Editorial El Aleph. 286 páginas. 1ª edición de
1971, ésta es de 2002.
Traducción de Bernardo Moreno Carrillo
Después de releer la llamada Trilogía
de Auschwitz
(Si
esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados),
me apeteció seguir con la relectura de Primo
Levi (Turín, 1919 – 1987) y tomé de mis estanterías este libro de relatos, la
primera vez que me acerqué a este libro debió de ser hace unos trece o catorce
años. Me acordaba de algunos de sus cuentos más significativos y había olvidado
otros por completo.
Lilít y otros relatos está dividido en tres partes.
La primera se titula Pretérito
perfecto y está formada por doce relatos. Todos ellos son
testimoniales. Primo Levi vuelve en 1971 la mirada atrás para relatarnos nuevos
detalles de su experiencia en Auschwitz; son cuentos breves, de anécdota esencial, prosa
afilada y finales contundentes. Así, en el primero, titulado Capaneo,
se relata el breve encuentro que Levi tiene durante una alarma aérea en un
escondrijo el campo de concentración con Valerio, un preso italiano con escasos
recursos para sobrevivir, y Rappoport, de origen polaco, pero que había
estudiado la carrera de medicina en Posa, y tenía simpatía por lo italianos. Este
se dice de Rappoport: “Vivía en el campo de concentración como un tigre en la
jungla: abatiendo y despojando a los más débiles y evitando a los más fuertes,
presto para corromper, robar, darse de puñetazos, salir de aprietos, mentir o
camelar, según las circunstancias. Era, pues, un enemigo, pero ni vil ni
desagradable.” (pág. 13). Rappoport era lo que Levi llama “el hombre del
Lager”, aquel ser humano que ha conseguido olvidar las reglas de la civilización
y se ha convertido en un luchador por la supervivencia. Rappoport dice: “Si
estuviese libre, me gustaría escribir un libro exponiendo mi filosofía; pero,
por ahora, no me queda más remedio que referirla a vosotros dos, pobres
diablos. Si os sirve, buen provecho; si no, y si lográis escapar y yo no, lo
que sería bastante raro, podréis difundirla por ahí, y tal vez le sea útil a
más de uno.” (pág. 16)
Como ya dije, cuando uno lee el
testimonio de los supervivientes de Auschwitz,
esa narración de circunstancias extremas que es mezcla de suerte, audacia e
inteligencia que les llevó a sobrevivir y dar testimonio, uno tiene la
impresión de encontrarse ante héroes clásicos. Y así, de nuevo, será el culto y
no el bruto, el aparentemente débil y no el fuerte el que sobreviva para
contarlo, y es en el último párrafo cuando un escalofrío recorre la espalda del
lector: “Dos días después, el campo fue evacuado en las espantosas
circunstancias que todos conocen. Me sobran razones para suponer que Rappoport
no sobrevivió: por eso he creído un deber llevar a cabo, de la mejor manera, la
tarea que me fue encomendada.” (pág. 18)
El cuento de Lilít es significativo:
en él también se recuerda un momento de calma en el Lager. Llueve y se ha
suspendido la tarea. Levi se refugia en un tubo con el Tischler, quien le
relata una historia religiosa, entreverada de mito y leyenda; y el ateo Levi
quiere recogerla aquí para que no desaparezcan los mitos populares de un
pueblo: “Es una paradoja que el destino haya escogido a un epicúreo para
repetir esta fábula pía e impía, entramada de poesía, de ignorancia, de agudeza
temeraria y de esa tristeza incurable que crece sobre las ruinas de las
civilizaciones perdidas.” (pág. 34)
El cuento El prestidigitador se
adentra en la “zona gris” -esa espacio de claroscuros donde es difícil hacer
distinciones demasiado precisas entre el bien y el mal- para retratar a un Kapo
alemán, un preso común, que decide no denunciar a Levi al descubrirle
escribiendo una carta, denuncia que le habría acarreado la muerte.
El gitano nos habla de la
relación de Levi con un gitano de origen español, que no sabía escribir, y que
le pide que le escriba una carta para su novia, en un extraño día en el que los
nazis les dicen que pueden escribir cartas, y los prisioneros sospechas que es
sólo para mostrarlas ante organismos internacionales. Cartas que nunca llegarán
a su destino.
Hay dos cuentos, los titulados La
historia de Abrón y Cansado de ficciones que parecen
cuentos escritos al más puro estilo de Jorge
Luis Borges. En ellos se cumpliría el precepto de este último cuando
apuntaba que un buen cuento debe ser como una novela resumida. De hecho, son
cuentos que amalgaman el testimonio de sus protagonistas, dos judíos que huyen
del nazismo, viajando por Europa, viviendo peripecias casi inverosímiles. Sobre
todo el segundo (no sólo en el título) parece un claro homenaje a Borges, y no
sé, tampoco, si el homenaje es de Levi o de la realidad, empeñada en imitar un
cuento de Borges. En Cansado de ficciones
además de narrarse el resumen de un testimonio y estar completado éste con una
entrevista oral, se nos habla de un joven judío que consigue atravesar Europa
disfrazado de chico de las juventudes hitlerianas, y llegar hasta Israel, donde
el servicio secreto británico lo encarcelará por no creer su historia. Un juego
de espejos, el cuento del traidor y del héroe en la realidad.
