Nada más bajar del avión el viento me recibe con un crochet.
Parecido al que le propinaron a John Wayne en 'El hombre tranquilo', también en Irlanda. "Al menos espero encontrar a mi Maureen O'Hara", me digo mientras salgo del aeropuerto de Dublín.
Una llovizna, que apenas se percibe pero que empapa, me acompañará durante toda mi estancia."A veces tenemos buen tiempo", me asegura el conductor del autobús que me llevará hasta Limerick, una localidad situada en el centro del país.
Sonrío. Pienso que el sol en Irlanda es un mito, como los duendecillos o los abstemios.El trayecto dura poco más de dos horas. Por la ventanilla verde y gris. Árboles, praderas y niebla. Reconozco que antes de pisar este país tan profundamente religioso pensaba que los irlandeses eran personas secas y rudas.
Pero esa imagen se desmonta al llegar al primer pub. ¿Qué hombre no quiere a una mujer que le mire como un irlandés mira a su Guinness? "Los serios son los de Irlanda del Norte", me explican.
"Ellos son unos lealistas... ya sabes, leales a la reina de Inglaterra".
Fuente:
- 'Limerick, tras la huella de 'Las cenizas de Ángela' y otros hitos de Irlanda'.
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