– Pues no lo sé, no sé dónde habrán ido.
– No me digas que no es extraño.
La conversación, seguía mientras mis embestidas iban aumentando en intensidad, noté que le costaba silenciar los gemidos, pero en ningún momento me pidió que parase, todo lo contrario, Julia ayudaba a que la penetrase más profundamente pegando su culo a mí en cada embestida. Hasta que no fue capaz y un desgarrador gemido interrumpió al interlocutor al otro lado de teléfono.
–¿Julia, te pasa algo?, ¿Qué ha sido eso?
– Naaada, nada, mamá es que me he dado un golpe.
Extracto del relato No sufras por no saber como detener el tiempo