He ahí la cuestión. Son recurrentes expresiones como "niños tiranos", "los niños nos toman el pelo" y otras versiones que nos hacen creer que nuestros hijos son algo así como nuestros "mini-yos malignos" que nos quieren hacer la vida imposible. Yo no creo que los niños se porten mal para jorobar nuestra existencia (aunque en momentos de desesperación esquizofrénica pueda llegar a pensarlo, que todos somos humanos). Para entender por qué nuestros hijos a veces parece que se empeñen en querer desquiciarnos, intento pensar en cómo ven ellos su corta existencia. Tras salir de la barriguita de mamá, todo son arrumacos, voces alrededor, más o menos chillonas, una cantidad más o menos aceptable de besos, abrazos y paseos. Si un niño tiene una infancia normal, vive sus primeros meses de vida rodeado de sus seres queridos. Es todo un pequeño paraíso. Hasta que empiezan los problemas. De noche no se les hace todo el caso que querrían, empiezan a ver en el plato sustancias que les impresionan, allí donde querían ir a investigar (el agujero del enchufe, por ejemplo) se les empieza a limitar su acceso... Vamos, que lo que ellos creían Disneylandia, se convierte en un auténtico fiasco. Por eso empiezan las entrañables rabietas. Sus entendederas no les permiten comprender por qué poco a poco no pueden hacer todo aquello que querrían, por qué aquellas voces otrora dulces y suaves se convierten, a veces, en tonalidades demasiado fuertes a modo de barrera o freno sonoro que, por otro lado, no siempre tienen el efecto deseado. Sí. Nuestros hijos no soportan los límites. No los soportan porque nadie se los ha presentado. Y no les gusta. Porque su pequeño universo que querrían explorar y dominar, de repente se convierte en un mundo lleno de normas. Pero... ¿es eso malo? Pues, como dice la canción, depende. Personalmente creo que es necesario que un niño tenga límites. Si pensamos en que un adulto comiera en el suelo, durmiera a las 12 del mediodía y se levantara a las 3 de la madrugara, que trabajara cuando le diera la gana, seguramente diríamos que es una personas maleducada, o algo por el estilo. Es un caso exagerado, lo sé. Pero no debemos perder la perspectiva. Yo soy la primera que me debato cada día entre dejar hacer a mis hijos lo que les de la gana e intentar enseñarles lo que es adecuado y lo que no, con discusión de por medio, claro está.Pero lo que sí que tengo claro es que los límites no se deben imponer ni de buenas a primeras, sin argumentaciones ni demasiado pronto. Cuando un bebé va directo a los agujeros del enchufe, mejor que no perdamos el tiempo argumentando, avisando, explicando, porque a la tercera palabra ya se le habrán erizado los pocos pelos que tenga en la cabeza. Los niños pequeños deben estar protegidos por sus padres y, de manera progresiva ir enseñándoles, a fuerza de repetir y repetir, ciertas rutinas para que las interioricen como algo normal en su vida. Sólo cuando un niño es suficientemente maduro, se le ha de empezar a "educar" en el sentido más formativo de la palabra. ¿Y cuándo llega ese momento? Pues no lo sé. Entre otras cosas porque creo que cada niño tienen su desarrollo evolutivo y nadie como su padre y su madre saben cuándo su hijo empieza a entender sus argumentaciones. Cuando llega ese momento hay que intentar empezar a poner ciertos límites:RutinasPara mí, la amante número 1 de la rutina, creo que es básico que interioricen cuanto antes las rutinas y hábitos del sueño, la alimentación y la higiene. Aunque siempre, claro está dejando un resquicio de libertad en ciertos momentos. No hace falta vivir en un cuartel. Si algún día llegamos tarde de una fiesta y no queremos cenar porque estamos hartos de chuches, pasteles y demás, no vayamos a sacar un platito de verdura. El movimiento se demuestra andandoPara que un niño entienda que no tiene que hacer algo, es bueno que sepa por qué. "Si haces una voltereta en el sofá te caerás". Y ahí está. Al menos en mi caso, que mi hijo no es precisamente Gervasio de Fer. Sin poner su vida en peligro, claro está, atenta a cogerlo a tiempo, es bueno que nuestros hijos experimenten la frustración de su propia mano, no de la voz de la pesada de mamá. La protección de los límitesPara mí, lo más importante, y el reto más difícil para unos padres, es hacer entender a nuestros hijos que los límites les ayudarán en su vida. Una imagen: Los límites son como las vayas de un camino, que nos ayudan a no perdernos. Ese creo que debe ser el objetivo. Con amor, paciencia, mucha paciencia, hemos de intentar enseñar a nuestros hijos que los límites, aunque a veces parezcan lo contrario, pueden ser nuestros grandes aliados.
