Imagen del espectáculo extraída de El Norte de Castilla Digital.
Sentimientos encontrados. Si bien la versión que los vallisoletanos Azar Teatro han realizado del film Lilya-4-ever de Lukas Moodysson ha sido de mi agrado, no puedo evitar quedarme con esa sensación agridulce del que esperaba algo más.
A un clic la última crónica que nos envía Héctor Toledo desde el FÀCYL de Salamanca.
Tanto los actores como el director han resuelto con solvencia y buen hacer la dificultad de llevar a escena un texto a mi entender muy complicado, cuyo ritmo y desarrollo está demasiado concebido para el lenguaje cinematográfico, aunque la propuesta adolece de una falta carácter vanguardista e innovador que cabría esperar de un espectáculo concebido para ser estrenado en un festival de teatro contemporáneo. Y es que Azar Teatro ha hecho un buen trabajo, pero no parece un trabajo especial. La interpretación es buena, pero sigue siendo naturalista; la puesta en escena es eficaz, pero no tiene nada de inusual. Y no se puede evitar la sensación de que se ha intentado transgredir sin lograr conseguirlo.
No obstante, y dado que el espectáculo nace a propuesta del director de FÀCYL, Calixto Bieito, habría que conocer hasta qué punto la compañía vallisoletana ha tenido libertad creativa y hasta qué punto ha tenido que ceñirse a un guión impuesto que es dificultoso, plagado de cambios de ritmo y de aristas que hacen que la primera mitad del espectáculo tenga un ritmo difícil de digerir, con algunas escenas que duran escasos segundos y que hacen imposible que el espectador pueda tomarse el tiempo de disfrutar de lo que ve y de meterse poco a poco en un drama que pide a gritos un poco de calma.
Sólo en la segunda mitad parece relajarse la narración y tenemos tiempo de vivir la historia de los personajes. Pero para entonces ya queda muy poco que contar. Para entonces sólo nos queda recrearnos en la vida de estos chicos, que es una verdadera mierda y no les deja absolutamente ninguna salida excepto la más radical. Es un drama aterrador y contundente, que se refleja con una obscena minuciosidad el sufrimiento de la joven Lilya, adolescente abandonada por su familia en una ciudad exsoviética que sueña con encontrar, no ya una vida mejor, sino simplemente una vida en cualquier parte lejos de allí.
Así que para poner broche a este festival, un espectáculo bien defendido, bien hecho, pero que no acaba de calar y al que Azar debe tratar de sacar más partido. Casi, casi, igual que el FÀCYL en sí. Esperemos que el próximo año vuelva mejor y con más fuerza.