Resulta que Pierre de Coubertin, considerado el padre de los Juegos Olímpicos modernos, luchó firmemente por incluir competiciones artísticas en la famosa cita deportiva, consiguiendo así que en Estocolmo 1912 el Arte estuviera junto a certámenes como Atletismo, Ciclismo o Natación. La medida abrió debates inmediatamente y la controversia perduró hasta 1954, año en que se votó para reemplazar dichas competiciones por exhibiciones para los juegos futuros. Las medallas olímpicas en Arte fueron entregadas por últimas vez en Londres 1948. En Helsinki 1952 no se repartieron por la escasez de tiempo para organizar tales justas en concreto.
Pierre de Coubertin
Cabe mencionar que la Literatura no fue la única que entró a los Juegos. Las otras categorías artísticas fueron Arquitectura, Pintura, Escultura y Música. Además, dentro de la modalidad literaria hubo años en los que se premiaba el género dramático, épico y lírico. Era requisito que los trabajos estuvieran inspirados en el deporte y que no superaran las 20,000 palabras. Si bien todo esto ya es suficientemente extraño, más peculiar aún fue quién ganó la primera presea dorada. Ni más ni menos que el mismísimo Pierre de Coubertin. Pero no, tranquilos, no fue trampa. Envió su poema Oda al Deporte bajo dos seudónimos y sólo hasta después de su muerte se supo la verdad. En esas Olimpiadas, las de 1912, no se entregaron medallas de plata o bronce para esa categoría.Durante su breve presencia en los Juegos Olímpicos, la Literatura entregó 31 metales. Los ganadores no son autores de renombre, pero sin duda cuentan con el privilegio de dejar su nombre en la historia olímpica y no precisamente por sus habilidades físicas. Quizá algún día vuelvan a ser parte de las competiciones oficiales y entonces algunos tendremos una mínima esperanza de colgarnos el anhelado oro. Por fortuna, soñar no cuesta nada.