Es cierto que el nombre marca a las personas y, más si cabe a los escritores, seres muy influenciables desde su más tierna edad. Ese es el caso de Damian Tabarovsky, un argentino inconformista cuyo apellido nos ofrece reminiscencias estalinistas y, sin embargo, su posición ante la narrativa tiene mucho de compromiso personal, de ruptura con los cánones previos, de renuncia al mercado y a lo académico, de escritura de intimidad para una "comunidad inoperante" [sus miembros descreen de la literatura como bien cultural porque no creen en la cultura. (Podría perfectamente referirse a la comunidad bloggera)].
Para ello parte de un axioma "la literatura de izquierda sospecha de toda convención incluidas las propias". Y ese es un buen principio, pero añade más "está escrita por el escritor sin público, por el escritor que escribe para nadie, en nombre de nadie, sin otra red que el deseo loco de la novedad".
Esa radicalidad es lo que hace atractivo este libro porque desborda transgresión y rebeldía como cuando dice el autor "cuando la literatura no se sustrae a la hegemonía del lenguaje, cuando no lo enfrenta, no lo trampea, entonces no es más que mera reproducción lingüística del poder". Y no todas las decisiones de escritura valen igual, claro. Tabarovsky cree que hay que crear el relato y sospechar del mismo simultáneamente, y allí donde hay un canon, hay que cargárselo porque la literatura tiene que "derribar jerarquías". Como ven, una cuestión de demolición permanente donde los explosivos intelectuales juegan un papel esencial para derrotar al mercado y a la academia.
En definitiva, todo una teoría que llevada a sus últimas consecuencias nos arrastra al absurdo, pero que leída con ojos críticos nos permite avistar gran parte de los males de nuestra sociedad cultural, literaria y editorial. Muy recomendable para mentes abiertas y con ganas de provocación.