Quizás los dos cuentos que más me
gustan de esta sección sean El regreso de Cesare y El
regreso de Lorenzo. Los dos completan, de forma directa, información
sobre algunos de los protagonistas de la Trilogía
de Auschwitz. El primero entronca con La tregua, cuando los italianos ya están
en el tren que les va a llevar a Italia y Cesare se cansa de esperar, deja el
tren y se dirige a Bucarest porque se ha propuesto llegar a Italia en avión. Y
esta es la historia de cómo lo consiguió, aunque eso sí: más tarde que los que
se fueron en tren. Esta es una narración picaresca, que enlaza con el tono burlesco
de La tregua. Lo contado en El regreso de Lorenzo, personaje de Si esto es un hombre, es más dramático y
emotivo. Lorenzo era el trabajador libre que le conseguía comida a Primo Levi y
a su amigo Alberto, y gracias al cual Levi pudo sobrevivir. Después del fin de
la guerra, Primo Levi busca a Lorenzo y lo encuentra: es un hombre derrotado,
prácticamente un mendigo que ha perdido la ilusión de vivir, alguien “que no
era un superviviente, murió de la misma enfermedad de los supervivientes.”
(pág. 93)
El cuento El rey de los judíos
recrea una anécdota ya contada en Los
hundidos y los salvados, y diría que incluso con las mismas palabras.
Los cuentos de esta primera parte
me parecen soberbios. No sólo por su valor testimonial sino porque además están
muy bien escritos, y son muy recomendables para alguien que haya leído la Trilogía de Auschwitz.
La segunda parte del libro se
llama Futuro anterior y está formada por quince cuentos. Son
narraciones de ficción y en la mayoría de los casos de corte fantástico.
Destacaría un cuento como Los gladiadores, que podría estar
encuadrado casi en la ciencia ficción, pues recrea un coliseo moderno en el que
unos nuevos gladiadores pelean a muerte con conductores de coches. También me
gusta el cuento histórico «Querida madre», sobre un soldado
del Imperio Romano en Britania. Algunos son bastante imaginativos, como Disfilaxis,
en el que los animales o las plantas se pueden mezclar genéticamente con los
humanos. En otros los protagonistas son seres inventados como en Los
constructores de puentes, o se da la palabra a animales, como las
sanguijuelas, en Las hermanas del pantano. A veces los protagonistas son más
mundanos, como un conductor de autobús, obsesionado con el funcionamiento de su
cuerpo, de Autocontrol.
Algún cuento -como el primero, Una
estrella tranquila- es demasiado abstracto, y me parece un cuento
sencillamente aburrido.
Yo ya lo sabía (esta es una
relectura), pero no deja de ser llamativo que el autor testimonial que es Primo
Levi, alguien capaz de haber escrito algunos de los libros más esenciales del
siglo XX, con reflexiones sobre los seres humanos tan agudas, baje tanto de
nivel al adentrarse en la ficción. No es que los cuentos de esta segunda parte
sean horribles, pero son cuentos carentes de un gran brillo literario. Parecen
escritos por una persona diferente a los cuentos de prosa afilada y de verbo
esencial de la primera parte. Escritos a dos niveles diferentes. Al final de Si esto es un hombre, el propio Levi
afirma que si no llega a ser por la experiencia de Auschwitz
no hubiera sido un escritor.
La tercera parte se titula Presente
de indicativo y está formada por nueve cuentos, algunos de ellos más
largos que los de la segunda parte. Este tercer bloque me ha gustado más que el
anterior. Las historias son realistas y más centradas en una época actual y un
entorno más reconocible. Me ha gustado El valle de Guerrino, sobre un
pintor de murales en exteriores, que parece la evocación de una persona real.
Están bien La joven del libro y Huéspedes, que tienen que ver con
acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Y sobre todo me han gustado dos
cuentos en los que el narrador parece volver a ser el propio Primo Levi, que
son Descodificación,
sobre un chico que hace en un pueblo pintadas nazis, y Fin de semana, que habla
con mucha ironía sobre las leyes raciales italianas contra los judíos.
Como ya he apuntado, los cuentos
de la primera parte son estupendos y muy recomendables para las personas que
hayan leído la Trilogía de Auschwitz, y los demás son algo
bastante diferente a lo que uno se espera del escritor memorialístico y
testimonial que es Primo Levi. Con algunos cuentos buenos en la segunda y
tercera parte el nivel es bastante inferior al resto, y aún así no deja de ser
interesante saber qué escribe un escritor de un tipo muy concreto de escritores
cuando hace algo tan diferente a lo que esperamos de él.