Revista Cultura y Ocio
Os cuento. Esta misma tarde se me ocurrió revisar mis estanterías para deshacerme de los libros que no tienen más función que ocupar espacio. Véanse aquellos que ya has leído y no te han gustado, aquellos que sí lo hicieron pero que no vas a volver a releer en la vida, o los que directamente no sabes por qué adquiriste -de estos tengo muchos-. La cuestión es que, cotilleando, empecé a encontrar algunos que ni recordaba que tenía, y eso que claramente los compré yo, y otros que sé que llevan toda la vida en casa pero de los que no había ni leído el título. Sí, soy especial. En la foto podéis ver cuatro. He encontrado más, pero estos son los que más me han sorprendido. Veamos. En el último In my mailbox enseñé Paranoia; novela que quiero leer por las buenas recomendaciones que tiene la obra pero en especial el autor. Pues bien, resulta que tenía un libro de este señor desde hacía años -El ángel rojo- y yo sin saberlo. Después me topé con dos novelas de mi madre del año '67 -no echéis cuentas que mi progenitora está hecha una mozalbeta-, que resultaron ser Bajo las lilas, de Louisa May Alcott, y Un Yanqui en la corte del Rey Arturo, de Mark Twain. Vamos, autores de esos que sólo conocen en su casa. Sin comentarios. Y los dos en perfectas condiciones. Y por último, el más grave de todos: El hotel de los horrores/La confesión del pastor anglicano, de Wilkie Collins. ¡Wilkie Collins! A ver, que yo con este señor llevo meses obsesionada, esa portada horrorosa la llevo viendo años -aunque voy a forrar esa fealdad-, y ¡lo descubro ahora! En conclusión: no sé para qué voy a librerías de segunda mano si en mi propia casa me voy a llevar sorpresas de este estilo. Supongo que llega un punto en el que acumulamos tanto que ya no sabemos ni lo que tenemos. Por lo menos en mi caso. ¿Y en el vuestro?