El ejercicio del liderazgo es una tarea peligrosa, expuesta al “ataque” de los demás. Porque es común que la gente se sienta amenazada cuando desafiamos, por ejemplo, la coherencia con la que viven los valores que declaman, o sus creencias o sus hábitos.
Lo más frecuente es que traiga a este espacio los aspectos inspiradores, de compromiso y de conciencia vinculados al liderazgo, pero hoy me interesa dejar sembradas algunas ideas sobre los riesgos que conlleva decidir ante ciertas circunstancias intervenir en el sistema para influenciarlo, inspirarlo y activarlo tras la consecución de un futuro que consideramos mejor.
Hablando desde lo personal, sobre el trabajo que realizo, tengo presente algo que viví hace unos días…
Fue arriesgado, en el rol de facilitador que intenta liderar el aprendizaje de un grupo de directores, pararme frente a ellos y decir explícitamente que me distraje y no fui consciente de la molestia que sentí ante la forma en que respondieron a cierta dinámica que los estaba invitando a realizar, reconocer que me equivoqué, que no logré ser coherente con lo que les estaba enseñando, porque reaccioné inconsciente de lo que hacía, y ofrecerles mis disculpas.
Fue peligroso, pedirles luego que además de señalar con agudeza mi propia incoherencia y “la paja en mis ojos”, se metan consigo mismos y descubran “las vigas en los suyos”.
Tuvo sus riesgos desafiar a estos directores para que, si bien es claro que fui responsable de lo que interpreté y experimenté con lo que dijeron y la forma en la que respondieron a mi propuesta, asuman que ellos tuvieron algo que ver con lo que me pasó, que si realmente quieren comunicar mejor y con más empatía es necesario que se percaten de que uno de los posibles efectos de su forma de hablar es una experiencia de dolor ajena y que ese dolor les tiene que importar. Corrí riesgos al pedirles luego que si deseaban aprender algo de lo sucedido, era necesario que descubran cómo es que algunos de ellos contribuyeron a que yo sienta el dolor que sentí. Tuvo sus riesgos hacer todo esto, pero valió la pena.
Uno de los libros que más me enriqueció en relación a este tema es Liderazgo sin límites (Leadership on the line) de Heiftetz y Linsky. Así que dejo aquí algunas líneas que seleccioné de su introducción como para empezar a calentar motores e invitarlos a compartir sus propias reflexiones.
- Cada día surge una oportunidad de liderazgo:
- Un padre apela al mismo viejo argumento destructivo a la hora de la cena, pero un día se aparta de la costumbre y pide consejos a su familia.
- Un vecino contempla a un muchacho adolescente que va por la calle sumido en la confusión luego de que falleciera su madre, y organiza un café con los padres del barrio a fin de buscar formas de brindar apoyo al padre y al resto de la familia de este joven.
- En una reunión de trabajo usted observa que los participantes evitan abordar los problemas reales y decide ponerlos sobre la mesa.
- Cada día le ofrece oportunidades de plantar desafíos importantes, hablar de los más altos valores y hacer surgir conflictos no resueltos.
- Cada día usted tiene la posibilidad de influenciar cambios en la vida de las personas que le rodean.
- [Cada día puede decidir meterse con usted mismo reconocer sus errores e invitar a otros a hacer lo mismo para poder superarse.]
- Y cada día debe decidir si hacer su contribución o contenerse para evitar molestar a alguien y dejar pasar otro día. Tiene razón en ser cauteloso. La prudencia es una virtud. Puede molestar a otros cuando… cuestionar la brecha que existe entre los valores y sus conductas, o cuando les pide que afronten realidades difíciles. Corre el riesgo de molestar a las personas y hacerse vulnerable. Ejercer liderazgo puede causarle muchas dificultades.
- Liderar es vivir peligrosamente porque cuando usted ejerce liderazgo, cuando guía a las personas a través de un cambio difícil, desafía lo que ellas más aprecian: sus hábitos cotidianos, sus herramientas, sus lealtades y su manera de pensar, quizás sin poder ofrecer a cambio otra cosa más que una posibilidad.
- Las personas se echan atrás cuando usted altera el equilibrio personal e institucional que ellas conocen. Y se resisten de maneras creativas e inesperadas buscando apartarle de la escena: excluirlo, debilitarlo o eliminarlo.
- A pesar de lo amable que sea su estilo, de lo cuidadosa que sea su estrategia, de lo seguro que pueda estar del camino escogido, liderar es una empresa arriesgada. Pero, aunque peligrosa, es una empresa que vale la pena.
- Nuestras comunidades, organizaciones y sociedades necesitan personas que, donde quiera que trabajen y vivan, acepten los desafíos en lugar de quejarse por la falta de liderazgo.
Por Andrés Ubierna