No sorprenderá la afirmación de que determinados libros pueden ser peligrosos: bastará con recordar nuestra novela más universal, en uno de cuyos capítulos, se procede a la quema de los tratados que pudieron ser desencadenantes de la sequedad de sesera de Don Alonso Quijano, animándole a armarse cual caballero andante y recorrer los caminos de España, con el ánimo de desfacer entuertos… Sirvan otros ejemplos, para lo que nos ocupa, como los de determinados totalitarismos, que se placen en ver arder todo aquello que no pasa el filtro establecido por la censura de sus ideales… Aunque los libros de los que hoy quiero hablaros no se revisten de peligro en ese sentido, sino en otro: el de ser radioactivos. En los sótanos de la Biblioteca Nacional de Francia se conservan no pocas cajas de plomo, que guardan papeles y cuadernos de notas, como el que aparece en la fotografía. Un material que en su día perteneció a Pierre y a Marie Curie y que, aún hoy, casi 100 años después, sigue requiriendo, para su inocua manipulación, de ropa protectora y la firma de un descargo de responsabilidad… Nuestra investigadora se dejó la médula en sus investigaciones, muriendo víctima de una anemia aplásica, en el año 1934. "La vida no merece que uno se preocupe tanto."Marie Curie