Hastío. Esta tal vez sea la palabra que describe mejor ese mundillo que se ha tejido alrededor del concepto de liderazgo. Poco a poco parece convertirse en un discurso repetitivo, monotemático y gaseoso que cae con facilidad en las manos de todo el mundo, desde experimentados consultores hasta escuálidos remedos de gerentes; "una cosa" que nadie sabe qué es, al alcance de cualquiera y al servicio de nadie.
Esta entrada inicia la Temporada de Liderazgo y como lo había prometido empezaremos por la parte "densa y fangosa" metiéndonos de lleno en las manifestaciones del desencanto alrededor del arte y la ciencia de liderar. Entremos en materia.
Discurso de moda
Aunque la memoria no me da para hacer un recuento de los foros, congresos, seminarios, talleres, certificaciones y cuanto socorrido evento hay en el mercado sobre liderazgo, parece que la confusión general alrededor del tema está alimentando una industria en auge: la del desarrollo del líderes.
En mi vida laboral reciente he visto desfilar cualquier cantidad de invitaciones materializadas en brochures, en coloridos y molestos correos electrónicos (que luego se fueron a la "lista de remitentes bloqueados"), en discos compactos, conferencias gratuitas de enganche, banners en sitios web, en inoportunas llamadas de telemercadeo o en las incisivas "visitas presenciales" de las fuerzas comerciales de prestigiosas firmas de consultoría.
Al agobio natural del trabajo diario se sumaba toda esta plétora de información. No obstante, más allá de la estrategia comercial y los eventos en sí mismos, lo que me llama poderosamente la atención es el mensaje frecuente: "Liderazgo para la competitividad..."; "Conozca las best practices del liderazgo del siglo XXI..."; "Cómo hacer esto..."; "Cómo hacer lo otro..."; "Cómo liderar así... o de otra forma"; "Liderazgo inspirador para resultados de tal o cual manera...".
Parece que casi todos estos eventos estaban llenos de recetas mágicas sobre "cómo hacer algo...", y aunque debo admitir que asistí a varios de ellos, ésta es la hora en la que en ninguno me mencionaron algo sobre "quién es quien lidera", "para qué liderar" o un mensaje que fuera radicalmente nuevo o por lo menos diferente al del evento que había presenciado un par de meses antes.
No sé si se trate de un problema de originalidad, de mercadeo, de tendencia o de simplemente vender lo que la gente más consume, lo que está de moda, el punto es que este asunto del liderazgo se vende por sí solo.
Demasiado idealizado
El liderazgo parece que se ha idealizado más de la cuenta y todo aquello que se idealiza se vuelve lejano para la gente, se ve difícil de lograr y, con el tiempo, se convierte en algo "aspiracional". Lo aspiracional también es psicológico, es algo que no existe más allá de la mente de la gente y cuando alguien ve clara la oportunidad de negocio lo convierte en una estupenda fuente de ingresos.
Mi impresión es que liderar se ha convertido en algo deseable y que en medio de lo confuso y deleitoso que se presenta, causa que la gente "haga lo que sea" con tal de parecerse a un ideal de "líder" que no es más que la fabricación de una idea artificial de alguien más.Detente un momento y piensa en líderes que recuerdes y que hayan ejercido influencia en tu vida; si lo analizas con calma, te darás cuenta de que se trata de gente común y corriente, con deudas, con miedos, con hijos, mamá, papá, familia, resistencias, valentías, fobias, preferencias, defectos y virtudes. Son gente como tú y como yo, que simplemente hacen cosas distintas que logran mover el interés de alguien más.
Todo el mundo cree que no sabe
Preguntarle a la gente qué es liderazgo es como preguntar qué es el amor. En infinidad de talleres en los que he participado o que he facilitado me doy cuenta de que nadie sabe concretamente cómo definir el liderazgo, pero si les preguntas quiénes son los líderes que admiran y por qué, con absoluta facilidad te cuentan la historia de qué hicieron esas personas por ellas.
Esta tendencia es contradictoria porque la gente paga para que le enseñen qué es liderazgo y que le digan cómo liderar, pero en el fondo intuitivamente saben cómo hacerlo. Son asombrosas las coincidencias que encuentro en las respuestas de la gente cuando dicen qué es lo que hace relevante a un líder: empoderar, respetar, enseñar, dar visión, "sacar lo mejor de mí", defenderme, orientarme, etcétera. Puede que no coincidan en las palabras, pero sí en las ideas y comportamientos que relatan.
