Revista Cine

Lillian

Publicado el 19 marzo 2012 por Josep2010

La antigua pintura al oleo, al correr del tiempo, en ocasiones pasa a ser transparente. Cuando esto sucede, es posible, en algunos cuadros, ver los trazos originales: aparecerá un árbol a través del vestido de una mujer, un niño abre paso a un perro, un barco grande ya no se ve en un mar abierto. A esto se le llama "pentimento" porque el pintor se "arrepintió", cambio de idea. Quizás seria correcto decir que la primitiva concepción, reemplazada por una preferencia posterior, es una manera de ver y luego ver una vez más.
Quizás por ello, quiero ver lo que vi en ella una vez, lo que es para mi ahora.
Lillian Hellman - Pentimento (1973)

El cine de ficción es deudor de la literatura como origen de una buena idea que luego será plasmada por un guionista que no deja de ser un literato especializado en tener en cuenta la traslación de sus palabras a la pantalla grande, es decir, sujeta su obra a la imagen.
Esa inaprensible deuda la abona el cine de cuando en cuando ofreciendo películas que cuentan retazos de la vida de gentes dedicadas al noble oficio de escribir, ocasionalmente alcanzado la categoría de arte.
A finales de la década de los setenta el interesante director Fred Zinnemann del que ya hemos visto dos películas anteriormente,se aprestaba a dirigir una película asentada sobre un estupendo guión de Alvin Sargent que a su vez tomaba su inspiración de un capítulo de la segunda autobiografía escrita por Lillian Hellman con el título de Pentimento; en dicho capítulo, Hellman se dedica a recodar su relación con una íntima amiga, cuyo nombre da el título a la película Julia (1977) protagonizada por Jane Fonda como Lillian Hellman, Vanessa Redgrave como su amiga Julia y Jason Robards como su mentor, amigo y amante Dashiell Hammett.
LillianIncluso en aquel año de 1977 cuando todavía los llamados blockbusters eran franca minoría la película de Zinnemann resultó muy peculiar para el espectador por la complejidad que alberga en su relato de una relación amistosa, íntima, desarrollada durante años entre dos mujeres que se conocen desde la infancia y que van desarrollando sus distintos caracteres con vidas distintas pero siempre unidas por el afecto personal.
Julia es una niña atrevida y será una mujer decidida mientras Lillian, más sensible e insegura, la sigue en sus aventuras, tanto en la infancia como en la madurez, abarcando un período entre los años treinta y cuarenta del siglo pasado, tan importante para gentes como ellas dos, preocupadas por las transformaciones sociales y políticas que acabarían promoviendo guerras en el viejo continente: Julia acabará por verse perseguida a causa de su decidida actividad en pro de los prisioneros por el régimen nazi y Lillian tomará la decisión de ayudar a su amiga en una aventura propia de una novela de espías.
Pero esa intriga no es más que la fachada tras la cual discurre con fluidez la argumentación que interesa a Zinnemann: aunque la película se titule Julia, como el fragmento capitular de la autobiografía, la cámara no abandona ni por un instante al personaje de Lillian, no en vano es quien nos cuenta la trama, iniciándose como hemos visto, en un largo flashback, una memoria plácida y serena de una mujer que está en una barca amarrada al muelle pescando en un tranquilo atardecer.
Zinnemann, gato viejo en su penúltimo zarpazo, demuestra su sabiduría y sin exhibicionismo desde el primer minuto llena la pantalla de imágenes en las que a menudo el detalle aparece reforzando la gramática visual tranquila con la que nos conduce en todo momento: tomemos como ejemplo las tres barcas que veremos: en la primera, que abre y cierra la película, la cuentista, la narradora, está pescando amarrada; en otro momento, anterior, misma barca pero con Hammett remando mar adentro, lentamente; en otra escena, las dos amigas navegan en un balandro impulsado por fuerte viento y ambas se sientan en babor en una acción enérgica y cinética, significativa como las anteriores; por lo que hace al tempo narrativo, ni siquiera en los instantes en que la tensión aflora propiciada por la subtrama de espionaje el pulso del gran Douglas Slocombe se altera permaneciendo tranquilo al servicio de la idea de Zinnemann que nos está contando con pincelada fina el proceso de maduración de Lillian Hellman precisamente cuando está escribiendo la que sería su primera pieza teatral, The Children's Hour de cuyas traslaciones al cine ya dimos cuenta hace casi tres años y lo hace mientras convive con Hammett en las privilegiadas orillas de Nueva Inglaterra, de donde partirá hacia Europa a la búsqueda de su amiga Julia.
