Revista Cultura y Ocio

Llamarás un domingonpor la tarde. Javier Cid

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Llamarás un domingonpor la tarde. Javier Cid
     "Me miro en el espejo y siento frío. Pero no es un frío romántico como aquel que cosía a los poetas famélicos en Montparnasse; es, sin más, un frío de cojones porque es otoño, se cierne sobre el oeste una ciclogénesis con nombre de mulata y la caldera prehistórica de mi apartamento acaba de morir. Y yo ni soy poeta, ni padezco hambrunas, ni estuve jamás en Montparnasse pues París me cogió siempre con prisas".

     A veces una recomendación directa te lleva a un libro. Y eso sucedió con este, así que sin muchas vueltas me lo llevé a casa y hoy, poco después, traigo a mi estantería virtual, Llamarás un domingo por la tarde.
     Cuando conocemos al narrador del libro, está superando una ruptura amorosa. Ese es el momento elegido para relatarnos su vida con bastante desparpajo y un poco de mala uva. Descubriremos entonces a un hombre cuya mayor inquietud es no estar solo, su mayor temor el compromiso y su mayor vicio es estar enamorado. Será víctima de su época y abrazará el culto al cuerpo y el exhibicionismo de las redes sociales mientras sigue la estela de los viajes exóticos y el sexo de una noche para calentar más el cuerpo que el alma. Conocemos, en definitiva, a un hombre normal.
     Comencé este libro un domingo por la tarde y lo terminé un martes que, como dice el protagonista, son días propicios para terminar cosas. Y en el espacio existente entre esos días me sonreí e incluso me reí unas cuantas veces mientras a ratos me sorprendía pensando eso tan manido de "conozco a gente así". Por supuesto que no leo ante un espejo, no sea que en algún momento levante la vista...
El caso es que tras la literatura del adolescente, del niño que pasa a ser hombre, parecía no existir otra etapa que descarnar cuando todos sabemos que no es así. Y Cid busca otro momento por el que todos pasamos y es el de mirar nuestra vida por primera vez, el de dudar si frenar, ver que todo cambia y que las vidas de los que fueron compañeros infatigables encajan para asentarse en una placidez que nosotros no estamos dispuestos a adoptar o que, como es este caso, nos es retirada al producirse una ruptura. Se queda entonces el protagonista cojo, como viviendo a destiempo y vuelve atrás para recuperar un tiempo que sabe que en realidad no perdió mientras nosotros vemos que lo que le pasa es que se siente solo aunque sea a ratos y que teme que los ratos se alarguen demasiado.
El protagonista elegido es un vendabal con pocos pelos en la lengua que nos gana su simpatía desde las primeras letras con algunas reflexiones que todos hemos compartido. Del periodismo digital al sexo por app, de los viajes a las juergas pasando por esas familias improvisadas que se forman en bares de barrio hasta llegar a enamoramientos más sentidos que consumados, Cid toca todos los temas que podemos vivir en este momento. Hay por supuesto excesos, la propia novela los pide y al lector no solo no lo estorba, además le divierten. Y también hay clichés propios de una comedia protagonizada por un gay que ronda los 40. Pero son de esos que uno piensa que quizás existan por repetición, como ese punto deslenguado que antes comentaba.
     Me he divertido con este libro, aunque siempre he sabido que estaba ante una tragicomedia. Me lo he pasado bien y he apuntado alguna frase que, sin ser propia de literato, es certera para la vida. Para la mía, para la del protagonista y, estoy segura de que también para la de cualquier lector. Y es que comenzaba diciendo que esta novela trata de la vida de un hombre cualquiera y eso es precisamente lo que le da interés. A fin de cuentas, la mayor parte de las vidas distan mucho de ser extraordinarias. Salvo para quienes las protagonizan.
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
     Gracias.

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