido por jueces, abogados y jurados. En ese acto, el psicólogo se convierte en intérprete entre dos mundos: el de la psicología clínica y el de la justicia. Y no siempre es una traducción pacífica. A veces, cada palabra escrita en ese informe puede inclinar el peso de una condena o la posibilidad de una absolución.

¿Qué oculta la mente cuando habla ante un juez? Psicología forense y sus secretos más humanos y perturbadores¿Qué oculta la mente cuando habla ante un juez? Psicología forense y sus secretos más humanos y perturbadores

Hace tiempo descubrí que el peritaje psicológico forense no se trata solo de aplicar test ni de observar comportamientos. Se trata de escuchar lo que no se dice, de leer entre líneas en un entorno donde la mentira puede ser estrategia, el silencio una defensa y la emoción un disfraz. Es una labor tan precisa como incierta, donde el psicólogo camina por una cuerda floja entre lo técnico y lo humano, sabiendo que su voz puede ser decisiva… pero también incompleta. Porque en estos escenarios, la verdad no siempre grita: a veces, apenas susurra.

Hace tiempo descubrí que mirar de frente a la psicología forense es como asomarse a un espejo que distorsiona… pero revela. Porque no se trata solo de estudiar asesinos, ni de usar el polígrafo para saber quién miente. Es mucho más visceral. Es entender por qué alguien puede confundir el amor con la posesión, la justicia con la venganza o la memoria con la ficción.

La ciencia que susurra en la sala de juicios

Todo empezó con una sospecha: ¿realmente recordamos lo que creemos haber vivido? En los tribunales, esa pregunta no es filosófica. Es vital. Y ahí entran en escena pioneros como Hugo Münsterberg, el psicólogo que se atrevió a decirle al juez que su testigo podría estar equivocado. Fue en On the Witness Stand, su obra más incendiaria, donde puso el dedo en la llaga: la memoria no es una grabación fiel, sino una narradora caprichosa. “Lo que recordamos no es lo que pasó, sino lo que creemos que pasó”. Boom.

Pero Münsterberg no estaba solo. Le siguieron figuras como James McKeen Cattell, quien descubrió que la seguridad de un testigo no garantiza su precisión. O William Stern, obsesionado con las distorsiones del recuerdo y cómo una sola palabra puede cambiar toda una declaración. Wilhelm Wundt, aunque más académico, dejó escuela con sus métodos experimentales. Y sí, también está el excéntrico William Marston, que mezcló ciencia, cómics (sí, creó a Wonder Woman) y el primer detector de mentiras.

“La mente miente con elegancia, pero el cuerpo a veces la delata”

La psicología forense no es solo ciencia, también es teatro. Un juicio es un escenario donde cada gesto, cada pausa, cada silencio puede significar más que las palabras. Por eso, los psicólogos forenses han aprendido a leer no solo lo que se dice, sino cómo se dice.

Libros que no te dejarán dormir tranquilo (ni mirar igual a un testigo)

En este campo no hay manual único ni verdad definitiva, pero hay libros que abren puertas que nunca se cierran. Como el sólido Fundamentos de Psicología Jurídica y Forense, coordinado por Eric García López, que muestra cómo la psicología y la ley bailan un tango complejo en América Latina. Habla de violencia, justicia juvenil, psicopatía… temas que no se enseñan con gráficos, sino con piel.

Para quienes quieren entender la evaluación psicológica como si diseccionaran un crimen, está Evaluación Psicológica Forense de Fernando Jiménez Gómez, que ahonda en esos laberintos donde se mide la peligrosidad y se detecta la simulación. Spoiler: no todo el que llora está roto. Y no todo el que calla está cuerdo.

Y si lo tuyo son los casos reales, con ese sabor a documental que pone los pelos de punta, Casos Prácticos en Psicología Forense, de Blanca Vázquez Mesquita y María José Catalán Frías, es puro cine mental. Porque aprender de lo vivido es la forma más brutal —y honesta— de saber.

