Mahmud Darwish
A lo largo de la historia encontramos tantos escritores que han estado y están comprometidos con su tiempo, que lo más justo sería componer una lista detallada de todos ellos, pero arriesguémonos citando algunos nombres: Anna Ajmátova, Marina Tsvetáieva, Hannah Arendt, George Orwell, Albert Camus, Jean Paul Sartre, Primo Levi, Mahmud Darwish, Edmond Jabés, Cabrera Infante, Saramago, Vargas Llosa, Amos Oz… Sus plumas se afilan cuando hay que denunciar la injusticia social, siempre incómodos para la derecha y para la izquierda. Escritores que van más allá de las trasnochadas ideologías, que no claudican a ejercer su derecho a la crítica, y preservan su pensamiento, y su palabra, de cualquier contaminación, dispuestos a pagar el precio que sea necesario. Han sido y son portavoces de un análisis más amplio de la realidad de la que nos viene impuesta, fabricada sobre discursos convincentes que nos mantienen alienados, alejados de la miseria, de la explotación laboral y de la opresión política.M. Tsvetáieva
Como Diógenes Laercio ponen en evidencia lo ridículo de la economía salvaje que destruye al género humano y al planeta. Ellos optan por un “yo” que tiene voz propia para reivindicar un “nosotros” que pide a gritos un compromiso y una renovación honesta. Ellos reivindican la “Historia” que sufre la enfermedad de la desmemoria interesada, en la que todo puede borrarse si no resulta conveniente, y que sin embargo, tanto podría enseñarnos a la hora de encauzar nuestro futuro. Pero en su ambiciosa lucha, estos antihéroes, se lanzan a la desesperada intentando recuperar el valor primigenio de las palabras, que hoy más que nunca, han perdido su esencia y el poder que ejercían, capaces de dinamitar de un plumazo la realidad en mil pedazos. Las palabras se han convertido en meros arquetipos, han echado por tierra su credibilidad, su fuerza ¿Es que las palabras se han vuelto inútiles para nombrar este desasosiego? ¿Es que las palabras solo forman parte de los discursos mediáticos, de los titulares informativos? Daños colaterales, armas de destrucción masiva, ERE, globalización, bonos del Estado, plan de pensiones, desaceleración económica, saneamiento financiero... ¿Es que nos hemos acostumbrado a reducir los conflictos con palabras estereotipadas, códigos políticos, publicitarios, mercantiles, o son meros códigos de guerra?Primo Levi
Estos revolucionarios del lenguaje recuperan las palabras de las cenizas y la desnudan en público, despojándola de todo aquello que la ensombrece. En esto del lenguaje, todos nos hemos convertido en funcionarios al servicio de los tópicos, de los clichés, de las metáforas desacertadas que tan sibilinamente nos mantienen distanciados de la realidad. Quizás el trabajo de los escritores comprometidos sea devolver a las palabras el valor de nombrar las cosas desde varios ángulos, sin derecho a la exclusión, y con la obligación de encontrar un entendimiento donde confluyan todas las interpretaciones. Quizás su labor pase por bajarnos de esa alucinación en la que estamos subidos para sobrevivir a las tempestades, sin querer ver más allá y siempre que no perjudique a nuestro beneficio individual. Quizás la literatura esté tomando el testigo de lo que realmente acontece en el mundo, a medida que el mundo va inventado formas para evadirse de la misma. Ojalá llegue ese día en el que los escritores no sufran en sus vidas y en su literatura el peso de la injusticia. Ardua, dolorosa tarea, contra toda esperanza.