Parece que en los tiempos que corren hablar de LÍMITES está demodé, de más, incomoda y me atrevería a decir que hasta espanta. Y no lo entiendo, la verdad. Hay una especie de moda por la que parece que debemos considerar esta palabra tabú. Pues a mí, personalmente, me parece una palabra estupenda sobre la que divagar un rato.Hoy voy a hablaros como madre y maestra, pero sobre todo como madre, con el corazón en la mano, sin enjuiciar a nadie en particular, basándome en la experiencia y partiendo siempre de mí misma como individuo, y de "nosotros", mi marido y yo, como padres de una niña y un niño.LOS LÍMITES SON NECESARIOS.¿Perdona? ¿Límites dices? ¿Obligar a mis niños a hacer lo que no quieren o a no hacer lo que quieren?No, LIMITAR NO ES SINÓNIMO DE PROHIBIR U OBLIGAR. Entendamos LIMITAR como poner una barrera en una carretera para evitar que los coches que van en una dirección, a una velocidad bastante elevada, distingan una señal de aviso y, de paso, no se precipiten al vacío. Ya está, no hay más, es tan sencillo como gráfica es la explicación.Pensemos en lo que tenemos en nuestras manos: personitas que absorben a la velocidad de la luz todo lo que ven, todo lo que oyen. Personitas con un cerebro que memoriza, un corazón que guarda sentimientos y los asocia a cada persona y a cada actitud. Personitas que necesitan que alguien con más experiencia en la vida les preste una mano para indicarles el camino, que no necesariamente significa obligarles a caminar por un único camino o por el mismo que nosotros escogemos, ojo. Nuestros hijos vienen a este mundo como hojas en blanco que van siendo rellenadas según viven y experimentan. Nuestros hijos no saben la diferencia entre blanco y negro ni el significado de sí y no. Necesitan que nosotros, sus padres, estas personas adultas y maduras que en principio somos, les mostremos lo que hay, con hechos porque somos su modelo directo, que les ayudemos a forjar su personalidad, a adquirir su propio pensamiento crítico, que les mostremos los valores que hacen íntegras a las personas, para que así ellos puedan decidir qué bifurcación coger.Si por el miedo a convertirnos en padres dictadores evitamos los límites... Estamos pasando de un extremo a otro, cosa que para nada augura éxito seguro. A lo largo de la historia queda demostrado más que de sobra que los extremos nunca fueron buenos.Insisto en que no entiendo el miedo actual a decir NO a nuestros pequeños, ya que por cada NO que les decimos les estamos dando muchos SÍ con nuestros actos, o al menos así lo veo yo aquí. Un NO a tiempo en los inicios son muchos SÍ cuando tengan que enfrentarse solos a este mundo medio en ruinas que tenemos.Creo, quizás me equivoque, que lo que pasa es que actualmente mezclamos peras con limones con mucha facilidad. No concebimos que no está reñido AMAR (así, con mayúsculas) a nuestros hijos con MARCAR UNOS LÍMITES (también con mayúsculas). Los límites no son negaciones simples al uso de todo aquello que quieran hacer o estén haciendo, claro que no. A los niños hay que dejarlos ser niños, dejarlos equivocarse, dejarlos caer y ayudarlos a levantarse, pero también hay que enseñarles aquello que es respetuoso y aquello que no lo es, tanto para relacionarse con nosotros como con todas las personas, animales y seres vivos de su entorno. En resumidas cuentas, y bajo mi humilde punto de vista, LOS LÍMITES LES MUESTRAN LA DIFERENCIA ENTRE LIBERTAD Y LIBERTINAJE, y los posicionan a favor o en contra del respeto y la educación. Y una vez más, insisto, inculcar a nuestros hijos respeto y educación no está reñido con la espontaneidad de la infancia. De hecho, considero que mis hijos son niños educados, respetuosos y a su vez (y cariñosamente) ¡están como un cencerro! Jamás los he visto cohibidos, al contrario, son de lo más natural. Son niños que juegan a ser niños, con los que jugamos a ser niños, a los que miramos como niños, pero a los que no consentimos actitudes que nos parecen fuera de lugar, como niños también. Si yo dejo que mis hijos hagan lo que les place a toda hora y