Revista Cultura y Ocio

Literatura marciana

Publicado el 17 noviembre 2013 por Elena Rius @riusele
LITERATURA MARCIANA
Nosotros, los humanos, hemos sentido desde hace miles de años una gran fascinación por Marte, el planeta rojo. Los romanos lo bautizaron con el nombre del dios de la guerra, los astrónomos se dedicaron a observarlo e incluso a cartografiarlo cada vez que su órbita le acercaba a la Tierra (el primer mapamundi de Marte data de 1837) y la idea -sostenida por algunos astrónomos y por muchos aficionados al esoterismo- de que podría contener vida de algún tipo ha dado pábulo a infinidad de especulaciones. Fantasías que han encontrado frecuentemente reflejo en la literatura. La Guerra de los mundos de H.G. Wells describía a los marcianos como una especie de pulpos muy poco amistosos, mientras que Edgar Rice Burroughs hizo que su héroe John Carter se beneficiase de la sutilidad de la atmósfera marciana, lo que le convertía en un poderoso guerrero, capaz de acabar con cualquier humanoide que se le pusiese a tiro.
LITERATURA MARCIANA
Pero bueno, ya hemos llegado a Marte. No como a la Luna, donde desembarcamos a un puñado de astronautas para retirarnos rápidamente, a la vista -sin duda- del poco interés de nuestro satélite. De momento sólo estamos en fase de acercamiento al planeta marciano y se supone que esas sondas que la NASA envía periódicamente nos dirán, algún día, si contiene o no formas de vida y si debemos temer algo de ellas. En lo que me parece una suprema muestra de ingenuidad, leo que el cohete que será lanzado mañana, 18 de noviembre, desde la base John F. Kennedy -pocos días antes de que se cumpla el 50 aniversario del asesinato del presidente que le dio nombre y que comenzó la carrera espacial que nos llevaría hasta aquí-, cuya misión consiste en recopilar una serie de datos sobre la atmósfera marciana, llevará un DVD que contiene, además de una serie de muestras artísticas, la friolera de 1.500 poemas (haikus, para ser exactos), elegidos por votación pública. Se me escapa la utilidad que un DVD como éste (no dicen si el aparato está provisto también de un reproductor de DVD, aunque ¿sabría un marciano cómo utilizarlo?) pueda tener para los hipotéticos habitantes de Marte. Quizás sólo pretenden que se quede ahí, vagando por el cosmos infinito, en la esperanza de que algún día una civilización superior -o nosotros mismos, en un estadio más avanzado de la Humanidad- sea capaz de descifrarlo.
En cualquier caso, yo ya hace mucho que me he formado mi idea de qué y cómo son los marcianos. Concretamente, desde que leí las Crónicas marcianas de Ray Bradbury y caí bajo su poderoso influjo. Hace poco, releí uno de los cuentos que contiene, "La tercera expedición". En él, la misión terrestre se encuentra en Marte con un pueblo calcado a los del Medio Oeste americano de veinte o treinta años atrás, y en sus casas -para gran asombro suyo- viven sus propios padres, madres, hermanos... todos aquellos seres queridos que murieron y que, milagrosamente, han revivido a tantos kilómetros de la Madre Tierra (advertencia: no siga leyendo si no conoce aún el relato, porque viene un spoiler). Por supuesto, hay trampa. Pero la idea es tan atractiva, tan humana, corresponde tanto a lo que sería nuestro deseo más vehemente, que el lector, como los propios astronautas, quiere creérselo con todas sus fuerzas.
"Fue una hermosa y larga tarde de primavera. Después de una prolongada sobremesa se sentaron en la sala y el capitán les habló del cohete, y su hermano y los viejos asintieron, y mamá no había cambiado nada, y papá cortó con los dientes la punta del cigarro y lo encendió pensativamente, como en otros tiempos."
Si existiese una remota posibilidad, aunque fuese por breves instante, de que algo así ocurriese, creo que a mí tampoco me importaría embarcarme en uno de esos cohetes, y tomar tierra en Marte. Aunque, como les ocurre al capitán Williams y a sus compañeros, tuviese que morir después.

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