por Teresa Benedetti
Siendo la soledad la cara ardua del liderazgo el líder paga su cuota, día tras día.
El líder no es un héroe, aunque se necesitará verlo de esa manera. La figura del héroe es una abstracción. Pero los liderados echan mano de esa creencia para evitar la propia soledad y el desamparo: alguien guía, alguien sabe. Alguien puede con la incertidumbre de la vida. No estamos solos.
El líder al evitar la soledad ajena, oficia de guardián de la esperanza. Gestiona el futuro.
Tendrá que lograr como pueda, una visión del mismo. Buscará las ideas, les dará forma coherente, mas tarde encontrará las frases adecuadas para transmitirlas. Sabe que el verdadero resorte del liderazgo consiste en la identificación que logren con él sus liderados.
Sabe también que encarna el ideal del grupo y posibilitando este movimiento será el depositario de la confianza y la admiración. También del desborde del amor ambivalente.
Este particular amor ofrecido al líder, tiembla en su fragilidad, es alimentado por los éxitos que deparan los resultados y denostado por los fracasos que devengan. Siempre lo hacen.
Que decir de la duda...el líder dudará - como cualquier mortal - más de una vez, sin poder decirlo. La duda será interpretada como signo de debilidad, por más aciertos previos que haya obtenido.
Le será siempre recordado por el otro (tanto con las palabras, como con los gestos) que su fortaleza está en el "saber hacer" permanente. Así es como necesitan verlo.
Amo de una sabiduría en la que él no cree apuesta en silencio a la invención sin respiro. Se ha hecho hace rato amigo del cambio.
Así va desplegando su vida, transitando entre: la rivalidad que despierta - por el sitio que ocupa - y la admiración provocada por su lucidez y energía. Es probable que se sienta equilibrista sobre una cuerda de algodón. No hay remedio.
Acostumbrarse a la ceguera del otro no fue fácil. Envidiando su lugar de líder no pudieron ver el proceso que lo llevó a ese sitio y lograron que toreara nuevamente en silencio los comentarios malévolos.
A la hora de administrar premios y castigos y temiendo ser injusto y arbitrario, suele rezar porque se apiaden de él y lo comprendan pero inmediatamente desvanece esa idea loca de su cabeza. El heroísmo lo reclama. Es una facultad del líder -al que creen héroe - la imparcialidad absoluta.
A veces el líder está cansado. Es de noche. Tiene ganas de gritar su propia desprotección a los cuatro vientos. Ahora quiere olvidarse de sus visiones convincentes, de sus palabras certeras, del cuidado del otro y también de sus misiones.
Pero todo concluye en la siguiente escena: la mañana del día siguiente, vuelve a encontrarlo en el mismo escenario, sin poder detenerse.
Lic. Teresa Benedetti
Directora de Náutica Coaching