eso implica molestias al de al lado, no estoy enseñándoles a respetar. Y así, con todo y en todos los aspectos, a todos los niveles. A Pichu le dijimos su primer NO con meses (y a Rubiazo, ídem de lo anterior). Tal cual. Ante no pocos reproches de familiares que opinaban que era muy pequeña para oírlo, que "pobrecita, si no se entera de lo que hace"... No, claro, evidentemente, jamás hemos pensado ni de ella ni de su hermano que sus actos hayan sido con premeditación y alevosía mientras han sido bebés, incluso cuando han dejado la etapa de bebé para ir convirtiéndose en niña y niño respectivamente. Está claro que sus actuaciones son una parte muy necesaria de su desarrollo, que con final feliz o no, tienen que probar cuál es resultado de un comportamiento, tienen que saber qué pasa si tiran comida al suelo, si muerden, si pegan, si pintan las paredes, al igual que esperan reacciones cuando besan, abrazan, acarician, sonríen, comparte, ofrecen... Nuestros niños actúan por imitación. Ése es su primer juego: copiar, repetir. Nuestros hijos descubren el mundo a través de nuestros ojos, de los de sus maestr@s, de los de las personas más cercanas a la familia... Es por eso que no debemos crearles unas expectativas de mundo que no son reales: HIJO MÍO, PUEDES HACER LO QUE TE ROTE DÉ LA GANA, porque esto no los va a convertir en adultos felices, al contrario. La vida que nos toca vivir es una suerte, pero también una batalla diaria, un cúmulo de cosas contra las que lidiar y, a la vez, de las que disfrutar. Si nuestros hijos crecen pensando que todo está permitido, que todo lo que se les antoje es posible (y ojo, no hablo de sueños sino de comportamientos individualistas rozando el egoísmo), que ellos están por delante de todo y de todos (son lo que más queremos, nuestra máxima prioridad, no la del resto del universo)... Quizás pensemos que estamos criando niños felices y sin embargo estaremos criando futuros adultos insatisfechos, consigo mismos y con su alrededor. Nadie dijo que criar y educar era fácil. Poner LÍMITES cuando uno está hasta el pirri del trabajo, del seguro de la casa que le ha dejado la cuenta en números fluorescentes, de la lluvia que ha calado hasta su carnet de identidad y el de sus niños y de un largo etcétera de cualquier día gris... NO ES FÁCIL. Porque cuando estamos así, al límite (curiosa coincidencia) sólo querríamos tirarnos en el sofá y dejarlos campar a sus anchas, cenar lo que les diera la gana, que cayeran rendidos por sí mismos en cualquier parte del salón, y verlo todo como a cámara lenta mientras dejamos que se cierren nuestros ojos. ¿No? ¿Nunca habéis tenido ese pensamiento? Pues pasadme ahora mismo "eso" que tomáis y que os da súper poderes, porque yo sí tengo días así. Obviamente, todo queda en un sueño, y si su tarde va tan torcida como la nuestra, pues nada, nos miramos, resoplamos, a veces sonreímos y otras veces casi que contenemos la lagrimilla, y ¡al tajo! No, no es fácil. Pero es necesario, y es bueno... y lo mejor de todo: FRUCTÍFERO. Un NO a tiempo son muchos SÍ en un futuro, porque estaremos abriéndoles las puertas a un mundo en el que la integridad, por desgracia, se está evaporando a marchas forzadas, y donde, a pesar de todo, aún queda mucha gente con ganas de hacerlo bien. Si hoy somos capaces de decirles "no, no puedo comprarte esto porque es un capricho" o "no está bien que contestes así" o "espera un momento que acabe de hablar con papá y te escucho", estaremos criando personas que serán capaces de valorar tanto lo material como lo humano, y que no sentirán la imperiosa necesidad de arrasar por donde pasen para triunfar en sus vidas. Eso sí, IMPORTANTE RECORDAR QUE CADA NIÑO, como cada persona, ES UN MUNDO, por tanto el establecer normas no debe estar en discordia con dar todo el amor que cada uno necesite; igual que tampoco podremos usar la misma vara de medir para todos en cuanto a que cada hijo necesitará un tiempo de acople a ese nuevo límite que ha aparecido en sus vidas.
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CON M DE MAMÁ