Revista Diario
He ahí la cuestión. Son recurrentes expresiones como "niños tiranos", "los niños nos toman el pelo" y otras versiones que nos hacen creer que nuestros hijos son algo así como nuestros "mini-yos malignos" que nos quieren hacer la vida imposible. Yo no creo que los niños se porten mal para jorobar nuestra existencia (aunque en momentos de desesperación esquizofrénica pueda llegar a pensarlo, que todos somos humanos). Para entender por qué nuestros hijos a veces parece que se empeñen en querer desquiciarnos, intento pensar en cómo ven ellos su corta existencia. Tras salir de la barriguita de mamá, todo son arrumacos, voces alrededor, más o menos chillonas, una cantidad más o menos aceptable de besos, abrazos y paseos. Si un niño tiene una infancia normal, vive sus primeros meses de vida rodeado de sus seres queridos. Es todo un pequeño paraíso. Hasta que empiezan los problemas. De noche no se les hace todo el caso que querrían, empiezan a ver en el plato sustancias que les impresionan, allí donde querían ir a investigar (el agujero del enchufe, por ejemplo) se les empieza a limitar su acceso... Vamos, que lo que ellos creían Disneylandia, se convierte en un auténtico fiasco. Por eso empiezan las entrañables rabietas. Sus entendederas no les permiten comprender por qué poco a poco no pueden hacer todo aquello que querrían, por qué aquellas voces otrora dulces y suaves se convierten, a veces, en tonalidades demasiado fuertes a modo de barrera o freno sonoro que, por otro lado, no siempre tienen el efecto deseado. Sí. Nuestros hijos no soportan los límites. No los soportan porque nadie se los ha presentado. Y no les gusta. Porque su pequeño universo que querrían explorar y dominar, de repente se convierte en un mundo lleno de normas. Pero... ¿es eso malo? Pues, como dice la canción, depende. Personalmente creo que es necesario que un niño tenga límites. Si pensamos en que un adulto comiera en el suelo, durmiera a las 12 del mediodía y se levantara a las 3 de la madrugara, que trabajara cuando le diera la gana, seguramente diríamos que es una personas maleducada, o algo por el estilo. Es un caso exagerado, lo sé. Pero no debemos perder la perspectiva. Yo soy la primera que me debato cada día entre dejar hacer a mis hijos lo que les de la gana e intentar enseñarles lo que es adecuado y lo que no, con discusión de por medio, claro está.Pero lo que sí que tengo claro es que los límites no se deben imponer ni de buenas a primeras, sin argumentaciones ni demasiado pronto. Cuando un bebé va directo a los agujeros del enchufe, mejor que no perdamos el tiempo argumentando, avisando, explicando, porque a la tercera palabra ya se le habrán erizado los pocos pelos que tenga en la cabeza. Los niños pequeños deben estar protegidos por sus padres y, de manera progresiva ir enseñándoles, a fuerza de repetir y repetir, ciertas rutinas para que las interioricen como algo normal en su vida. Sólo cuando un niño es suficientemente maduro, se le ha de empezar a "educar" en el sentido más formativo de la palabra. ¿Y cuándo llega ese momento? Pues no lo sé. Entre otras cosas porque creo que cada niño tienen su desarrollo evolutivo y nadie como su padre y su madre saben cuándo su hijo empieza a entender sus argumentaciones. Cuando llega ese momento hay que intentar empezar a poner ciertos límites:RutinasPara mí, la amante número 1 de la rutina, creo que es básico que interioricen cuanto antes las rutinas y hábitos del sueño, la alimentación y la higiene. Aunque siempre, claro está dejando un resquicio de libertad en ciertos momentos. No hace falta vivir en un cuartel. Si algún día llegamos tarde de una fiesta y no queremos cenar porque estamos hartos de chuches, pasteles y demás, no vayamos a sacar un platito de verdura. El movimiento se demuestra andandoPara que un niño entienda que no tiene que hacer algo, es bueno que sepa por qué. "Si haces una voltereta en el sofá te caerás". Y ahí está. Al menos en mi caso, que mi hijo no es precisamente Gervasio de Fer. Sin poner su vida en peligro, claro está, atenta a cogerlo a tiempo, es bueno que nuestros hijos experimenten la frustración de su propia mano, no de la voz de la pesada de mamá. La protección de los límitesPara mí, lo más importante, y el reto más difícil para unos padres, es hacer entender a nuestros hijos que los límites les ayudarán en su vida. Una imagen: Los límites son como las vayas de un camino, que nos ayudan a no perdernos. Ese creo que debe ser el objetivo. Con amor, paciencia, mucha paciencia, hemos de intentar enseñar a nuestros hijos que los límites, aunque a veces parezcan lo contrario, pueden ser nuestros grandes aliados.