“A veces, el perfil de un asesino es el reflejo de una sociedad enferma”

Otros títulos como Psicología Forense: Manual de Técnicas y Aplicaciones, de Sierra Freire y compañía, o el Manual de Psicología Forense de Gómez Hermoso, aportan ese enfoque técnico que tanto necesita quien va a lidiar con lo impensable: entrevistas a agresores sexuales, juicios de custodia, análisis de peligrosidad… Es la parte cruda del asunto. Sin anestesia.

Y no olvidemos Clasificaciones Delictivas de David Canter, una mirada filosa al alma criminal. Canter, británico y meticuloso, descompone al delincuente como quien analiza un poema: buscando patrones donde otros solo ven caos.

Para quienes sienten esa oscura fascinación por los asesinos seriales, Dentro de la mente de un asesino en serie, compilado por Bob Moulder, es una guía de viaje al infierno. Pero también es una advertencia: “no hay monstruos, solo humanos llevados al límite”.

Y si queremos un enfoque más regional, el Manual Argentino de Psicología Forense de Marquevich M. ofrece una mirada práctica, realista, latinoamericana. Lejos de los clichés hollywoodenses, más cerca de los tribunales que huelen a café frío y carpetas gastadas.

“El crimen es una forma torcida de comunicación”

No todos los criminales quieren esconderse. Algunos quieren ser descubiertos. Otros, comprendidos. Y ahí es donde entra la perfilación criminal, como enseña Alfredo Velazco Cruz. Porque entender a un delincuente no es justificarlo: es evitar que vuelva a hacerlo. También están obras como Psicología Criminal de José Mª Otín Del Castillo, que mezcla intervención, investigación y sentido común —ese que a veces escasea en la academia.

¿Y qué pasa con las emociones del psicólogo forense? ¿Qué siente quien debe decirle a un juez que un niño no miente, aunque nadie le crea? ¿O quien debe declarar que un agresor no está loco, aunque todos lo prefieran así? La psicología forense no es para blandos. Es para quienes pueden mirar el dolor ajeno sin cerrar los ojos. Pero también sin perder el alma.

El legado incómodo de Münsterberg

Volvamos a Hugo Münsterberg, ese alemán testarudo que incomodó al sistema legal estadounidense. Su insistencia en aplicar ciencia a los juicios irritó a muchos. Lo tildaron de arrogante, de poco práctico, de “filósofo en bata”. Pero también cambió el juego. Aunque sus métodos fueron criticados —por gente como John Henry Wigmore, por ejemplo—, su obsesión por demostrar que la memoria podía fallar hizo que la ley empezara a dudar… y eso, en un tribunal, es una hazaña.

¿Fue ético en sus experimentos? Bueno, sus simulaciones de crímenes y sus preguntas sugestivas no pasarían hoy un comité de bioética. Pero en su tiempo, fueron un electroshock al conservadurismo legal. Su error, quizá, fue intentar explicar demasiado pronto lo que el sistema no quería escuchar. Como tantos genios, fue más celebrado después de muerto.

“Lo que no se comprende, se teme. Lo que se teme, se rechaza.”

Y es que la psicología forense es eso: la ciencia de lo incomprendido. De lo que da miedo aceptar. De lo que no cabe en las leyes, pero tampoco en la conciencia colectiva.

¿Puede una ciencia saber quién dice la verdad?

Psicología forense y la delgada línea entre culpa e inocencia

La psicología forense no promete certezas, pero ofrece algo más valioso: comprensión. Y eso incomoda. Porque entender a un criminal no es cómodo. Porque admitir que un testigo puede equivocarse es peligroso. Porque aceptar que la verdad es frágil es profundamente humano.

¿Dónde empieza la justicia y dónde termina la psicología? ¿Hasta qué punto puede la mente jugar con la realidad? ¿Y qué ocurre cuando la ley ya no basta para comprender lo que alguien hizo… o sufrió?

Quizá no haya respuestas únicas. Pero hay preguntas que vale la pena seguir haciendo. Aunque duelan. Aunque no tengan sentencia.


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