Vemos publicado un estudio en Archives of Dermatology que arroja unos resultados interesantes sobre las derivaciones a Dermatología para la evaluación de lesiones sospechosas que tiene implicaciones en nuestros programas de Teledermatología.
Se analizaron 400 derivaciones realizadas. De ellas, sólo resultaron cancerosas un 22% de las lesiones señaladas como sospechosas. Una vez que el paciente era derivado, el/la dermatólogo/a hacía un examen completo de la piel. En dichos exámenes, se detectaron 111 lesiones incidentales que precisaban biopsia y que no fueron señaladas en la derivación original. El 55% fueron cancerosas.
El artículo destaca en sus conclusiones la importancia de las iniciativas formativas en la detección de lesiones sospechosas, la importancia de un examen completo de la piel y parece querer dejar caer que los programas de Teledermatología podrían estar asociados a un infradiagnóstico de lesiones relevantes.
En mi opinión, debemos tomar esta última conclusión con cautela.
Nadie pone en duda que la formación es siempre beneficiosa. Tampoco está en tela de juicio la importancia de un examen completo de los pacientes, no sólo en problemas dermatológicos, sino en cualquier problema de salud… es lo primero que te enseñan cuando empiezas a trabajar con pacientes.
Pero no me gusta nada lo que se insinúa sobre la Teledermatología en las conclusiones del estudio… al fin y al cabo, la Teledermatología es una herramienta y no podemos achacarle errores humanos o de procedimiento. Pero, eso sí, debemos aprender de estos resultados y tenerlos en cuenta en nuestra práctica diaria. La lectura que hago yo no es que hay que tener cuidado con la Telederma, sino que, ante una lesión sospechosa, debemos echar un vistazo a toda la piel. Si alguien consulta por un lunar en el antebrazo, no debemos quedarnos tranquilos con echarle una foto, mandarla a Dermatología y creer que ya hemos hecho todo lo necesario.
Otra cuestión que debemos tener en cuenta es cómo evaluamos estos programas. En demasiadas ocasiones, sólo evaluamos el número bruto de casos enviados… incluso se llega a convertir en una obsesión por el número, llegando a verse en los acuerdos de gestión (ahora que el debate está caliente gracias al MAestro Máñez) objetivos del tipo: “Se atenderá tal número de teleconsultas”… ¿y si no hacen falta tantas? ¿No sería mejor medir las demoras en la respuesta? ¿El porcentaje de pacientes que se han beneficiado del programa con un diagnóstico precoz? ¿La reducción en la demora entre diagnóstico e intervención quirúrgica? ¿Un descenso en la mortalidad o morbilidad? ¿Se evalúan los fallos del programa? ¿Las áreas de mejora? No es lo habitual… y en esto tenemos muchísima culpa los directivos… nos escudamos en que es muy difícil medir esos indicadores pero, ¿es excusa? ¿No merecería la pena tener menos objetivos e indicadores y medir realmente cosas con impacto positivo en salud? Yo creo que si. Y si los sistemas de información no nos pueden ayudar a medir eso… a lo mejor es que tenemos que cambiar los sistemas de información, ¿no?
Al final, como hemos comentado en muchas ocasiones, cometemos el error de achacar a la herramienta las consecuencias de un mal uso por nuestra parte o errores organizativos de nuestros servicios de salud.
Aprendamos de nuestros errores, sigamos haciendo investigación que busque mejorar nuestros sistemas de información y servicios basados en tecnología (como la telemedicina), no nos dejemos llevar por modas o tendencias de la industria (ni por titulares o noticias sensacionalistas), pensemos en el beneficio de nuestros pacientes y profesionales… en definitiva, mejoremos, pero con cabeza.
Fuentes: iMedicalApps.
Resumen del artículo en inglés y traducido.