Revista Cultura y Ocio
Siento no tener el tiempo suficiente para una disculpa, o para hacer lo correcto, o para dejar de deleitarme en mis errores. Lo veloz que todo ocurre me obliga a escapar como un involuntario y servil segundo entre los demás, obedeciendo ciegamente al minuto al que pertenezco. El empuje es de tal magnitud que voy con los pies por delante. El alrededor pasa tan rápido que se queda sin mí. A veces merecidamente. A veces he sido tan egoísta que no he podido ver el daño que he podido causar al mantener mi ombligo en veloz y constante movimiento. La necesidad de redención llega cuando sabes que te vas. Somos líquidos errores fluyendo sin capacidad de corrección. Somos la parte que enferma el todo. Somos carencia y pérdida, angustia y fatalidad. El frágil desatino se hace fuerte en las decisiones. De alguna manera el tiempo es el remedio con su imparable poder. Quien es inolvidable caerá en el olvido. Quien es insustituible será sustituido. Y quien tiene un lujoso presente no tardará en tener un miserable pasado. Quisiera ser capaz de resistir el desplome. De alguna manera solo quiero poder decir lo siento antes de desaparecer. No entraba en mis planes ser un vulgar cobarde segundo más dentro del líquido minuto al que pertenezco que fluye con despótica tiranía hacia el abismo de la infamia. Nadie puede hundirte más que tú. Ni siquiera el tiempo que fluye con líquida indiferencia sin importarle si arrastra fango o pulcritud.