Revista Cultura y Ocio

[Literatura] Un clásico de vez en cuando. Hoy, "Los persas", de Esquilo

Por Harendt

[Literatura] clásico cuando. Hoy, Representación de "Los persas", Esquilo
Les pido perdón por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Hoy traigo hasta el blog la obra "Los persas" (Πέρσαι), escrita por Esquilo el año 472 a. C. "Los persas" transcurre en la corte de Susa, capital del imperio persa, y da comienzo con la intervención del coro, representado por nobles persas, y de la reina madre, Atosa, que esperan con impaciencia la llegada de noticias sobre la guerra que el rey Jerjes mantenía contra los griegos en Europa . 

Es en ese momento que un mensajero entra en escena portando noticias de la derrota del ejército persa en Salamina, y de que el rey Jerjes ha conseguido escapar y se encuentra camino de Susa. El mensajero comienza una gráfica descripción del transcurso de la batalla y de su sangriento final. El punto álgido de la escena es el soliloquio del mensajero cuando cuenta el grito de batalla con el que avanzaban los griegos: "Adelante, hijos de Grecia. Liberad vuestra patria, a vuestros hijos, a vuestras mujeres, a los templos de vuestros dioses ancestrales, a las tumbas de vuestros antepasados: esta es la batalla por todo ello". La reina Atosa acude entonces a la tumba de su amado esposo, Darío I, momento en el que le aparece este en espíritu explicándole que la derrota persa ha de buscarse en la hibris (desmesura) de Jerjes, al construir un puente con barcos sobre el Helesponto, que ha ofendido a los dioses. De esta manera, Esquilo hace ver que han sido los dioses, más que Atenas, los responsables de la victoria. Jerjes, no aparece hasta el final de la obra, vencido y avergonzado por la derrota, sin aceptar que fue su hibris la que condujo a Persia a ese fatal desenlace.

Esquilo, que participó en la batalla como soldado, no menciona a ningún líder griego y no hace una obra de propaganda de la victoria. Por el contrario, quiere que el público se apiade de los persas, el adversario, más que enemigo, al que habían derrotado hacía tan poco tiempo. En "Los persas", la obra de teatro más antigua que se conserva de Esquilo, el autor domina ya todas las habilidades de un dramaturgo: la alabanza de su ciudad es sutil, muestra respeto hacia los personajes. Hay hondura y matices, y muestra una consumada maestría en la creación de tensión dramática y atmósfera, incluso cuando habla sobre acontecimientos totalmente familiares entre el público.
Considerado como el primer gran representante de la tragedia griega, Esquilo (525-456 a.C.) nació en Eleusis, Ática, en el seno de una noble y rica familia de terratenientes. En su juventud fue testigo del fin de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas y participó como soldado en las batallas de Maratón, Salamina y Platea. Alguna de sus obras son consecuencia de sus experiencias de guerra. Fue también testigo del desarrollo de la democracia ateniense. En "Las suplicantes" (490 a. C.), puede detectarse la primera referencia que se hace acerca del poder del pueblo y de la creación del Areópago, tribunal encargado de juzgar a los homicidas. En "Las euménides" (478 a. C.), se refleja la reforma de Efialtes que transfirió los poderes políticos del Areópago al Consejo de los Quinientos. Escribió 82 piezas de las solo se conservan siete, seis de ellas premiadas. Les animo a leer "Los persas" en el enlace de más arriba. Disfrútenlo. 
Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt


[Literatura] clásico cuando. Hoy,
Ruinas de Susa, en el actual Irán

Entrada núm. 2372
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

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