Los libros son un reflejo de lo que somos, de lo que
hacemos, de lo que vivimos. Los libros son como un espejo en el que podemos encontrar nuestras mejores cualidades pero
también nuestros peores defectos. Los
libros son casi como un ser vivo con un rostro y una historia, listos para
llamar la atención de alguien y contar su vida. Los libros, como objetos
invaluables y maravillosos que son, nos acompañan fielmente en todo momento y
todo lugar: en un tren, en un parque, bajo inviernos inclementes o veranos tortuosos. Y también, en
la guerra. También en la guerra.
Esta imagen que ven en el post fue tomada en Siria, donde
como muchos de ustedes saben, se desata una guerra cruel y despiadada que ha
dejado más de 36 mil muertos. En la foto se puede apreciar claramente un montón
de libros tirados en el suelo y rodeados por los escombros. Y es aquí donde uno piensa con tristeza que
todos esos ejemplares son el retrato mismo de una población que día tras día se
desmorona por culpa de las balas y las bombas. Es horrible ver estas páginas
olvidadas y heridas. Pero más horroroso es imaginar que así mismo yacen en las
calles los cuerpos de miles de sirios que alguna vez leyeron, como nosotros.
Que alguna vez escribieron, como nosotros. Que alguna vez sintieron la emoción
de internarse en una historia llena de fantasía o reflexiones, de amor o
aventuras. Como nosotros.
Pero tal vez, solo
tal vez, aún haya todavía en esos edificios medio destruidos alguna persona que
decida coger un libro como escapatoria al martirio y la matanza que ve
diariamente. Quizá un cuento o una novela, en medio de las miles de obras que
quedarán sepultadas bajo los escombros, sobreviva gracias a un lector que no pierde la esperanza
en la magia de las palabras como refugio, abrigo, compañía. Y si eso sucede,
sabremos que de uno u otro modo estaremos junto a esa persona y esa historia.
Tendremos la certeza de que al empezar una lectura cualquiera estaremos
uniéndonos y apoyando a ese ser que
intenta huirle a la muerte por medio de la tinta y el papel.
Los libros de esa foto nunca llegarán a nuestras manos, pero
creo firmemente que la esencia de ellos lo hará tarde o temprano. Esos volúmenes
son los abuelos de anécdotas y relatos que confío todos leamos en 10, 15 o 20
años. Así como hoy leemos sobre lo que un día fue Hitler, sus nazis o los
judíos. Así, de esa misma manera, espero
que alguna noche todos nos sumerjamos en
las páginas de una Siria devastada, un pueblo destrozado y una esperanza
aniquilada. Pero mientras esa noche llega, no los olvidemos. Recordemos esos
hombres, niños y mujeres que han caído.
Recordemos los libros en medio de la guerra.