La ciudad de Nueva York ha limitado la venta de bebidas azucaradas a un máximo de un tamaño de 453 gramos en los establecimientos de alimentación, lo que es un paso positivo en la salud pública y debería reproducirse en otros países.
Debido a que las bebidas azucaradas son la principal fuente de calorías en la dieta en América del Norte, la última medida de la Ciudad de Nueva York es una estrategia racional para combatir la obesidad a nivel poblacional. El hecho científico para reducir el consumo de azúcar es más fuerte que nunca. Evidencias recientes han demostrado que la cantidad consumida de bebidas endulzadas con azúcar aumenta sustancialmente el riesgo genético de una persona para la obesidad.
Los críticos de las intervenciones de salud pública como esta sostienen que son de mano dura, son paternalistas y amenazan la elección personal. Sin embargo, los departamentos de salud pública a menudo toman medidas más intrusivas cuando se trata de enfermedades transmisibles para garantizar la seguridad de la población.
La regulación nueva de la ciudad de Nueva York en las bebidas azucaradas es un ejemplo de cómo los gobiernos pueden intervenir: no por limitar las libertades personales, sino más bien por la normalización de la definición de lo que se supone que es una porción.
Las personas que eligen consumir cantidades excesivas de bebidas azucaradas son libres de comprar una segunda copa si así lo desean.
Según opinan los líderes gubernamentales de otros países con el mismo problema, esta medida debería ser tomada para recurrir a nuevos enfoques preventivos contra la epidemia de la obesidad.
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