Zinnemann nos muestra con detenimiento el proceso creativo sin detenerse en la escritura ni en lo que inspira la letra: pero nos muestra el debate interior de la autora con lo que hace, con su conducta, sueños y memoria y su trato con Hammett que se ha situado en un auto complaciente abandono literario en el que la pluma no tiene lugar: la perspectiva adoptada por Zinnemann con la complicidad tácita de la propia autora permite intuir que la relación entre ambas amigas admite aspectos sexuales que coincidirían con la temática de la pieza dramática que ronda en la mente de la escritora, pero luego han aparecido dudas razonables que se inclinan por suponer que el personaje de Julia, aun apareciendo en la autobiografía de Hellman, pudiera ser una invención más de la autora, en un ejercicio absolutamente literario y libre de presentar un sentimiento propio aunando recuerdos de una infancia feliz y acomodada en buena parte (en mi opinión) gracias a su afortunada madre, Julia, una formación privilegiada y una toma de conciencia social que le permite darse cuenta de los problemas ajenos optando por intervenir personalmente.
Son dos pues las relaciones personales que conforman el universo de Lillian: por una parte, su mentor y amante Dashiell se muestra sincero en extremo y nada complaciente con su querida pupila, apretándole las clavijas al máximo para incitarla a extraer de sí misma lo mejor al tiempo que la impulsa a cambiar de aires tanto para que se conozca mejor como, permanece la sospecha, quedarse un tiempo tranquilo y solo; por otra parte, su relación con Julia la revivimos con ella en diversos flashbacks referidos a aventuras infantiles y asistimos a la toma de conciencia social de Lillian de la mano de su amiga Julia; cuando ésta le pide que cuide de su hijita de un año y le manifiesta que su nombre es Lillian, en su honor, sabemos que el aprecio de Lillian por su amiga es plenamente correspondido pero no deja de ser una confirmación de lo advertido porque ya Zinnemann, con su cámara, ha sabido mostrarnos la intensa relación que existe entre ambas mujeres.
El ritmo de la narración es adecuado a la trama siendo ésta un galimatías temporal nutrido a base de elipsis, saltos en el tiempo y flashbacks y en ningún momento uno tiene la sensación de perderse y toda la historia de Lillian relacionada con Julia permanece en primer plano diáfana, inteligible y cautivadora, gracias a la buena planificación de Zinnemann y en buena parte también por las excelentes interpretaciones del terceto que encabeza el reparto dando lección de dominio gestual y vocalización ajustada en cada momento.
A tener en cuenta asimismo la cuidada producción artística comprensiva de los decorados, vestuario y maquillajes, sin poder olvidar las estupendas composiciones de Georges Delerue que refuerzan sin estridencias los diferentes pasajes emocionales de la pieza.
En definitiva, una película que revisada después de tanto tiempo conserva incólumes sus virtudes, con lo cual adjetivarla de imperdible es una consecuencia ineludible, con la advertencia que se trata de una película para espectadores adultos, gentes sensibles al contenido cultural en ocasiones capaces de conciliar su disfrute cinéfilo con la ingesta de una buena bolsa de palomitas y un buen wisky, porque la pieza es, por encima de todo, una buena película a disfrutar, naturalmente, en versión original subtitulada.

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