Hace unos días se suicidó alguien al que niños discapacitados de todo el mundo le debían sonrisas de felicidad: José Luis Barbero, de 59 años, adiestrador de delfines y creador de técnica rehabilitadora llamada delfinoterapia.
Barbero observó que los niños con dificultades físicas o psíquicas expresaban una ruidosa alegría en los espectáculos de delfines.
Se introdujo con ellos en el agua y los puso a jugar con los animales, que también mostraban su ¿alegría? pidiendo más y más juegos: así nacía la delfinoterapia.
Como los demás entrenadores, enseñaba a los delfines como si fueran otros niños, pero traviesos, los llamaba por su nombre y les increpaba “pero qué tonto eres”, y cosas así, a la vez que les daba mínimos golpecitos en el morro...
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