Revista Cultura y Ocio
Leo los relatos contenidos en el breve tomo Lisboa, que Javier Morales Ortiz vio publicados por la Editora Regional de Extremadura, y no me parece que sean excesivamente notables. En el ámbito del lenguaje anotaré que el autor ignora la diferencia entre “espirar” y “expirar” (y digo que ignora porque el error se comete dos o tres veces en el tomo, lo cual elimina la posibilidad del lapsus), y que tampoco parece tener muy claro el uso correcto de algunas preposiciones (nos habla de una persona “sentada en una de las mesas”, en la página 41). Este tipo de chirridos podrían quedar contrarrestados con adjetivaciones fulgurantes o con una sintaxis espectacular, pero no he logrado ejemplos para aducir.¿Y qué ocurre con las historias que cuenta? Pues que al terminar la última línea te preguntas a dónde nos lleva, realmente, el autor. No hay “sorpresa final” al estilo Cortázar, pero tampoco hay “brillo durante” al estilo Chéjov. Son unas propuestas, según mi parecer, con mejor planteamiento que resolución; y en las que quizá se abusa del cliché de la mujer infiel (o al menos coqueteando con la infidelidad): Laura, en “Todo lo que sé de William Faulkner”; Sara, en “Reiki”; Ruth, en “Fecundación”; etc.No obstante, si vuelvo a encontrarme con algún libro de Javier Morales estoy convencido de que me sumergiré en él. Algo en su textura narrativa me dice que por aquí hay madera, aunque en este volumen concreto no lo haya terminado de concretar.