Algunas de nuestras limitaciones las recibimos de la Madre Naturaleza. Sin embargo otras las hemos creado nosotros mismos mediante construcciones que se encuentran alojadas en nuestra mente.
La primera de estas limitaciones tiene la estructura “nunca lo conseguiré”. Está asociada a la falta de esperanza, a la creencia de que el objetivo que deseamos es inalcanzable y de que todos los esfuerzos que podamos hacer serán inútiles para alcanzarlo.
La segunda limitación corresponde al “no puedo”. Está apoyada por la percepción de que, aunque los demás tengan acceso al objetivo que deseamos, nosotros no tenemos capacidad para lograrlo. El resultado es una impotencia aprendida que nos aleja de las cosas que deseamos alcanzar.
Finalmente tenemos el “no me lo merezco”. Consideramos que tenemos una mancha. Que existe algo en lo que somos o en lo que hemos hecho que no nos hace merecedores de conseguir nuestros sueños, a los que renunciamos desde la convicción de que no somos dignos de alcanzarlos.
La desesperanza, la impotencia y la ausencia de mérito están detrás de nuestras creencias más limitadoras, aquellas que nos alejan de la vida que queremos llevar. También explican muchas de las acciónes que adoptamos para sabotearnos y para obstaculizar nuestros progresos. Son la manifestación del Padre Crítico en su estado más puro.
Merece la pena revisar todas estas creencias. También merece no alimentarlas en las personas con las que convive y reemplazarlas por creencias que se apoyen en la esperanza en el futuro, en la sensación de capacidad y responsabilidad y en el sentido de valía y de pertenencia.
Usted puede estar contribuyendo a su situación. Puede convertirse en su propio enemigo en una batalla que se está librando dentro de su cabeza. Si la gana estará más cerca de la persona que quiere ser. Buena suerte.
NOTAS
Puede encontrar más información sobre estas tres creencias limitadoras (desesperanza, la impotencia y la ausencia de mérito) en la obra de Robert Dilts El Poder de la Palabra. Está publicada por Urano.