Revista Espiritualidad
Haciendo esta limpieza, encontré más espacio para cosas nuevas y positivas.
Las grandes cosas siempre comienzan desde el interior.
Estaba necesitando hacer una limpieza dentro de mí.Desechar algunos pensamientos indeseados, sueños e ilusiones, rabia y rencor que estaban dentro de un libro que nunca leí, papel de regalo que nunca usé y sonrisas que nunca regalé.Miré donde colocar mis sonrisas futuras y alegrías pretendidas y las coloqué en una caja, bien ordenaditas.Saqué lo que estaba dentro del closet y lo fui tirando al suelo: pasiones escondidas, deseos reprimidos, palabras horribles que nunca hubiera querido decir, heridas de alguien, recuerdos de un día triste.También saqué del fondo de las gavetas recuerdos que ya no uso y no quiero más…Encontré cosas bonitas: una luna color plata, un atardecer, un viaje, varios corazones, un abrazo estrecho, un beso robado…Unas fotos con mi hijo pequeño, otras con mis hermanas, mi papá, mi mamá, con viejos y nuevos amigos… También vi diferentes atardeceres, paisajes, amaneceres y lugares hermosos que visité.Me fui encantando y distrayendo, mirando cada uno de aquellos recuerdos.Me senté en el suelo para cómodamente poder escoger lo que dejaría en mi vida.Arrojé directo en la basura las palabras de rabia y dolor que estaban en la gaveta de arriba pues casi no las uso… Y otras cosas que aún me hieren las aparté para después ver lo que haré con ellas.Reconocí aquella caja en la que uno guarda todo lo que es “más importante”: el amor, la alegría, la sonrisa, la fe para los momentos en que más las necesito. Lo doblé todo ordenadito.Coloqué un exquisito perfume en la esperanza.Finalmente limpié con un pañito la repisa de mis metas, y las dejé a la vista para no olvidarlas.Limpiando mi interior encontré espacio para cosas nuevas y positivas. Ahora reconozco lo especialmente valioso, descarto lo que me quita la paz y me voy dando cuenta de lo que quiero hacer el resto de mi vida.