Entonces es ahí cuando parece que la gente cree que no sabe, pero en el fondo sí lo saben. Vuelvo al ejemplo del amor: ¿Cómo demostrar el amor...? El liderazgo indudablemente es un asunto de sentido común, es una cuestión intuitiva que todos llevamos y, por qué no, un genuino acto de amor por los demás.
Discurso romántico
Otra palabreja que ya suena como cliché es la de "inspirar". Aquí me voy hacia asuntos más terrenales: A quién se le puede hablar de inspirar a su gente cuando le piden resultados a como dé lugar, cuando le piden que recorte a la mitad su equipo de colaboradores para reducir costos y que a la vez logre mejores resultados con menos gente. Cuando impera la idea de "logremos más con menos" y esta no tiene nada que ver con mejorar la eficiencia sino con exprimir hasta la última gota de los recursos disponibles, es casi insulto pedirle a un líder que inspire a otros.
Esta idea de la inspiración vista en el discurso de William Wallace en Corazón Valiente o de Leonidas en 300 puede funcionar a la perfección, pero cuando se trata de liderar a gente que se enfrenta al tráfico o a un transporte público atestado y caótico todos los días, gente que no ha dormido porque uno de sus hijos estuvo enfermo por una fuerte infección, gente que está en un proyecto que pese a todos los esfuerzos no avanza y que es objeto de mil críticas, gente que opera un sistema de información que no funciona... y la lista de ejemplos sigue. Es una utopía pretender que se les pueda inspirar.Tratar de inspirar a gente que en muchos casos no está feliz en su trabajo sino que está esperando a que llegue el siguiente pago porque necesita su sueldo... parece un chiste. ¡Aquí no me hablen de inspiración! ¿Cuánta gente no está sobreviviendo en su trabajo? El de la inspiración es un bonito discurso para motivar fuerzas comerciales en tiempos de bonanza... pero ¡Intente inspirar vendedores cuando el mercado cae y nadie quiere comprar!
Indudablemente en esos momentos de crisis se necesita un tipo de liderazgo especial, pero a lo que me resisto es a ese discurso romanticón de la inspiración cuando la vida real no tiene nada ni de inspirador, ni de mágico, ni de liberador. La gente decide inspirarse solita con aquello a lo que interiormente le encuentran sentido, con o sin líder, es una elección estrictamente personal.
¿Cuál es el para qué?
La confusión también está en el propósito de liderar. En este sentido me he encontrado varias opiniones encontradas. Hay quienes ven en el liderazgo el camino para "lograr resultados extraordinarios" (cliché bastante común de estos eventos...), hay otros que lo juzgan como simplemente "ser un buen jefe" o que creen que liderar es contar con un pequeño Steve Jobs en cada área que generará "innovaciones transformadoras que nos darán ventajas competitivas frente al mercado" y de paso harán muy feliz a la junta de accionistas de la compañía...
En fin, es un maremágnum de posibilidades y de "logros sin límite" los que se le endosan al líder. El problema es que el liderazgo es un asunto de contexto. Una cosa es estar en el bonito salón de un hotel cinco estrellas escuchando a alguien que te dice que "si empoderas a tu gente ellos van llegar a la Luna si se lo proponen" y que luego tu salgas con el corazón lleno de emoción y optimismo confiando en que vas a cambiar el mundo... y otra cosa distinta es llegar al día a día y estrellarte de frente contra la realidad aparentemente inamovible de un batallón de gente que no se entiende entre sí, que luchan por hacer que prevalezcan sus pequeños egos por encima de los grandes propósitos de la organización, en medio de ambientes llenos de obstáculos, celos, chismes y rivalidades internas, donde la política y la ley del más fuerte determinan quién hace qué y qué se puede lograr. Llámalo fatalismo, pesimismo o negativismo, pero la vida cotidiana rueda sobre estos predicamentos.
La otra cuestión es que al liderazgo lo han investido de un aura de optimismo y "sonrisita feliz" a toda hora. Puede que creas que parte de la función del líder es "gestionar la felicidad de su gente" (¡Sí señores, escuché esta frase el año pasado en un foro!), como si se tratase del mimo contratado para animar una fiesta infantil, pero lo cierto es que el "porqué y para qué" del liderazgo desteñido y sin encanto parece cada vez más fuera de foco, perdido y sin rumbo.
Aquí termina esta primera parte. En la siguiente entrada continuaremos con la revisión del desencanto del liderazgo en cuanto a la búsqueda de resultados a como dé lugar, la comunicación cosmética, los eufemismos en torno a los "grandes lugares para trabajar" y la "felicidad en el trabajo", entre otros temas.
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