En Liébana y Polaciones todo el mundo habla con la u, menos la Guardia Civil, los escasos médicos, el cuerpo de Magisterio, los boticarios, los curas y algún que otro emigrante regresado. Este último caso no está muy bien visto por el personal, que ven en los nuevos finos una manera solapada de darse importancia.
En Liébana y Polaciones la gente se come la j aspirándola, volatizándola: oveheru, harru, páharu, trabahadorísimu... Piedrasluengas es una línea divisoria clara. Ya en la Edad Media los hombres de viajes y negocios hacían sus testamentos diciendo: "Que si yo me muero de la parte de Piedrasluengas para allá, me entierren en la Iglesia de Santa María de Piasca, para que tenga mi ánima remedio, , pero si me muero del Puerto de Piedrasluengas acá, llévese mi cuerpo a la iglesia de Sahagún."
Yo he visto ancianos agonizando que, de mozos, habían sido heróicos carreteros y en los delirios previos a la muerte vuelven a hablar de bueyes compañeros, como la pareja que hay uncida en un capitel de la iglesia de San Salvador de Cantamuga; de carrales llenas de vino, de bandoleros temibles, de juergas y noviazgos en las ventas, de cargamentos de harina, de refranes y baches, de peleas...
Los carreteros lebaniegos y purriegos llevaban a Castilla, a través de la Pernía, sus garaujas de apeas, cambas, rastrillos y cualquier cosa de madera. De regreso cargaban sacos de trigo y cubas de vino. En los meses que duraba el viaje, hacían amistades interregionales y enriquecían el cancionero popular.
Liébana de punta a cabo
Isidro Ciciero
Editorial Corocotta, 1982
Imagen de Curiosón, Valle de Liébana desde Piedrasluengas